La vida en palacio, tensiones políticas de los ochenta y secretos de alcoba, The Crown está de vuelta en Netflix con su cuarta temporada. Los nuevos episodios de la serie que narra la historia de la Realeza Británica cuentan esta vez con el gran atractivo de la aparición en escena de dos grandes figuras femeninas del siglo XX: la Princesa del Pueblo, Lady Di, y la Dama de Hierro, Margaret Thatcher.
The Crown vuelve con fuerza y su esencia de siempre. Presenta a una Reina más madura interpretada a la perfección por la gran Olivia Colman que consigue -como en la temporada anterior- humanizar al personaje sin renunciar a la frialdad y distancia características de la monarca. La siguen personalizando su gran sentido del deber, llevar la corona por encima de todo y su actitud ante la vida: paciencia y perseverancia. La inteligencia emocional brilla por su ausencia y su papel político de no intervenir en la vida pública parece haberse comido – si es que alguna vez existió- a una Isabel que pretende ser más cercana pero que sigue sin empatizar con sus hijos, todo un misterio para ella.
La cuarta y penúltima temporada de The Crown era una de las más esperadas por la ansiada incorporación de Diana Spencer, que pasa a ser la Princesa de Gales y a convertirse en Lady Di, la Princesa del Pueblo. Emma Corrin, su intérprete, está a la altura de un personaje que pertenece al imaginario colectivo de todo el planeta y consigue captar su esencia, su carisma, sus expresiones y su voz.
Es un disfrute ver a la Margaret Thatcher de Gillian Anderson, que, con un gran trabajo interpretativo, de gestión corporal y de adaptación al personaje, logra que olvidemos a la actriz para ver a la Dama de Hierro. Consigue humanizar al personaje sin perder su esencia dura e inquebrantable y nos muestra las facetas de la primera ministra como mujer y política, casi indivisibles. Se muestra lo que sus políticas significaron para la sociedad y cómo su visión de la economía marcó al país. Con un poco más de tiempo se podrían haber tratado otros detalles interesantes como su relación con Ronald Reagan y su visión de la Unión Europea, pero se plasma su esencia neoliberal e incluso se critica.
Sin duda las escenas compartidas entre Olivia Colman y Gillian Anderson son de lo mejor de esta temporada. Recrean las diferencias y recelos que Reina y Primera Ministra vivieron en su momento y se palpa la tensión dejando frases tan potentes como “El poder no es nada sin autoridad”. Es un gusto ver el equilibrio y el contraste de dos mujeres en un mundo de hombres, con papeles importantes y personalidades e ideas distintas, pero que en el fondo se respetan e incluso aprecian.
El gran acontecimiento de los ochenta en el Reino Unido fue la esperada boda del Príncipe de Gales. Podemos ver el inicio de su relación con Diana, las luces y sombras de su matrimonio y cómo ambos – y la tercera en discordia, Camilla Parker Bowles- lo vivieron y sufrieron. El cuento de hadas que protagonizaban para la opinión pública era en realidad una cárcel invisible en la que se sentían presos. Vemos a un Carlos insatisfecho, celoso y ansioso por recibir la misma atención que su mujer. En paralelo, la metamorfosis de Diana y cómo se marchita víctima de un matrimonio falso, infeliz y sometida a una luz de gas constante. Mientras ocupaba todas las portadas y era querida alrededor del mundo, sufría un trastorno alimenticio que era un secreto a voces. Se echa en falta ver el acoso sin precedentes que recibió por parte de los medios, que visto con perspectiva podría habernos hecho reflexionar sobre el papel que tuvieron en su vida.
The Crown se mantiene en la línea de cuidar minuciosamente cada detalle. Todo encaja y empasta a la perfección: vestuario, decorado, ritmo, música y fotografía. Los capítulos están dirigidos por diferentes profesionales, pero todos mantienen la esencia estructural de tener introducción, nudo y desenlace. Se introduce el tema en cuestión antes de la cabecera y todo queda cerrado al final del episodio. Cada capítulo podría ser perfectamente una película, tanto por contenido como por la riqueza de planos.
Volvemos a ver a una Familia Real que de real solo tiene el título. En esta ocasión se nota incluso más su fría relación al tener el contraste de la cálida y humana Lady Di. Como el propio Príncipe Carlos se pregunta en uno de los episodios, ¿qué hay que hacer para recibir cariño en esta familia? En esta temporada conocemos más a todos los integrantes y sus diferentes personalidades. Los diálogos entre ellos tienen una gran riqueza y dejan frases en forma de reflexión acerca del ser humano, la verdad, la familia, la maternidad y cómo lidiar con una familia de su posición, en la que las reverencias suplen los abrazos.
The Crown humaniza a los miembros de la Realeza a la par que muestra lo ajenos que viven al verdadero mundo real. Muestra las muchas sombras de la Institución y tiene un final muy a la altura de la temporada. Simboliza un nuevo principio acompañado de la canción Noche de Paz, un buen recurso que entenderéis al verla. Una vez más queda claro que la Reina Isabel es el Sol en el sistema solar de la Realeza Británica y el resto de los astros giran a su alrededor, sin embargo, Lady Di era una estrella que encontró su luz y no se conformó con vivir a la sombra de nadie.