Los Irregulares es la nueva serie de estreno que nos trae Netflix este fin de semana. De target adolescente y ambientada en el Londres de finales del siglo XIX, es una adaptación muy libre a partir de los personajes creados por Sir Arthur Conan Doyle en sus libros de Sherlock Holmes.
Los irregulares son unos niños huérfanos que viven en las cercanías del famoso 221B de Baker Street, hogar de Sherlock Holmes, seguramente el detective más mítico de la historia de la literatura. Jessie (Darci Shaw), una de las 2 niñas que conforman este muy heterogéneo grupo, comienza a tener terribles pesadillas en las que fuerzas del mal la aterrorizan de forma constante. El Doctor Watson contrata al grupo de infantes para que se mezclen entre la gente y averigüen alguna pista que lleve a resolver las desapariciones de bebés que se están produciendo.
La serie comienza con varios capítulos procedimentales. Esto, para el que desconozca el término, se le aplica a aquellas series en las que en cada capítulo se plantea un problema o caso de cualquier índole y se resuelve o da un fin antes de terminar cada episodio. La trama principal avanza poco hasta mitad de temporada, cuando ya se empieza a centrar en el arco principal que es relativo a las 2 niñas del grupo y su relación con Sherlock Holmes.
Los personajes provienen de los libros de Sir Arthur Conan Doyle y son denominados como Los Irregulares de Baker Street. Su primera aparición se da en la novela Estudio en Escarlata de 1886. Son un grupo de jóvenes mendigos que ayudan a Sherlock, siendo sus ojos y oídos en los bajos fondos londinenses. Lo que se nos presenta en esta serie parece que, al menos en un principio, lleva la misma intención, pero conforme avanza, se va alejando de cualquier parecido con los libros y toma el camino de lo que solemos decir es una adaptación o interpretación libre.
Creo que la serie va de menos a más. La verdad que los primeros capítulos enganchan bastante poco, con situaciones bastante absurdas y resoluciones harto burdas, nada que ver con las brillantes observaciones y razonamientos deductivos a los que nos tiene acostumbrados esta saga literaria. Los casos se resuelven casi por casualidades o deducciones de chichinabo. Al asesino se le detiene haciéndole entender que lo que hace, está mal, caca, y se alude a su bondad para que no siga cometiendo tropelías.
Para romper una lanza en favor de este producto, diré que no soy su target y va más destinado a un público juvenil, aunque tiene imágenes bastante fuertes, escabrosas. Algunas considero que llegan al nivel de gore, como por ejemplo, personas con los ojos arrancados o caras enteras sanguinolentas siendo desholladas.
Poco a poco parece que va encontrando su camino y la segunda parte de la temporada sube algunos enteros. Cosa que tampoco era muy difícil viendo el bajo nivel de su primer tramo. No es que llegue a ser buena serie, pero al menos te mantiene atento al desarrollo y logra entretener en gran medida.
Lo que más le duele a un fan de Sherlock Holmes como yo, es el tremendo maltrato al personaje. Creo que no he visto un Sherlock tan ramplón, soso, poco ingenioso y desdibujado como en esta serie. No hay atisbo alguno de su figura. Tarda en hacer su aparición unos cuantos capítulos, tienes ganas de verle, te da fuerzas para seguir con la serie y piensas… Sherlock es capaz de arreglar este desaguisado… Nada más alejado de la realidad. Al menos creo que sirve para que los demás personajes sean un poco más de interesantes, pero eso no se hace carajo, no a él.
Los anacronismos campan a sus anchas. Algunos son demasiado evidentes. Creo que a nadie se le escapará la diversidad de razas en ese Londres victoriano de finales del siglo XIX y menos aún la posición en la escala social en la que se encuentran algunos de esos personajes. El lenguaje que usan, algunos de los conocimientos que usan para las deducciones, herramientas e incluso la comida que consumen, para nada tienen el aspecto de esa época. Aunque el fish and chips sea uno de los platos con más historia de la cocina inglesa, no creo que para nada tenga el aspecto que vemos, más bien parece sacado de la franquicia de fast food de la esquina del estudio de grabación.
Así pues, Los Irregulares es un producto que puede entretener a buena parte del público juvenil o a aquel que busque algo con lo que pasar el rato sin darle demasiadas vueltas a la cabeza. Si veis los primeros capítulos y pensáis en dejarla, os doy un poco de ánimo… va mejorando, al menos un poquito. Por favor, no maten al mensajero.