Beau tiene miedo es un viaje de tres horas en las que el aclamado director Ari Aster explorará la idea del viaje del héroe desde otra perspectiva.
Beau tiene miedo es el tipo de película que solo se hace cuando un estudio le da al director total carta blanca. En particular, es el tercer largometraje del ya aclamado director Ari Aster, una odisea de tres horas que da un giro ferviente a la idea del viaje del héroe y una desviación importante de los trabajos anteriores del director: ‘Hereditary‘ y ‘Midsommar‘. En este caso el director nos brinda una comedia, pero no una al uso, sino una comedia de terror, oscura, morbosa e incómoda, a la par que divertida, que narra las tribulaciones del personaje principal, Beau Wassermann.
La película comienza con una premisa bastante simple: Beau le dice a su terapeuta, interpretado por Stephen McKinley Henderson, que irá ese día a visitar a su madre, interpretada por Patti LuPone, para pasar tiempo con ella en el aniversario de la muerte de su padre. Este duda de si podrá soportarlo. A partir de ahí, seguiremos a Beau en el transcurso de una semana mientras emprende un viaje épico para regresar a la casa de su madre, mientras una gran cantidad de personajes surrealistas lo ayudan y lo obstaculizan el camino.
Entretenida y estimulante a pesar de su larga duración



Está claro que las tres horas de duración de Beau tiene miedo serán un problema para muchos espectadores, pero si tengo que hablar en defensa de Aster, la película nunca se vuelve aburrida, porque tampoco da pie a ello. Podría definirse como una sátira satisfactoria, llena de bromas ingeniosas que celebran continuamente lo absurdo de la trama y donde, a través de su estilo agresivo, valiente y único, Ari Aster arroja a las personas a un mundo surrealista, que en realidad no es muy diferente del mundo que observamos todos los días, simplemente cambia el punto de vista. Los primeros 40 minutos son una pesadilla interminable y hermosa. Los movimientos de la cámara, el bloqueo, los ángulos amplios y la constante conmoción en la pantalla le dan al espectador algo nuevo horrible e impresionante en cada momento. La pura artesanía detrás de cada secuencia puede llegar a ser excesiva en algunos momentos, pero viniendo de Aster podría decirse que es marca de la casa.
Joaquin Phoenix realiza un trabajo excepcional y se propone a no bajarse del pedestal tras su actuación en ‘Joker‘. Su Beau es realmente una persona frágil y constantemente incómoda, lleno de matices que solo se perciben imperceptiblemente al principio de la visualización, una caracterización que ayuda mucho a crear un pegamento entre las diferentes secuencias de la película. Además, Phoenix compartirá la pantalla con personajes que bordean lo absurdo igual de interesantes, si no más, que el propio Beau, como el de Nathan Lane o el de Kylie Rogers, que absorbe completamente la atención del espectador en cada interacción, dejando además una de las escenas más memorables de la película.
El desenfreno de Aster



Beau tiene miedo es casi un experimento sociológico y humano, al menos en su primer y segundo acto, cuando todavía logramos mantenernos al día con el director y, sobre todo, cuando Aster logra mantenerse al día con su propia historia, antes de quedar completamente atrapado por unas ideas finales que, aunque se desarrollan estilísticamente de una manera impecable y cautivadora, golpean violentamente la pantalla haciéndonos perder completamente el contacto y generan una sensación amplia de desconcierto. Aster está tratando de hacer una película al estilo David Lynch y, aunque consigue cumplir y sorprender durante las dos primeras horas, el último acto es mortal y no hay por donde cogerlo, algo en lo que siempre ha flaqueado el director.
Ari Aster es un director con mucho talento, y lo demuestra lo suficiente con la increíble cantidad de ideas visuales y de dirección presentes en los 179 minutos de duración. Solo necesita un ligero movimiento de la cámara para cambiar el tono de la película o para lograr construir secuencias sorprendentes. Por lo tanto, es triste pensar que Beau tiene miedo a la larga resulta ser una película que pierde de vista al público para dejarse abandonar a las obsesiones más perversas de su autor, el cual no termina de decidirse entre un tono humorístico -que funciona demasiado bien en los primeros dos actos- y una seriedad horrible en su último acto. Beau tiene miedo es realmente una criatura extraña e inclasificable, una película sin límites que, sin embargo, tenía que haber tenido límites.
Café para cafeteros



Más que una película ambiciosa, Beau tiene miedo es una película en la que Ari Aster ha vertido, sin tener en cuenta nada ni a nadie, ideas, traumas, sensaciones, situaciones y tal vez incluso miedos personales. Es una película desequilibrada, una corriente de conciencia a través de imágenes, un delirio cinematográfico y la glorificación incontrolada del ego de un aclamado director.
Beau tiene miedo es difícil de clasificar. Cualquier punto negativo para un espectador puede ser un punto culminante para otro. Al final, esta es una pesadilla de la que no puedes escapar o despertarte, en donde Aster explora lo que significa ser finalmente libre cuando no puedes encontrar el camino a casa. La belleza de este viaje de tres horas es lo desenfrenado que es para las leyes de estudio moderno de cine. Solo tienes que estar en su propia longitud de onda. Es una película que, como ‘Midsommar’ y ‘Hereditary’, recompensa a las personas a medida que se familiarizan con las trampas internas del director, las mismas que querrán volver a visitar este infierno una y otra vez -donde me incluyo-.