Viernes 10 de Julio; Netflix estrena La Vieja Guardia, película que adapta el cómic homónimo de Greg Rucka y que nos relata la aventura de unos guerreros inmortales que han protegido el mundo durante siglos de sus grandes demonios.
La Vieja Guardia nos devuelve a la Charlize Theron heroina de acción -devuelve por aquello de Atómica, cuya secuela está en desarrollo también de la mano de Netflix- y lo hace de un modo interesante, no se suma a la larga lista de cintas que tratan de subirse al carro del feminismo, masculinizando a una mujer dotándola de rasgos atribuidos en el género a personajes típicamente hombres, sino dándole su oxígeno en la trama y con una narrativa atípica en ciertos aspectos; aprovechando el hecho de su personaje principal y haciendo que importe.
Con una estructura relativamente moderna y desatascada en términos literarios, donde se aprovechan los corsés del género para crecer desde ahí y donde todas las decisiones son agónicamente narrativas, la directora no se permite en la mayor parte del metraje saltarse un código que parece abrazar, dándole una fortaleza bucólica a la película pero, quizá, no dejándola brillar demasiado en momentos que piden a gritos soltar un poco la cuerda.
Apenas hay un par de secuencias realmente vistosas y que buscan epatar de un modo evidente; y propablemente en esta peripecia es donde está la crudeza de una cinta que trata de ser algo más y la realidad de aquellos que busquen una película de acción al uso en la que cada 20 minutos haya una set piece que justifique la verborrea intermedia.
Esta condición es la que realmente define todo, la etiqueta «en tierra de nadie» sea injustamente un poco su sino, pero amigos, los intentos de hacer algo distinto han de premiarse, particularmente cuando en un par de años llegue una cinta que lo trate y lo consiga, películas como La Vieja Guardia abren el agujero por el que luego se cuelan las grandes.