Título original: Pieles | Año: 2017 | Dirección: Eduardo Casanova | Producción: Carolina Bang, Álex de la Iglesia, Kiko Martínez | Guion: Eduardo Casanova | Fotografía: Nono Muñoz | Reparto: Macarena Gómez, Jon Kortajarena, Ana Polvorosa, Candela Peña | Género: drama, comedia | Duración: 77 min
Eduardo Casavona, Fidel en Aida, presentó en la sección Panorama de la pasada Berlinale su ópera prima a la que llamó Pieles. Algunos celebraron su presentación con títulos como cine de autor; sin embargo, creo que se necesita mucho más que querer contrariar al espectador para hacerse a ese título.
Tal y como el director se presentó con su séquito en la alfombra roja —a la que todos, excepto de la Iglesia, llegaron vestidos de rosa— en su filme él también empaqueta su mundo en tonos pasteles. Un mundo donde cualquier persona con algún tipo excéntrico de deformidad vive, por cuanto su propia condición, sometida a pervertidas situaciones dentro del marco de una sociedad estandarizada. La primera escena tiene una contundencia bestial, y ya el público queda advertido de lo que verá. En las primeras de cambio la cosa, aunque saturada por el empalagoso tinte del filme, pinta bien.
El primer fallo se da en el intento de mostrar lo horroroso en un ambiente melodramático y kitsch. Lo único logrado fue hacer cursi un tema implícito dentro de esta sociedad dominada por los estados de Facebook e Instagram, en tanto el novicio director peca tanto por exceso como por defecto. Desde Aristóteles sabemos que el punto medio es el lugar donde todas las virtudes se encuentran, y así entre el estúpido y el cobarde está el valiente. El atrevimiento con el que afronta Casanova su primer filme lo ubican más en el lado del primero que de los otros dos cuando hoy por hoy no es valentía lo necesita para escandalizar con freaks. Las personas fuera de lo común son ya un tema tan machacado que en lugar de infringir algún código preestablecido da risa, más aún por las situaciones en las que Casanova monta a sus personajes.
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El exceso del autor, Casanova escribió este guion, pasa por él conseguir el permiso para acometer una pendejada que explota los defectos físicos, mentales y morales con el ánimo de hacerse transgresor. Vivimos en el año 2017 Eduardo: juntar a mujeres con esfínter en lugar de boca, putas sin ojos, enanos, quemados, hombres que sueñan con ser sirenas, pedófilos y demás, para luego permitirnos entrar en sus sueños de “normales”, no tiene nada que ver con que esta sea «una película que pide a gritos que aquellos que nos hemos sentido diferentes en algún momento, que somos casi todos, nos sintamos entendidos», como lo mencionaste. Más allá de la lástima que algunos inspiran, lo que se muestra de sus personalidades da para querer meterlos a todos en un manicomio mientras este servidor piensa que las reinas de belleza sí tienen razón cuando dicen que “la belleza es interior”. Tal vez seré yo un falto de inteligencia emocional, pero lo cierto es que empatía alguna se puede llegar a sentir por esta panda de corrompidos.
En Pieles uno se hace una idea cercana de que quería decir K. Rosenkranz sobre lo feo y lo vulgar debido a estos personajes esclavos de sus instintos y de imposibles en cuanto a la resolución de sus situaciones. Es verdad que la caricatura y la comedia sirven para hablar de lo que no se puede mencionar; también se podría decir que en ausencia de lo bello, superficial esencia del arte, lo feo se aproxima a lo cómico como salida. Pero cuando el chiste se hace fácil, la apuesta no sale. Y no porque hiera susceptibilidades, sino por todo lo contrario al hacerse como en una sitcom de turno, con risas pregrabadas. Si las filmografías pudiesen tener hijos, este sería el resultado de una noche de juerga entra la de Almodóvar y la de la Iglesia. Pero ¡ay!, los hijos normalmente no heredan las genialidades en tanto sí los defectos.