Tribus de Europa es la serie postapocalíptica que nos propone Netflix para este fin de semana. Seis episodios, de una duración de unos 45 minutos de media, con una premisa interesante, y un elevado presupuesto de la misma productora de Dark, una de las series más aclamadas por el público en los últimos años.
Tribus de Europa nos sitúa en un futuro no muy lejano, el 2074, en el cual no funciona aparato alguno que requiera de electricidad. En el llamado «Diciembre Negro» de 2029 se produjo un misterioso apagón mundial. Esto dio paso a la organización de la sociedad en tribus que se extendieron por toda Europa. Cada una de ellas se rige por unos códigos sociales y de conducta bastantes dispares. Un día, un grupo de «Origines«, avista la caída de una extraña nave, derribada por la sanguinaria tribu de los «Cuervos«.
La verdad que no me daba muy buena pinta esta nueva serie. Pensaba, otra Young Adult Fiction cutre que se va a dedicar a meter un cliché tras otro y directamente fusilar la estética y trama de cualquier producto anterior sin mayor miramiento. Y es que aunque en cierta forma sea así en algunos aspectos también hay que destacar que para mi sorpresa, esta Tribus de Europa, se desmarca en cierta manera y consigue encontrar su propio camino.
Cuando ves a la estilizada lord Cuervo, Varvara, con ese aspecto salvaje y excesiva sombra de ojos, no puedes más que pensar en el personaje de Lexa (Alycia Debnam-Carey) en Los 100. Luego vas viendo las diferentes tribus, cada una más estrafalaria que la anterior. Inmediatamente se me vino a la cabeza la singular y extravagante película de culto de Walter Hill de 1979, Los amos de la noche (The Warriors). La idea de que copie a Los 100 se va desvaneciendo conforme avanzan los capítulos, sin embargo, tras ver la primera temporada completa, no puedo quitarme la idea de que esta serie está influenciada por aquella The Warriors.



Están Los Cuervos que visten con prendas oscuras, mucho cuero negro y son bestias de matar. Están Los Origines que llevan ropas muy rollito Robin Hood y viven en el bosque, aman la naturaleza y son pacíficos. Luego están Los Crimson, que van vestidos de militares, pero así de flipadetes, como si fueran frikis de Airsoft. Por último, vemos a Las Femen, que van con sus caballos, del rollo amazonas y vestidas como indias. La sorpresa, que hablan en castellano… Yo es que me mondo, me encanta.
El caso es que hay una tribu que tiene por objetivo conquistar al resto de tribus europeas, Los Cuervos. Este clan va masacrando de la forma más sanguinaria cualquier aldea que se encuentra a su paso. Este grupo, además de exterminar, va cogiendo esclavos a los que pone al servicio de los diferentes lores del clan o a trabajar en las minas de un extraño mineral que al parecer es altamente tóxico y que es usado como narcótico en fiestas techno, o para convertirse en una máquina de matar en combate, sin remordimiento alguno.
Aquí viene la interpretación o el paralelismo con el Brexit. En una de las primeras escenas podemos ver una portada de un periódico con la palabra Frexit y un mapa de Francia. Es una clara alusión al Brexit que se debe haber producido en algún momento en el país galo. Posteriormente nos damos cuenta de que la tribu de Los Cuervos habla en inglés (esto si veis en la versión dobla al castellano no lo vais a notar). Sabemos que esta es una producción alemana… Ya que cada cual una los puntos… Yo ahí lo dejo XD.



Tiene momentos que me han parecido un poco cutres, pero en general se nota el alto presupuesto que le han metido a la serie. Los efectos especiales y en general la puesta en escena está genial, se ve todo bastante real. La iluminación tiene un nivel bastante bueno y la dirección y fotografía es más que aceptable. En las actuaciones baja un poco el listón, pero hay personajes/actores que realmente tienen mucho carisma como el de Moses el chatarrero, interpretado por Oliver Masucci… Sí, es el Ulrich Nielsen de Dark.
Tribus de Europa no es una gran serie que vaya a asombrar ni cambiar nada, pero lo he encontrado un producto muy divertido. Eso sí, hay que comulgar con lo que propone y saber perdonarle, o incluso disfrutar, del planteamiento ridículo de algunos aspectos como las idiosincrasias de los distintos clanes.