Año: 2016 | Dirección: Paul Verhoeven | Producción: SBS Productions, Entre Chien et Loup | Guión: David Birke | Música: Anne Dudley | Fotografía: Stéphane Fontaine | Reparto: Isabelle Huppert, Laurent Laffite, Anne Consigny, Charles Berling, Virginie Efira, Judith Magre, Christian Berkel, Jonas Bloquet, Alice Isaaz, Vimala Pons, Raphaël Lenglet, Arthur Mazet, Lucas Prisor, Hugo Conzelmann, Stéphane Bak | Género: Drama. Thriller | Duración: 130 minutos.
Tras dirigir en 2006 su última película, El libro Negro, Paul Verhoeven vuelve detrás de las cámaras para mostrarnos un thriller protagonizado por Isabelle Huppert y que prometía tomar gran parte de los elementos cinematográficos que han hecho tomar un nombre relevante en la industria al realizador, que incide en los excesos y decadencia humana a lo largo de su filmografía.
Elle toma partida con una mirada: la de un gato que observa fríamente y sin inmutarse cómo su dueña es violada por un siniestro encapuchado, que huye rápidamente sin dar pie a una captura. En el suelo se postra Michèle, quieta e impasible, ante la atenta mirada de su felino en contraplano. Este hecho, por brutal y despiadado que parezca, no parece afectar profundamente a la protagonista, que se levanta con endereza y comienza a organizar su vivienda y ella misma. Un punto de partida algo abrupto, pero que sirve como perfecta definición y hecho inductor de lo que vendrá a continuación.
Michèle, exitosa ejecutiva de una empresa de videojuegos, es una mujer divorciada que vive sola en su lujosa casa situada en frente de su atractivo vecino Patrick, con el que guardará una estrecha relación de amistad. A lo largo de una hora, el filme sienta las bases de su propia definición y la de la protagonista, que combina el desarrollo de los acontecimientos con la descripción de los personajes que lo compondrán: su ex-marido, la nueva pareja de él, su hijo y su problemática novia -embarazada teóricamente de él-, su mejor amiga y compañera de trabajo, el marido de esta amiga, su madre -operada mediante cirugía estética-, el novio de su madre, su vecino Patrick y la mujer de él, y por último los trabajadores de su empresa, a los que destacaremos dos de ellos que se postularán en contraplano. Para el final dejamos a su padre, principal artífice -de manera voluntaria o involuntaria- de la personalidad de Michèle y acusado de unos brutales asesinatos décadas atrás.
Bajo este punto de partida, el filme ahonda en las relaciones personales que se establecen en torno a la figura de Michéle a la par que describe tímidamente al propio personaje, que resultará frío, calculador e impredecible durante los 130 minutos que componen este particular drama mezclado con comedia negra. A su vez, Verhoeven ahonda en la visión mordaz de la familia o en la perversión humana, que resultará clave para describir a la protagonista y que nos hará mantenernos enganchados a pantalla a pesar de su ritmo sosegado y pasivo. Siendo colega de Haneke, algo se te tiene que pegar.
Llegados al Segundo Acto, con origen en la fiesta que organiza Michèle, los personajes irán olvidando su punto de partida inicial e irán bailando al son de los acontecimientos, promovidos íntegramente y sin pestañear por la propia anfitriona, que tendrá su plan de venganza perfectamente orquestado desde los primeros compases del filme. Pero ojo, que no solo frente a su violador -que seguirá acosándola intermitentemente-, sino a un personaje clave que he citado antes: su padre, que parte como origen de la personalidad.
Porque al final, con trabajo y solemne atención, el personaje se nos muestra a su completo y nos deja palpable la intención de Verhoeven de describirnos a Michéle durante toda la cinta. Para ello, nos sitúa la última pieza del rompecabezas justo al principio del relato: en la violación. Dentro de este acto, tan infame y mordaz como puede parecer en su forma, se esconde la liberación del personaje, el desato de su más sórdidos deseos y la perversión que aguarda dentro de ella. Precisamente por ello, y llegado al final, el deseo se convierte en hecho y se consuma la venganza planeada fríamente junto con el teórico abandono de la mentira que ha protagonizado la duración del filme y la vida de Michèle, interpretada por Isabelle Huppert y que retrata un personaje repleto de matices y construido en base a un punto de impacto rompedor y atrayente narrativamente.
No debemos olvidar que este último filme de Verhoeven funciona correctamene como relato vengativo y que posee la estructura narrativa clásica de este género: Hecho inductor, Búsqueda de la venganza y juicio, por lo que la capacidad de sorpresa que reside en la trama parte del impredecible aspecto psicológico que se ha otorgado a la protagonista y de cómo se ha llegado hasta él -cabe destacar que este último detalle no se explica de manera explícita, sino que se intuye en base a su carácter frente al hecho detonante y la relación con su padre-.
Un filme que hace justicia a una filmografía tan notable como la de este autor y que funciona adecuadamente como historia de venganza y descripción de un personaje en torno al cuál giran las relaciones personales del resto del elenco. No obstante, no es recomendable para todos los públicos por su ritmo sosegado y su tendencia, en momentos puntuales, de aburrir. Pero, a pesar de todo, es un título recomendable que evidencia, una vez más, el buen hacer y la buena mano en materias narrativa y fílmicas que gozan los realizadores europeos. [yasr_overall_rating size=»large»]