Julieta, la nueva película de Pedro Almodóvar, es una de las obras más íntimas del director manchegos. Sin excesos, pero con su sello inconfundible.
Es difícil juzgar esta película aún conociendo gran parte de la filmografía del director manchego, uno de los más personales en el panorama internacional. Julieta se distancia de las últimas obras de Almodóvar, acercándose más a su etapa intermedia como director, quizás la más brillante. Una vuelta aún a medio camino, porque aunque recupera algunos elementos estéticos del pasado, esta historia te deja con una sensación un tanto fría, a pesar de unas buenas actuaciones de su elenco, con una Emma Suárez bastante convincente en el papel de Julieta.
Pedro Almodóvar se ha inspirado en esta ocasión en tres relatos de la escritora Alice Munro: Destino, Pronto y Silencio. En la película se nos cuenta la historia de Julieta, una mujer de mediana edad que está a punto de abandonar Madrid para irse con su pareja a Portugal. Pero un encuentro inesperado le hace cancelar su viaje, decidiendo instalarse en su antiguo piso de Madrid y empezar a escribir el relato de parte de su historia, desde que conoció al padre de su hija hasta la actualidad.
Emma Suárez y Adriana Ugarte dan vida a Julieta en dos etapas de su vida. Una mujer llena de dolor por unos hechos que le han marcado su vida. El sentimiento de culpa se hace patente en una Julieta que busca encontrar el desahogo escribiendo un relato que quizás no llegue a quien va dirigido, pero manteniendo la esperanza de que algún día podrá encontrarse con una persona que la abandonó hace años. A pesar de que en un principio se ve a una Julieta que ha pasado página y que está a punto de emprender una nueva vida, el pasado la atrapa haciendo que vuelvan a aparecer unos recuerdos muy dolorosos que creía ya olvidados.
Los actores secundarios también funcionan, haciendo que la dinámica de la película sea ágil y el espectador no caiga en el aburrimiento. Daniel Grao, Darío Grandinetti o Inma Cuesta se muestran convincentes en sus respectivos roles, aunque es Rossy de Palma la que da ese punto maléfico y surrealista en el papel de Marian, la asistente de Julieta cuando ella es joven y vive con su marido y su hija en un pueblecito pesquero.
Pedro Almodóvar vuelve al buen camino con esta obra sencilla, íntima pero compleja a la vez. Mientras la estaba viendo no perdí el interés en la historia en ningún momento, si bien me dejó una sensación un poco fría a su finalización, con un final un poco apresurado en el que lo mejor es final abierto a cualquier tipo de interpretación.
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