Alguien Tiene Que Morir llega a Netflix con el reclamo de la actriz de moda en España, Ester Expósito. Tras el éxito de «Elite«, busca repetir la fórmula de niña rica, pero ahora en plena época franquista. La tan esperada producción es un retrato de la represión del franquismo más elitista, muy bien ambientado. Pero no nos engañemos, es una telenovela para gustos muy concretos.
Alguien Tiene Que Morir es una de esas series que parece que van a triunfar y se quedan en una más del catálogo de Netflix. Mucho se ha hablado de esta producción, en la que destacan las presencias de Carmen Maura, Cecilia Suárez, Ernesto Alterio y, como no, Ester Expósito. La presencia de la joven estrella tiene pinta, tras tres capítulos, de ser más un reclamo publicitario que una protagonista de la serie.
«La muerte es una acto de servicio», reza e lema de la policía franquista, los verdaderos protagonistas de las tramas que se tejen a lo largo de los tres capítulos que hemos podido ver. No vamos a desvelar detalles de la trama, pues es el verdadero hilo conductor de esta producción. Una historia de represión, de armas, de aventuras amorosas, de homofobia y de xenofobia. Como casi siempre en las series españolas. lo que más destaca es la ambientación sublime en cada plano.
LAS VIRTUDES DE «ALGUIEN TIENE QUE MORIR»
Con una clara vocación de telenovela, la serie no esconde sus intenciones. Estamos ante un drama familiar de época, ante un reflejo de oscuridad que aún tintinea en una sociedad, la española, que se las da de liberal sin serlo. Esa represión a la que sometió el régimen franquista a todo aquel que lo único que buscaba era ser libre, está muy bien reflejada, muy bien ambientada y sobre todo, muy bien tratada. Un tema tan cercano en el tiempo como la dictadura no se puede tratar de otra manera que no sea como lo hace la serie.
El personaje de Gregorio (Ernesto Alterio) es sin lugar a dudas, el alma mater de la serie, es quien enlaza las historias que dan forma a una trama que se complica y se enreda según avanza. Bajo su conflicto interno se esconde el sentir de una generación que pudo hacer más, pero no les dejaron. La violencia, la crueldad y el crecimiento de la clase alta franquista fueron las lacras de una sociedad que a día de hoy aún arrastran su miseria en la historia de España. Y Gregorio es el rostro elegido para contar esas historias.
El otro gran eslabón de esta producción es Carmen Maura, el rostro de la maldad y la ambición. Y lo hace de cine, su papel es el más creíble, es quién lleva al espectador a la desazón. Bajo la máscara de la sonrisa de una viejecita de la alta sociedad, atrapa a todos en sus redes, y no hay manera de escapar. Desde su trono de matriarca de una de las familias más influyentes de la alta sociedad española de la época, controla los tiempos de todo lo que le rodea para no perder ni poder, ni influencia.
El tercer gran pilar de la serie es la ambientación. Ya lo hemos comentado antes, está muy bien ambientada, tanto en el apartado de vestuario como de entorno. A nivel de localizaciones, se ha cuidado y mimado cada una de ellas, con los interiores más logrados que los exteriores, pero convincentes en todo momento.
LOS PECADOS DE LA SERIE
Como en toda producción, hay sombras en las luces. En el apartado de actuaciones, aparecen demasiado poco algunos de los personajes, con actuaciones fugaces que le dan ese aire de telenovela del que hablábamos. Por suerte para la producción, su presencia en pantalla sirve para enlazar las tramas de los personajes principales. En ese casting que ha buscado darle publicidad a la serie, se ha pecado en no cuidar todos los papeles de la misma manera, y se nota en el resultado final. Con esos personajes más trabajados, hablaríamos de una serie de largo recorrido.
El otro pecado es el que por desgracia se repite en demasiadas producciones es el sonido, tienes que subir mucho el volumen para oír los diálogos, la parte más importante de la serie. Mejor dicho, la telenovela. Es muy telenovela, y ojo, que en los primeros capítulos parece una cosa y en el tercero da un giro que te deja sin capacidad de reacción. Es una mini serie que merece más capítulos, pero que no los haya, le resta importancia.
En resumen, una mini serie de tres capítulos que si hubiera sido hecha con más, estaríamos hablando de una de las producciones a seguir, pero que se pierde en la necesidad de cerrar las tramas en un espacio de tiempo demasiado corto, y las prisas, en pantalla, se notan.