Hoy repasamos la secuela del premiado corto titulado Madre, de Rodrigo Sorogoyen, uno de los creadores nacionales más interesantes del panorama actual.
Fue una de las sensaciones más poderosas del circuito festivalero del año pasado. Rodado en una única toma, y utilizando el tiempo real, y la sugestión mediante el sonido, como baza narrativa mas poderosa, Sorogoyen nos ponía el corazón en un puño con esa llamada de teléfono de Iván a su madre, Marta (Marta Nieto) tras perderse en una playa del País Vasco francés, y haber perdido de vista a su padre. En esa llamada, un señor se acerca a Iván, y la llamada se interrumpe, para dejarnos destrozados sin habernos enseñado absolutamente nada. El triunfo de la sugestión por encima de lo narrado. O dicho de otra forma, la esencia de Lubitsch.
Tras el triunfo de esta historia por distintos festivales (y selección para los Oscar), Sorogoyen decidió continuar la historia, y trasladarla a un largo. Un largo que nos sitúa años después en esa misma playa del País Vasco, donde sucedieron los hechos traumáticos. Sorogoyen utiliza el espacio como un ancla del que su protagonista no puede salir, en una historia sobre el duelo, el dolor, el luto, y cómo afrontar las catástrofes para las que jamás se nos han preparado. Es una obra dolorosa y profunda, que escapa de sus dos últimos – y notables – trabajos, donde el endiablado ritmo de Que Dios nos perdone (2016), o El Reino( 2018), nos ponían contra las cuerdas, llegando a cotas de espectacularidad pocas veces vistas en nuestro cine más reciente. En cambio, en Madre, Sorogoyen vuelve a las raíces intimistas de la película que le puso en el mapa nacional, Stockholm (2013), un drama muy personal de personajes en los que muchas veces, lo que no vemos, es lo más doloroso y narrativo de todo.
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En Madre, Sorogoyen se envuelve de esos silencios y tiempos rotos de películas como En la habitación del hijo (2001), utilizando recursos como la cosificación de sentimientos en forma de personajes, o el recuerdo no vivido en primera persona, como martillo dramático que se apodera de la psique de su protagonista. Sorogoyen, desordena la pantalla como la mente de alguien que no es capaz de afrontar lo ocurrido. Fotografía la desesperación a través de extremos lumínicos de perturbadora y misteriosa belleza. El montaje se rompe como el raciocinio de su protagonista, y un triste e incomodo pesar se instala en nuestras retinas durante sus 129 minutos de metraje.
Especial mención para el papel de Marta Nieto -ya ganó premio a mejor actuación femenina en la seccion Orizzonti del festival de cine de Venecia- en cuya mirada, se instaura todo el peso de la narrativa que ondula en torno al desconsuelo e intentar salir adelante. Porque, al final, Madre queda como un doloroso – pero necesario – relato de como (re)construirnos a través del dolor, de la aceptación de lo que no podemos controlar, y en cierto modo, una anagnórisis de punzante introspección, para celebrar la fragilidad, lo superflua, y lo bella que puede llegar a ser la existencia.