Los Miserables es la “Cara B” de la épica obra de Victor Hugo. Es el reverso de los anuncios de Chanel y Christian Dior. Es esa otra Francia, nada más lejos de la “grandeur” que nos han vendido. Bienvenidos al portentoso debut de Ladj Ly y flipad durante dos horas pegados a la butaca del premio del jurado del último festival de Cannes.
¿Cansado de las comedias amables que nos llegan del país vecino? ¿Pensabas que la cinematografía gala era casi siempre un cine amable con la torre Eiffel de fondo? Pues Los Miserables es, precisamente, ese “casi”.
Que no nos engañe ese comienzo de todo un pueblo unido celebrando el mundial de fútbol ganado por Francia. Ly nos introduce en despliegue de banderas con el Arco del triunfo como telón de fondo. Todos los franceses están hermanados, son todos una sola persona. Pero debajo de la bandera que lo cubre todo no hay dos personas iguales. Porque no es lo mismo un francesito del distrito VII que uno de Montefermeil, por mucho que un evento deportivo les haga creer que sí. Termina la celebración, y volvemos a la realidad.
Montefermeil es un suburbio parisino donde se crió el director y que se nota que lo conoce bien. Demasiado bien. Como tantos arrabales de las grandes ciudades (y no tan grandes), tiene su propia ley y campaba sin presencia policial hasta hace nada. Un día en la vida de una patrulla policial es precisamente lo que nos cuenta el cineasta. Una policía que es un elemento más en el ecosistema de Montefermeil… en todos los sentidos. Las fuerzas del orden no se diferencian demasiado (más bien nada) del resto.
Aquí me gustaría resaltar el acierto de la figurinista Marine Galliano y maquilladora Sarah Pariset en la caracterización del trío policial. No hay diferencia visual entre ellos y el resto de vecinos del barrio. Van vestidos como tres quinquis de mediana edad porque, al fin y al cabo, no hay diferencia entre quién es policía y quién delincuente. También me ha parecido una gran decisión el uso narrativo del dron espía. Esa es la Francia que nadie muestra, pero que si la buscas la ves.
Lo más sorprendente de la dirección de Ladj Dy en Los Miserables es la naturalidad con la que te lo cuenta todo. Casi parece un documental sobre la vida en el Serengeti, no hay buenos ni malos, no hay valoración social, no hay condena ni redención. Ni crimen ni castigo… simplemente así funciona Montefermeil. Al igual que no hay un juicio de valor cuando la leona se come a la cría de un bisonte, Ly nos dice que así funciona el mundo. Al menos el que él ha conocido.
Ni siquiera es esa postura falsamente “equidistante” (la palabra más odiosa de los últimos años) del “yo no juzgo, le muestro al espectador los hechos para él tome su postura”. Ladj Ly no es ese director cobarde que te muestra sólo lo que le interesa pero tiene la desfachatez de decirte que eres tú el que lo está juzgando. No, Ly te enseña que la leona se come a la cría pero como la bisonta la pille le aplasta el cráneo. Y ninguna de las dos es buena ni mala, porque la naturaleza es así, siempre lo ha sido y siempre lo será. C’est la vie.