Crítica de Mi Obra Maestra (2018): ¡Críticos de mierda!

Dirección: Gastón Duprat | Guion: Andrés Duprat | Director de fotografía: Rodrigo Pulpeiro| Música: Alejandro Kauderer y Emilio Kauderer | Reparto: Guillermo Francella, Luis Brandoni, Raúl Arévalo, Andrea Frigeiro, María Soldi, Mónica Duprat

Mi Obra Maestra

¿Se imaginan un pintor casi retirado, de vuelta de todo y cuya opinión de los críticos es que son una panda de frustrados que no tienen ni pajolera idea de arte? ¿Se imaginan que tiene más razón que un santo? Esto es lo que nos propone Mi Obra Maestra. 

Mi Obra Maestra (Gastón Duprat) no es lo que parece al principio, y hasta aquí podemos escribir sobre el asunto, pero si podemos explayarnos en lo que el libreto puede convertir en un coloquio interesante: ¿sabemos nada sobre al arte? Es más, ¿cuándo una obra se torna más valiosa y apetecible para el gran público?

De nuevo, no podemos decir más, sería terreno spoiler (sí, en este film hay uno de esos giros hacia su parte final), así que vamos a dejarlo en que Mi Obra Maestra atina al ironizar sobre el curioso varemos que usamos al aumentar o disminuir nuestro interés en una obra. Y con cierta mala leche que se atesora desde los primeros minutos.

Renzo (Luis Brandoni) es un pintor de cierta edad, pero concreto odio hacia el arte moderno y sus críticos afines, cuyo agente, Arturo (Guillermo Francella), intenta, por todos los medios, vender su obra pese al incesante boicot del primero hacia todo lo que le huela a postureo artístico. Y es casi todo lo que se pinta hoy en día.

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Un poco más complaciente de lo que debería si la intención era una mordaz lectura del asunto pero, Mi Obra Maestra, en ese giro final, incluso antes, atizan en lúcida presentación con la a veces destartalada escala de la oferta y demanda en el arte de gran tonelaje. Basta con ver los limitados medios de Renzo en contraste con el lujo en el que nada Arturo. Uno crea, el otro vende.

Y es que Renzo empieza este film con una carta de amor a Buenos Aires. Si algo cautiva sin reparos en Mi obra maestra es el genio argentino, aquel don para el comentario agridulce, que empapa todos los personajes salvo Álex (Raúl Arévalo), tal vez porque es español (ambos, personaje y actor) y funciona como contrapunto casi aburrido ante el dúo Brandoni-Francella.

Por cierto, ¿la crítica ha quedado pedante? A fin de cuentas esto es Cinéfilos frustrados, ¿no?