Crítica de Sin amor (2017): La fría Rusia

Sin amor
Sin amor

TÍTULO ORIGINAL: Nelyubov | AÑO: 2017| DIRECCIÓN: Andrey Zvyaginstev| PRODUCCIÓN: arte Francia Cinéma / Why Not Productions | GUIÓN: Andrey Zvyaginstsev, Oleg Negin | FOTOGRAFÍA: Mikhail Krichman | MÚSICA:  Evgueni Galperine| REPARTO: Maryana Spivak, Aleksey Rozin, Matvey Novikov, Marina Vasilyeva, Andris Keishs, Alexey Fateev | GÉNERO: Drama | DURACIÓN: 128 Minutos

Andrey Zvyaginstev no es un desconocido y fácilmente se le podría catalogar como el mejor director ruso actual, con el perdón de Sokúrov. Así lo avalan sus obras, que han cosechado premios y reconomiento por los certámenes y festivales por los que han pasado. Sobresaliendo en su filmografía nos encontramos con Leviatán y El regreso, ambas galardonadas. Ahora a ellas, se le une su última cinta, Sin amor, también conocida como Loveless, responsable de representar a Rusia en el nonagésimo certamen de los Oscar. Y no es para menos viendo el nivel que esta desprende.

Nos encontramos en la tierra de La Madre Patria. Una pareja en pleno trámite de divorcio deciden vender su piso. Sus encuentros solo les llevan a discusiones y a aumentar la brecha que los separa. La única cosa que les une es su hijo, quien tras una de sus discusiones decidirá desaparecer. Parece la sinopsis de una película de domingo de Antena 3, pero nada más alejado de la realidad.

Sin amor

Estamos frente a una cinta fría, más que Sin amor, como reza el título, desalmada. En ella se entermezclan una diversidad apabullante de sentimientos y malestar, como la angustia, el desazón, la desidia o la ira. Muchos de ellos transferidos al espectador a lo largo de la película, propiciados por los eventos acaecidos por la desaparición del hijo y la inutilidad de sus progenitores, a quienes fácilmente se les puede llegar a coger asco. Y no es para menos, dada la construcción del guion y el desarrollo de sus personajes, capaz de evitar la tendencia a darnos todo mascado y requetemascado, donde las alusiones a la conducta de los personajes, ayudadas por la interpretación de Maryana Spivak y Aleksey Rozin, y la atmósfera, consiguen conferir un panorama desolador a un falso amorío.

Y es que la atmósfera que recubre todo el filme es un perfecto símil de lo que nos expresa Zvyaginstsev, tanto la representación de una sociedad idiotizada, movida por acciones fútiles y superfluas y sobre todo por el «yo» egoísta bien representado en las motivaciones terrenales de nuestros protagonistas, donde no queda espacio para las relaciones interpersonales y siquiera familiares. Es por ello que el entorno desolador de Rusia, con su frío invernal y sus desoladas estepas, encaja perfectamente como localización para la cinta.

No se puede dejar estas líneas sin hacer referencia al portento técnico que tenemos delante, en el que su mayor virtud es sin duda su fotografía y sus planos milimetrados. Sabiendo lo que quiere mostrar y como lo quiere hacer, dándoles una razón, ya sea impresionar, profundizar o embaucar, consiguiendo que sean innecesarias las palabras para expresar lo que es evidente con la imagen. Simplemente… magnífica.

Sin amor

Y ya no queriendo extenderlo más, Zvyaginstsev hace gala de su estilo, el cual todavía perdura en él sin perturbarse, aunque consiguiendo con mayor eficacia lo que no ha logrado en otros de sus filmes como el también nominado al Oscar en 2014, Leviatán. Siendo esta vez arrebatado por una película menor, pero con una crítica más allegada a la sociedad en la que el rechazo a la integración de Una mujer fantástica,  ha superado a la crítica desalmada de la sociedad en Sin amor.