Sin lugar a dudas, uno de los momentos más atractivos del SEFF, ha sido contar con la presencia del director francés: Bertrand Bonello. Dos encuentros en los que, además de visionar parte de su obra, hemos podido conversar con él.
El primer acercamiento ha sido con la proyección de tres cortometrajes de Bertrand Bonello: Cindy: The Doll is mine, Where the boys are y Sarah Winchester, de los que ha dedicado unas palabras tras el visionado. Previamente, en la introducción de los cortos, el director francés, ha lanzado un alegato en favor de la creación de cortometrajes. Dice que los directores, una vez se consolidan en el estatus cinematográfico, abandonan la práctica de este formato. Hecho que en su lugar es un error y alude a una expresión de Ernest Hemingway, que siempre decía que si pudiese escribir un cuento lo haría antes que una novela, lo que remarca la dificultad por crear una historia en un formato más pequeño.
Cindy: The Doll is mine muestra una incursión al mundo de la fotógrafa Cindy Sherman, una artista de peso en la segunda mitad del siglo XX.
Cindy: The Doll is mine ha sido el primer corto exhibido. Una incursión al mundo de Cindy Sherman, fotógrafa de peso en la segunda mitad del siglo XX, de la que Bonello señala como una obra en sí misma. La actriz Asia Argento se desdobla para componer un juego de sutileza y mostrarnos el trabajo de Cindy Sherman, como sujeto y objeto de la obra. Un pretexto para explorar el sentido de la obra de Cindy, su representación de la mujer en el siglo XX y los estereotipos de la identidad femenina. Le sigue Where the boys are, un cortometraje con doble línea narrativa, inspirado en la canción del mismo título de Connie Francis, que representa la adolescencia femenina. Mientras unos albañiles construyen una mezquita, en el edificio de enfrente viven cuatro jovencitas, que suspiran por encontrar al hombre de sus sueños. Para cerrar el primer encuentro con Bonello, se proyecta su último cortometraje: Sarah Winchester. El director confiesa que la historia de Sarah Winchester le cambió en cierto modo la vida: «pasaba por un mal momento y mi psiquiatra me recomendó que leyese la historia de esta mujer. La dimensión de sus memorias me impresionó profundamente». Su cortometraje más ambicioso es un híbrido entre biopic, historia y fantasmas. Un trabajo potente tanto de fondo como de forma. El montaje, de vértigo, entre dos escenarios, la Ópera de la Bastilla y la Ópera Garnier, resulta magnético. Al igual que la música, que lo envuelve todo, obra del mismo director. Un contexto sugerente, que Bonello utiliza, como representación de una vida: el fracaso de la obra inacabada de Sarah.
Nocturama, su último y polémico film, es la cinta más estimulante del Festival de Sevilla y una de las mejores del año.
La primera toma de contacto con Bonello resulta más que interesante. Además de explorar las entrañas de su cine, conocemos su persona. El segundo encuentro con el director de House of Tolerance, es la proyección de su último y polémico largometraje: Nocturama. La cinta más estimulante del Festival de Sevilla y una de las mejores del año.



Vivimos unos años de convulsión en el mundo. De la crisis iniciada en 2008, ha germinado una serie de problemas que acechan nuestro modelo de vida. Las políticas extremas, cada día ganan más terreno, y el terrorismo se ha instaurado en nuestros miedos, después de los acontecimientos que han sacudido al mundo en los últimos años. Además, los cambios que se están produciendo en EE.UU. e Inglaterra, nos llevan a pensar que se está agotando nuestro sistema democrático actual.
El otro día leía una entrevista en el diario El Mundo a Zygmunt Bauman, uno de los grandes intelectuales que todavía se agarra a la vida. En ella, Bauman, repasaba toda la actualidad política y social, y uno de sus grandes titulares fue: «en el mundo actual todas las ideas de felicidad acaban en una tienda». Puede parecer radical, pero es la esencia del capitalismo de consumo, ese que nos devora irremediablemente.
Bonello es consciente de todo es marco desolador y su película, es un reflejo realista y metafórico de nuestros días. Rechazada en Cannes, el filme ha salvado el difícil escollo de no tener salida comercial. La película ha tenido la mala suerte de coincidir con el auge de terrorismo y Francia no está para bromas. Pero finalmente, el proyecto rodado antes de los atentados de París, ha salido a la luz.
Un grupo de jóvenes planea y ejecuta un elaborado plan en forma de bombas sobre la ciudad de París. A continuación, tras el atentado simultáneo, se esconden en una galería comercial. La cinta, como se describe en la sinopsis, consta de dos partes bien diferenciadas. La primera, con un ritmo vertiginoso, nos muestra la preparación del atentado. La cámara de Bonello brilla en el seguimiento de estos muchach@s desde las entrañas de París hasta la superficie. Como la música, compuesta por el propio realizador, que nos mete la tensión en el cuerpo. El director, se limita a seguir la acción, ciñéndose al gesto torcido de esa generación maldita, y eludiendo cualquier conversación. Todo discurre de forma frenética gracias al pulso en la dirección y al trepidante montaje. El hartazgo de una generación, en crisis y abocada al fracaso, son los motivos que mueven el trágico atentado.
Tras el estallido de las bombas, el filme baja de decibelios en su segunda mitad,
Tras el estallido de las bombas, la segunda parte del filme, baja los decibelios drásticamente. Pasamos de la acción al poso pos-acto. Todo ello en una galería comercial, enclaustrados, pero viviendo la vida como si tal cosa. La galería se transforma en una gran mansión, donde los jóvenes se visten elegantes, duermen, comen, escuchan música, hacen el amor y ven la televisión. Además, la música nos regala momentos tan brillantes como a la vez absurdos. Todo mientras París arde a su alrededor. Lo que sugiere dos metáforas. La primera, como metáfora de la sociedad hiperconsumista en la que vivimos: deseamos tener lujos que no necesitamos. La segunda, que da vueltas en mi cabeza, más polémica. A menudo, cuando presenciamos por la televisión que, gracias a los atentados entre otros acontecimientos, el mundo está perdido, siempre miramos a los líderes políticos. Parecen que no hacen nada mientras el mundo arde a su alrededor.
El resultado es una obra de incuestionable calidad, polémica y rabiosa por la visión de la actualidad. La idea no es enjuiciar a buenos y malos, sino expresar el malestar y la volatilidad que habita en la sociedad. La ves con dolor. Da miedo. Una bomba de relojería a punto de estallar.