En la Comic Con 2013 saltó la sorpresa: Batman v Superman se anunciaba como la secuela de Man of Steel. Las dudas ante un movimiento comercial arriesgado culminaron con una de las peores recepciones comerciales y críticas asociadas a un film del género de superhéroes. En este punto el DCEU se convirtió en un drama de futuro incierto pero, como suele ocurrir, lo peor estaba por llegar. Un drama coral que tuvo sus raíces en el tratamiento recibido por Batman v Superman.
En primavera de 2012 ocurrió algo en el mundo cinematográfico: la quinta venida en el género de los superhéroes. Tras Superman (Richard Donner, 1978), Batman (Tim Burton, 1989), Spider-Man (Sam Raimi, 2002) y The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008), el género recibía con The Avengers (Joss Whedon, 2012), una nueva sacudida comercial de tales proporciones e impacto social cuyas réplicas inmediatas no sólo retumbaron en la propia Marvel sino en la casa del vecino. En la Comic Con 2013, cuando Man of Steel llevaba apenas un mes en cartelera, Zack Snyder anunció Batman v Superman como secuela del film. Las sospechas fueron inmediatas: la ausencia de planes para una secuela directa de Man of Steel y sobre todo la creencia de que Warner, en aras de repetir el éxito del vecino editorial, estaba yendo demasiado deprisa anunciando un cruce tan contundente como ese con la mirada puesta en una Justice League para 2017.
Batman v Superman se convirtió, en el momento de su estreno, en el film más controvertido del género merced a unas críticas nefastas, una suerte de tormenta negativa de la comunidad online y un desplome en taquilla jamás visto en películas similares. Fue la culminación de un proyecto plagado de malas vibraciones e innecesarias comparaciones con los vecinos del logotipo rojo. La idea de Warner de montar su propio universo y hacerlo con determinación tras el implacable éxito de The Avengers era una obviedad: sólo ellos, a través de DC Comics, podían replicar algo así. Batman v Superman, además, se convirtió en el film con mayor carga de autoría por parte de su director, Zack Snyder, algo que puede ser o no del agrado del espectador pero otorga una unidad formal y discursiva que nos evita el debate sobre injerencias y mezcla de estilos que anidaban en Man of Steel. El exceso de metraje obligó a una versión reducida a unos 150 minutos para el estreno en cines pero la versión Ultimate, sobre la cual basamos nuestra revisión, aportaba unos 30 minutos extras que, ya de entrada, le dan a Batman v Superman una marcha más que a Man of Steel.
En la versión estrenada en cines de Batman v Superman el film adolecía del mismo defecto que Man of Steel: la sospecha de una hipertrofia narrativa basada en un caos de tramas y subtramas que, gracias a la recurrente tijera de Hollywood, condenaba al espectador a un continuo de arcos con interconexiones abruptas y la ominosa sensación de ocurrir demasiado, y a la vez muy poco, en dos horas y media de metraje. La versión Ultimate, más cercana a lo concebido por Snyder, soluciona en buena parte el exceso pastoso con un efecto la mar de inesperado (y que a un servidor le supone un punto a favor para defender, casi por primera vez, una edición extendida): en el exceso encontramos la virtud. Cuanto más Snyder se vuelve Batman v Superman, más se encuentra a si misma, alzándose como un film más redondo. Incluso los que no gustan del estilo del director de Watchmen, siempre y cuando acepten esos 30 minutos extras, encontrarán por lo menos algo mejor narrado. Con más sentido.
Ahí entramos en una suerte de paradoja pues Batman V Superman, en esta versión Ultimate, se convierte en un mejor film a costa de disponer de más tiempo para abordar toda esa estratagema de tramas pero a la vez, despejado el camino para la narrativa deseada, esa hipertrofia argumental sigue perdiéndose en su propio exceso. Muchas de esas tramas, de dudoso atractivo, no nos conducen a las supuestas catarsis y, lo peor, no se confía en los personajes para ejecutar la historia a través de ellos sino que se fía a lo que sucede de forma satelital. Snyder abusa de la simbología y del mensaje falto de grano sutil con demasiada frecuencia en favor, creemos, de grandes puntales visuales que se antojan, como siempre, planeados y sobre todo rodados con su habitual porte. En esta Batman v Superman incluso la música de Hans Zimmer suena menos ominosa debido, de nuevo, a adaptase el discursivo musical al propósito narrativo. Y así llegamos al único momento emotivo de un film nuevamente demasiado prudente en este particular (dejando el humor, además, como un sentimiento casi inexistente).
El momento Martha, tal vez injustamente vilipendiado en distintos medios, sin duda fracasa en su cometido: romper la confrontación basada en ideas erróneas, unir a los superhéroes y llevarnos a la consecución de la trinidad. Todo ese camino es visualmente una gozada, sin duda, desde la pelea a muerte (bajo una conveniente lluvia y una paleta oscura la mar de resultona) hasta el enfrentamiento con Doomsday cuyo festival de mamporros suaviza lo visto en Man of Steel merced a la espectacular aparición de Wonder Woman y la lucha combinada de los tres superhéroes. Por el camino queda ese momento de catarsis, el momento Martha, y la sospecha de que ahí radica el gran problema de Batman v Superman.
No, no nos parece (a un servidor, cuanto menos) ridícula pero es un ejemplo casi traumático (hay que recordar el terrible recibimiento de este film) de lo que falla en este universo o, cuanto menos, porque choca contra recepciones virulentas: tras más de dos horas llevándonos a ese enfrentamiento a base de presunción tras presunción, trazo grueso en las ideas sobre los Dioses en la Tierra y su adaptación a la convivencia entre humanos, Snyder entra de golpe en una escena de alto voltaje emotivo. Pero nuestro estado emocional en ese momento, con un Batman recién conocido, y un Superman perdido ante tanta oscuridad, no es el óptimo para machacarnos el corazón. Además, y ahí está el despropósito, parece que se confió en una idea por encima de la adecuación de esta a la trama o las -obvias, seamos realistas- opciones de resultar ridículo a ojos de muchos espectadores.
No es nuestra tarea aventurarnos sobre como hubiera sido este Batman v Superman un mejor film. Creemos que lo es, a su modo, a su imperfecto modo, es el film más personal de su director en este desastre llamado DCEU pero tenemos un breve instante de como pudo haber sido el asunto: pasado el momento Martha, cuando Batman ya tiene la lanza a punto de retirada, aparece Lois para responder a su pregunta. Martha es el nombre de su madre. Qué sencillo. Tal vez la escena no funcione, tal vez la idea de que la feliz coincidencia de nombres evite una muerte y propicie una alianza resulte algo raruna, pero en ese preciso momento Zack Snyder consigue algo que ni todas esas tramas, contención emocional y exuberancia visual han logrado en todo el film: resonancia emocional. Lois conecta a los dos superhéroes con una sola frase. No es necesario pensar mucho, ni seguir un laberinto argumental. Basta con sentir. Decíamos que no es nuestra tarea dilucidar otra Batman v Superman pero Zack Snyder dio muestras ahí de que tenía, y tiene, armas para lograr un engranaje emotivo sin traicionar su propio estilo.
Batman V Superman contaba, además, con poderosas armas para ello. La búsqueda de un conflicto entre superhéroes cuando uno de ellos es un ser de luz (literal, casi), y básicamente un buenazo, es complicada pero Snyder apuesta, con astucia, por centrarse en Bruce Wayne como artífice de su propia condena emocional: la rabia que alberga alimenta el odio hacia el superhéroe foráneo sin distinguir sus acciones del hombre que las ejecuta. Tal vez el mayor acierto conceptual del film es advertir que Bruce tiene parte de razón. Casi en sutil meta referencia Snyder viene a decirnos que Superman si se pasó un poco con tanta destrucción en Man of Steel y, a fin de cuentas, si existieron todas esas víctimas colaterales que presuponíamos.
Para ello es esencial otro acierto de Snyder: de nuevo atina perfectamente en el casting. Desde Ben Affleck, casi inexistente como Bruce Wayne (aunque, ¿tenía cabida aquí?), pero espectacular como Batman, hasta una Gal Gadot irresistible como Wonder Woman (su Diana Prince brillará más en su propio film). Por el otro lado tenemos a un insoportable Jesse Eisenberg como Lex Luthor y, de nuevo, un escaso desarrollo para Lois Lane (una Amy Adams artífice de la mejor línea de diálogo de todo el film). El arsenal de medios y efectos visuales, que en su momento también fue diana de muchas críticas, no nos parece ningún drama y se adhiere bien a la propuesta: una suerte de punto intermedio entre el realismo y la visualización estilista de epopeya digital nocturna. Doomsday, eso sí, parece salido de una versión mejorada del troll de las cavernas de La Comunidad del Anillo pero el problema se atisba, de nuevo, en cadalso narrativo: llegamos a ese punto algo agotados y con el efecto catártico de Martha ya superado. En lo positivo debemos apuntalar que en toda esa batalla es difícil no concentrase en lo importante: la Trinidad y, en particular, Wonder Woman.
La recepción de Batman v Superman irá siempre ligada a su historia y al devenir del DCEU pues aquí empezó a torcerse todo el plan. Debutó con cifras espectaculares: 422.5 millones a nivel mundial (lo que entonces supuso la quinta mejor salida de la historia), 166 de los cuales nivel doméstico (EEUU + Canadá). Sin embargo la mala recepción hundió la vida comercial de la película: con un final en 873 millones a nivel mundial apenas pudo multiplicar por 2 su debut. En Norteamérica fue aún peor, con un segundo fin de semana histórico por su descenso y una cifra final de 330 millones que otorgaba un lamentable multiplicador de 1.99. Las cifras finales eran buenas (fueron las mejores del DCEU hasta la llegada de Aquaman) pero jamás un film de este género se había desplomado de tal modo. El también famoso 27% de Rotten Tomatoes, excesivamente duro, fue testigo de unas semanas de absurda contienda contra el film. Sin embargo, justo o no, Warner iba a aplicar cambios sí o sí.
Si algún film de todo el DCEU tiene números para convertirse en un film de culto este es Batman v Superman. Precisamente por establecerse como el más propio de Zack Snyder: antes ejerció, en parte, de director por encargo. Más tarde no le dejaron. Pero en este film concibió y ejecutó su visión de estos superhéroes. De ahí que, con razón o sin ella, muchos la adoren y otros la aborrezcan. Pero ese, curiosamente, suele ser el camino de muchas obras de culto. Muchas veces no se llega lejos tratando de contentar a todos.