En una etapa de máxima explotación de las series no resulta nada fácil conseguir un gran éxito y, menos aún, trascender con ello, llegando a formar parte de la consciencia colectiva de los devoradores del medio. Narcos lo ha logrado, ampliamente, en tres temporadas de gran nivel y con un personaje que ya es un referente en el imaginario televisivo: Pablo Escobar. Narcos: México, que supone un punto y aparte dentro de un mismo universo, empieza a vislumbrar que esta franquicia puede sobrevivir merced a una calidad, de momento, incuestionable.
Existe un amplio consenso en señalar los últimos veinte años de la televisión como una suerte de etapa dorada en la que la calidad de las propuestas (como la que nos ocupa: Narcos) ha alcanzado cotas inimaginables cuando, hace tan sólo treinta años, series como Twin Peaks nadaban casi en solitario en un mar de seriales episódicos de calidad variable.
Y en todos estos años dichas propuestas nos han sorprendido, en parte, por atreverse con géneros dispares, rompiendo tópicos morales y usando antihéroes como protagonistas -a veces carismáticos- en series ya míticas. Narcos, estrenada en 2015 de la mano Gaumont Television y Netflix, fue un éxito inmediato, un pequeño triunfo social en el que la figura de Pablo Escobar, así como la recreación dramatizada de hechos verídicos, consiguió colarse en el imaginario colectivo.
Tras dos temporadas centradas en la figura de Escobar, sin apenas señales de agotamiento de una fórmula ganadora, los productores no tuvieron más remedio que buscar alternativas de cara a una tercera entrega: el cartel de Cali. El resultado? Bien, a riesgo de parecer una metáfora de cierta sustancia, lo importante es que se mantenía la calidad del producto.
Con todo esto, con dos historias cerradas, con la certeza de tantas y tantas series modernas que agotan demasiado rápido su fórmula, Narcos anunciaba un viaje a México, no como cuarta temporada, sino como otra historia dentro de un mismo universo. Permítanme adelantarme: han vuelto a dar en la diana. El producto es otro pero de la misma calidad. Y aquí si hemos colado una bonita metáfora. Ya lo entenderán.
Narcos viaja 3500 kilómetros al norte de Colombia, hasta Sinaloa y Guadalajara, en México, para seguir la historia real del cartel liderado por Félix Gallardo (Diego Luna), inicialmente centrado en el cultivo y venta de marihuana, y los agentes de la DEA mejicana entre los que destaca, por razones de peso, Kiki Camarena (Michael Peña).
En lo formal esta nueva iteración de Narcos sigue ganándose al espectador con esa mezcla de voz en off a modo de narrador y el atractivo de asistir al ascenso y pudrimiento de toda organización generada desde la violencia. Con dos variaciones importantes: esta vez los actores locales son mayoritariamente mejicanos (se acabó la mezcla extraña de acentos de antaño) y las comparativas visuales con los sucesos se reducen.
Con ello perdemos un poco de aquel Narcos de la etapa Escobar-Cali pero ganamos en una mejor narrativa, menos espectacular, pero más cinematográfica. Además los personajes interpretados por Diego Luna y Michael Peña intercambian tendencia: uno no parece el clásico capo sanguinario y el otro no se concibe como el defensor de la ley que debe caernos bien. Kiki está cabreado y se le nota.
Al más que notable casting debemos añadir a Joaquín Cosío como Don Neto, de facto número dos de la organización, y sobre todo a un desatado Tenoch Huerta como Rafael Caro, el artífice de la descomunal plantación de marijuana que hace posible el nacimiento de un cartel que, en determinado momento, deberá expandirse. Y hasta aquí podemos leer.
Finalmente no podemos evitar comentar ese halo cálido, contradictorio, que envuelve esta serie y en especial su vertiente mejicana: ese toque natural del excelente plantel de actores, unos diálogos dramatizados pero creíbles, o esas interacciones musicales, casi envolventes, que te hacen sentir particularmente cómodo entre tanta droga, traiciones, sangre, sexo y corrupción.
Además próximamente, en nuestro Podcast tendrás un especial de esta entrega de Narcos.