Elisa y Marcela se ha estrenado hace apenas un día en la plataforma de Netflix, tras un breve paso hace tan solo dos semanas, y de manera limitada, por los cines españoles. Isabel Coixet nos trae un romance de época basado en el primer matrimonio homesexual de España, y el único oficiado por la Iglesia.
Elisa y Marcela nos sitúa en un periodo a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX. Las dos protagonistas se conocerán en una escuela de A Coruña, entre las paredes del edificio irá brotando su amor, lo que las llevará a afrontar un camino nada fácil, pero que sin duda quedará grabado en la historia.
De hecho la cinta de Netflix comienza al final del camino, una envejecida Marcela se encuentra retirada en Argentina donde es visitado por otra mujer más joven que ella y dará comienzo a la historia que nos atañe, aunque contarlo todo sea imposible como bien dice Marcela. En los primeros compases del filme presenciaremos el acercamiento de Elisa y Marcela, con una hermosa fotografía en blanco y negro que sabrá contrastar de maravilla su ilumanación tanto en entornos interiores como exteriores, uno de los mayores puntos a favor de la película, será una gozada ver esos planos generales de grandes paisajes así como la relación entre las dos muchachas, con una cámara mucho más cercana a ellas y un mayor contraste de blancos y negros.
Elisa y Marcela ya se encuentra disponible en Netflix
Desde el primer momento conoceremos lo mejor y lo peor que nos deja la cinta en cuanto a narrativa, la química que surje entra las dos actrices (Natalia de Molina como Elisa y Greta Fernández como Marcela) y sus íntimas aproximaciones quedan en gran parte opacadas por unos diálogos para nada inspirados en su mayoría y un ritmo bastante irregular, sin detenerse en los verdaderos momentos que germinan el amor de ambas, para desarrollar una historia que intenta abarcar lo máximo posible pero que juega en su contra, descolocándose en muchas de las escenas por la velocidad con la que estas llegan.
Surge un romance incondicional entre ellas con una prisa poco creíble, a pesar de que ambas actrices hacen todo lo posible para sumergirte en ello. Tras esta primera parte de presentación, surge la separación de ambas a golpe y martillo del padre de Marcela. Una separación de tres años con un nexo a modo de entrevistas que anticipará su reencuentro. En este reencuentro se forjarán los mejores momentos del filme, plagados de escenas donde la cámara vigila las amorosas escenas de Elisa y Marcela, Coixet se sale en esos instantes con escenas poéticas y de los más imaginativas, mis aplausos para esos pulpos que juegan el homenaje a Galicia, pero debido al carácter sexual de las imágenes no hace si no recordarme a ciertos cuadros del famoso pintor japonés Hokusai.
Sin embargo, para pena de las protagonistas, y nosotros, estos momentos no duran para siempre. Coixet meterá la sexta en el momento que el melodrama llene la pantalla, ambas chicas urgen un plan para intentar estar juntas sin temor a lo que la gente pueda decir o hacer contra ellas. Elisa volverá como hombre y engañará a todos para casarse oficialmente con Marcela, esto por supuesto no será el sendero de rosas que ellas creen y traerá un ritmo sin descanso a la cinta donde visitaremos diferentes localizaciones y momentos de la historia real hasta el final del metraje y su unión con el comienzo de la cinta.
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La película pierde prácticamente todo su interés a raíz de esta parte, seguimos viendo grandes imágenes pero dejamos de asistir a los grandes momentos que las actrices nos regalaban juntas, para dejar paso a un desarrollo cargado de tedio peso a su ritmo casi incansable. El canto reivindicativo a las relaciones homosexuales de Isabel queda un poco a medias tras este punto, es una película que sin duda tiene cosas buenas, y no son pocas, pero esa segunda parte desgrava bastante del camino previo.