Hoy hablamos de una de las películas más esperadas del año, la ganadora del León de oro en Venecia Joker, de Todd Phillips.
Si, ya lo sabemos. Has leído maravillas sobre Joker, sobre dignificar el cine de superhéroes -en este caso, villanos – o de que la cinta de Todd Phillips era lo mejor que se recuerda desde el pan de molde. Pero realmente, ¿es para tanto?
La respuesta es si. Rotundamente, y sin ningún atisbo de duda. Porque Phillips consigue conjugar en casi 120 minutos de metraje, una identidad propia en la narrativa visual, sin olvidarse del ritmo, el espectáculo, y sin dejar a ningún tipo de espectador fuera de la ecuación. Es cine que puede disfrutar el espectador más casual, como el critico más sibarita. Cine de autor mainstream. Y eso, en los tiempos que corren, es prácticamente un milagro.
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La historia arranca en la ciudad de Gotham, en la que Arthur Fleck, un autentico inadaptado que intenta sobrevivir trabajando como payaso, es maltratado constantemente por la sociedad. Uno de los primeros puntos bien trabajados desde el punto de vista de la película, es la creación de un universo viciado moralmente, en el que sus transeúntes son unos auténticos gilipollas. No es que el mundo esté en contra de Arthur, más bien, alguien como Arthur, no tiene sitio en este mundo.
¿Pero, como es Arthur Fleck?
Uno de los numerosos aciertos de Phillips, es trabajar el punto de vista desde la perspectiva de una persona con un trastorno de la conducta. El sueño de Arthur – inculcado por su madre – es hacer reír al mundo a través de la comedia, pero sus desequilibrios mentales, son una barrera insalvable para llegar a conseguirlo. En este punto, Phillips ya ha atizado al sistema sanitario de la ciudad, los servicios sociales, la industria del espectaculo, la hipocresía política, y la propia sociedad, con una dolorosisima frase que el propio Arthur escribe en su cuaderno «lo peor de tener una enfermedad mental, es que la gente pretende que actúes como si no la tuvieras.
Este podría considerarse el punto de partida y la presentación de la historia de Joker, una cinta que tiene bastante más de drama que de genero fantástico. La película versa en torno al moderno arquetipo del misfit – o inadaptado – en la sociedad, esa que le castiga sistematicamente simplemente por su forma de ser. Arthur es la personificación de uno de los dramas mas poderosos de la sociedad actual : el de intentar abarcar y convertirse en alguien que no es.
Pero lejos de caricaturizar su dolor, o justificar su locura, Phillips desarrolla un personaje cuya rabia, es dentro de lo que cabe, comprensible. Como un Travis moderno – innegable la referencia a Taxi Driver de Scorsese- la liberación de su dolor más interno, y la forma de canalizar todas las injusticias que el siente, pasa por, paradogicamente, tomarse la justicia por su mano. Y es a partir de ahí, en la ultima media hora de la película, cuando Arthur se convierte en el Joker, un tipo que recoge cada uno de los elementos vistos durante los 3 primeros cuartos de película, para componer un personaje memorable, ambiguo, pero sobre todo, único.
Sin entrar en spoilers, la película goza de una ambientación cercana a lo que podemos imaginarnos que es Nueva York en alguna época indeterminada entre 1955 y 1970, aunque esta información, nunca se nos revela. Estamos en Gotham ciudad de la que un Wayne es alcalde, pero los parecidos con la realidad son más que palpables. La banda sonora, compuesta en gran parte por grandes temas icónicos de artistas como Cream, Jefferson Airplane, Frank Sinatra, The Guess Who, Jimmy Durante, The Zombies, Tonny Bennet o incluso Nina Simone, son un elemento mas de contextualizacion temporal, de una realidad que no pertenece a ningún tiempo histórico de manera racional, pero con evidentes referencias visuales a nivel de atrezzo, vestuario y localizaciones.
Otro de los puntos fuertes de la película, es su endiablado ritmo, fusionado con una planificación que se escapa bastante de lo que podemos considerar académica. Más parecida a Birdman que a Spotlight (por citar dos ganadoras al Oscar, premio al que desde ya, también aspira), Phillips consigue romper las reglas de encuadre mágicas de hollywood para situarnos a pie de calle de este universo violento y cruel. Aguanta lo planos mas que de costumbre en Hollywood, y a veces apuesta por encuadres absolutamente feistas y contaminados, en parte, porque forman parte del estado de animo del personaje, al que oprime durante gran parte de la película en composiciones verticales, en las que tiene poco peso a nivel fotográfico en dichas composiciones.
La música, sirve como elemento externo de definición del estado mental del personaje en todo momento, y las actuaciones, destacando un apabullante Joaquin Phoenix, muchas veces rozan lo autoparódico de lo que este tipo de cine suele ofrecer a la gran pantalla. Interesante la participación de De Niro, formando parte del sistema que precisamente intentaba destruir en Taxi Drive, otro nuevo guiño al clásico de Scorsese.
Al final, todos estos elementos desencadenan en una historia en la que la única forma de soportar el dolor interno, es causando dolor ajeno. De como nos relacionamos socialmente y creamos monstruos de maneras estúpidas e hipócritas, pero sobre todo, de como algo tan esencial como el humor, es puramente subjetivo, y dentro del caos, podemos encontrar la mayor de las catástrofes, y a su vez, bellezas. Joker, una autentica joya de 2019.