En un año en el que la categoría de Mejor Película Extranjera en los Oscar fue tan sumamente potente que la ganadora se coronó como Mejor Película en la categoría absoluta, el mérito de figurar como subcampeonas no es moco de pavo. Polonia puede estar más que satisfecha de la cinta que presentó porque, señores y señoras, Corpus Christi es una película más que notable.
Daniel es un chico de 20 años que va a salir del reformatorio. Podríamos decir que es una víctima de la sociedad, que es un superviviente al que no le ha quedado más remedio que seguir ese camino… o dejarnos de eufemismos y decir simplemente que es un capullo. También es religioso, y ya sabemos que eso da un plus de peligrosidad a cualquier capullo… o no. Porque eso es lo que esperaríamos de una película rodada en España, Francia o Reino Unido… pero Jan Komasa es polaco y eso lo cambia todo en Corpus Christi. El 92% de la población polaca se declara católica y la mitad acude regularmente a misa. Polonia es un país en el que la ultraderecha lleva gobernando media década. Al igual que sucede en Hungría, el ultracatolicismo ha levantado una barrera cultural que la separa de Europa occidental.
La vida cotidiana que nos muestra Komasa es la de una sociedad en la que la iglesia sigue siendo la referencia incluso civil. Un sacerdote bendiciendo la inauguración de un aserradero es algo que nos recuerda a las imágenes del Nodo e impensable por estos lares. En Polonia no, pues la línea que separa la autoridad civil de la religiosa es bastante difícil de definir.
Corpus Christi nos habla de la modernización de la iglesia, con una visión renovadora de su director, pero hasta en eso es evidente el choque cultural. Para nosotros la renovación sería la progresiva separación de la religión de la vida civil. Para Komasa eso es impensable. La religión ha de modernizarse pero siempre dentro de la sociedad. Incluso es llamativo no ya que un reformatorio lo lleven curas (que también), sino la confrontación entre esa iglesia-cárcel y la iglesia-libre que supone Daniel. Eso sí, renovador hasta cierto punto. No estamos ante la visión integradora, jovial, alegre y «moderna» de la religión que Los Javis plasmaron en La llamada. Polonia no es España. Allí la iglesia es la iglesia en estado puro. Daniel parte siempre de lo que aprendió de los curas del reformatorio… moderneces las justas que con la iglesia hemos topado.
Entrando en un análisis exclusivamente cinematográfico, lo primero que hay que resaltar es lo bien rodada que está Corpus Christi. Solamente el comienzo, con un solo plano, ya golpea al espectador. Sutil, lo que se dice sutil, no es que sea Komasa. El paralelismo entre Daniel y Jesucristo la verdad es que es bastante obvio. El trabajo en un aserradero (¿Jesús carpintero?), el verse abandonado por su mentor en mitad de la nada (¿Dios padre?), traicionado por un compañero (¿Judas?) y molido a palos por todas partes (¿La pasión?) . Hasta tiene a su propia Magdalena. Todas esas metáforas funcionan bien, pero un poco de trazo grueso sí que son.
Todo el peso de la película lo sostiene con muy buen pulso el joven Bartosz Bielenia. Podría ser el hijo poligonero (o nieto, más bien) de Christopher Walken y es de esta gente que es guapa o fea según le dé le la luz, pero lo hace muy, muy pero que muy bien.
Película interesantísima e impecablemente rodada, que nos muestra la omnipresencia de una iglesia dentro de un país de la mismísima Unión Europea. Polonia está ahí, tan cerca… pero al mismo tiempo tan lejos.