Crítica de Rebecca (2020), de Netflix – Muy Lejos de Manderley

Dirección: Ben Wheatley | Guion: Jane Goldman, Joe Shrapnel, Anna Waterhouse (Novela: Daphne Du Maurier) | Música: Clint Mansell | Fotografía: Laurie Rose | Reparto: Lily James, Armie Hammer, Kristin Scott Thomas, Keeley Hawes, Ben Crompton, Ann Dowd, Sam Riley, Tom Goodman-Hill | Productora: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; Netflix, Working Title Films. Distribuida por Netflix

Rebecca

Rebecca es la nueva producción de Netflix, dirigida por Ben Wheatley. La película llega a la plataforma haciendo mucho menos ruido del que debería, tratándose de un título tan interesante. Después de verla, entiendo el por qué.

Rebecca cabalga entre ser un remake de la oscarizada película de Hitchcock y una nueva adaptación de la obra de Daphne du Maurier. Pero sea como sea y la consideremos como la consideremos, lo auténticamente cierto es que esta nueva versión de Rebecca es un desastre.

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Un desastre, sí, con todas las letras. Lo cierto es que me cuesta casi atinar a por dónde empezar, por lo que lo haré por el principio mismo de la película, con la famosa frase “Anoche soñé que volvía a Manderley”. Echando la vista atrás, Hitchcock convirtió esta introducción narrada en una misteriosa, inquietante y oscuramente hermosa presentación para la película. Wheatley nos ofrece un atropellado y acelerado relatillo que, para más inri, se torna demasiado explícito y estropea cualquier efecto.

Y aquí tenemos dos de los mayores males de la película: es acelerada y es demasiado explícita. Parece que Wheatley y su equipo de guionistas se hayan afanado en desgranar la historia de Rebecca, pasarla por la batidora y servírnosla como un suave e insulso puré sin grumos. Como si el espectador fuera idiota. La magia de Rebecca, el hecho de que funcionara TAN bien, radicaba en la sutileza de sus mensajes e imágenes, en la pausa y el tiempo que tomaba cada acción. Cuando la segunda Sra. De Winter se decide a entrar en la antigua habitación de Rebecca, en la película de 1940 la vemos subir las escaleras y detenerse ante la puerta, temerosa de estar a punto de entrar en el mismo infierno. Aquí vemos una imagen suya entrando en la habitación en estampida, como un elefante en una cacharrería. La vemos “maravillarse” y casi admirar el perfume de Rebecca y los objetos que tiene. Nada que ver con los celos, el sentimiento de inferioridad, el miedo y la culpa por estar dónde no debe que veíamos en la obra original.

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Rebecca es una historia que se apoya en la sutileza, en la incertidumbre y en el silencio alrededor de la figura de una persona fallecida que sigue influyendo en la vida de los que quedaron atrás. Y si cada 10 minutos de película se menciona “el fantasma de Rebecca”, eso queda destruido. Ocurre lo mismo con el personaje de la protagonista y su evolución. La picardía, la determinación y la madurez que alcanza en veladamente y casi sin dejarlo entrever en la original, se nos muestra aquí como algo obvio y descarado.

La narración de la película es atropellada e inconexa. Parece que Wheatley y el equipo de montaje se hayan dedicado a pegar escenas e imágenes una detrás de otra sin mucho ton ni son: hay cero construcción narrativa. Es IMPOSIBLE sentirse atrapado, asfixiado, identificado o molesto con absolutamente nada de lo que vemos en pantalla, porque no hay un desarrollo previo: sencillamente nos lo ponen delante y punto. Uno de los momentos más significativos al respecto lo tenemos en la famosa escena del vestido para la fiesta, y en cómo en la obra de Hitchcock remata una retorcida versión de Cenicienta en la historia de nuestra protagonista. Aquí se muestra casi como una mera anécdota, que carece de origen y no tiene contexto.

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Algo importantísimo en la película original fue la fotografía, ganadora del Oscar. Y en ese sentido hay que concederle a la Rebecca de Wheatley que tiene una fotografía muy bonita. Pero es solo eso: bonita. Carece de alma o intención.

Sinceramente, creo que lo más razonable es terminar aquí este artículo: no tengo nada positivo que decir sobre esta nueva versión de Rebecca. Me parece un verdadero despropósito y una tomadura de pelo que haya llegado a ver la luz. Tan solo Armie Hammer como Maxim de Winter tiene algunos momentos de mérito, todo lo demás es buen material para una hoguera.

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Recuerda nuestro repaso a Rebecca (1940), de Hitchcock