Detrás de sus ojos, la última serie de Netflix, llega a la plataforma el próximo miércoles 17 de febrero. Protagonizada por Simona Brown, Eve Hewson y Tom Bateman, en forma de mini serie de 6 episodios, se atreve con un sugerente giro que nos anima a formular esta crítica a modo de lectura posterior. Esto es, avisamos, ¡spoilers!
En los últimos años, en paralelo a reducción de número de episodios, duración de los mismos, y por supuesto reducción a un máximo de unas tres temporadas, el mundo de la TV se ha volcado en el camino natural al que nos llevaba esta progresión (o descomposición del medio tal y como lo conocíamos): las mini series a modo de película fragmentada en episodios. Una formulación narrativa, aplicada en Detrás de sus ojos, muy atractiva por su inmediatez (más en la era del consumo voraz de temporadas en tiempo record), que apela a nuestra experiencia con el cine convencional, y anula algunas de las lágrimas habituales en el mundo televisivo: temporadas que no llegan, cambios, pérdida de nivel conforme avanzan los años, saltos de tiburón, cancelaciones…
Detrás de sus ojos juega bien con los elementos que benefician este tipo de propuestas de impacto sólido: seis episodios, de cincuenta minutos de duración, de los que entran sin que te des cuenta. El primer tercio de la serie, adherida a la premisa (aquella que se incluye en las sinopsis sin caer en el spoiler), es la que mejor aprovecha una lograda sensación de misterio apuntalada en la pura incógnita: sabes que algo ocurre pero tienes ni pajolera idea de que puede ser. Louise (Simona Brown), secretaria en una consulta psiquiátrica londinense, madre separada, tiene un breve lío con un tipo a la salida de un bar. Ese mismo tipo resulta ser su nuevo jefe David (Tom Bateman) y, para más lío, entabla una curiosa amistad con su esposa, Adele (Eve Hewson).
El acierto en el libreto y guión del creador Steve Lightfoot, y el director de todos los episodios, Erik Richter Strand, radica en concentrar en el personaje de Adele (una Eve Hewson, hija de Bono de U2, que brilla cuanto más turbio resulta su personaje) todo ese misterio y, exponencialmente, una suerte de acojone latente que anida en casi todas sus intervenciones durante los primeros episodios. Sin embargo, y a medida que Louise avanza en su lío múltiple al iniciar una relación con David, y afianzar su amistad con Adele, la protagonista y el espectador separan sus caminos. Al tiempo que ella se convence de que David es un terrorista emocional y Adele la víctima, el espectador empieza a poner todo su dinero en la apuesta más obvia: Adele es aquí la gran amenaza.
Y ahí entra, claro, el personaje de Rob y todo lo que acontece en forma de flashback sobre el tiempo que Adele permanece encerrada en una institución. A modo de piezas que van encajando poco a poco, el diario de Rob, en manos de Louise (visto ahora tiene todo el sentido que Adele le de a Louise un diario de una tercera persona que, de entrada, habla para si mismo sobre la propia Adele…), es el catalizador de la realización del espectador, antes que de Louise, primero sobre el elemento sobrenatural del asunto, de Adele dotada de un poder especial que le permite proyectarse y ver que ocurre ahí donde ha estado anteriormente, y en especial el giro final, cuando resolvemos que Adele falleció diez años atrás y es Rob quien ha ocupado su mente y cuerpo todo este tiempo.
Un giro de los que triunfan no sólo porque es impactante sino porque, como en toda historia contada como se debe, te hace replantearte todo lo que acabas de ver y, lo mejor, permite una segunda vez dándote cuenta de que, efectivamente, nunca fue Adele, sino Rob. Cuesta poco, ahora, ver a otra Adele cuando está encerrada, de la que vemos en tiempo presente desde el primer momento. Desde sus gestos, su mirada, su rabia latente ante un David que no la corresponde, su adicción a la heroína… Su plan definitivo, el que otorga un final incómodo, con un punto de terror, a Detrás de sus ojos, protagoniza un acertado tramo final: desde la casa en llamas, la nueva Louise (que nada más abrir los ojos evidencia la presencia de Rob en su cuerpo), el asesinato de Adele y ese final, amargo de Rob, transmutado en Louise, iniciando una nueva etapa junto a David.
El elenco actoral siempre es clave y este es uno de esos casos en los que era necesario el pleno acierto en el casting. Notable en el caso de Tom Bateman y Robert Aramayo, y total en el caso de Simona Brown y Eve Hewson. La primera como plausible víctima colateral de todo un entramado que se complica por momentos, con acertados tramos detectivescos, y la segunda -sin duda la papeleta más complicada- porque debe atender a varias identidades: la Adele real, la Adele que disimula y la Adele que deja de disimular y activa su terrorífico plan. Eve Hewson, merced a esa progresión, mejora en cada episodio y se revela, de forma clara, como la mejor del reparto. Un caramelo de personaje que redunda en el gran riesgo, saldado con victoria, de Detrás de sus ojos: debíamos creernos a esos personajes para que la empatía haga su trabajo. Conseguido.