The young Pope: Así en la Tierra como en el Vaticano

the young pope

La serie de Paolo Sorrentino es tan difícil de descifrar como la vida en el propio Vaticano, pero cuenta con dos personajes apasionantes.

Una historia llena de historias es lo que muestra Paolo Sorrentino en su primera incursión en el mundo de las series. The young Pope, en principio programada para ser una miniserie de diez capítulos, ha renovado por una segunda. Su aspecto a veces satírico y surrealista, esconde algunos secretos que poco a poco se irán dilucidando, además de dos personajes que han sido de los mejor del año: el caprichoso Papa Pío XIII (Jude Law) y el sufridor Cardenal Voiello (un magnífico Silvio Orlando).

Desde el Vaticano no han emitido ninguna queja a esta elegante blasfemia dirigida por Paolo Sorrentino.

Y es que esta elegante blasfemia, por la que el Vaticano no ha emitido ninguna queja, cuenta la historia de un joven Papa con una carga en su cabeza, la de la orfandad. Es por ello que, como un niño caprichoso y vengativo, quiere formar una revolución en la Iglesia. Su objetivo es recuperar la fe de la gente, pero que cada uno aguante la cruz de su sufrimiento, para que consigan acercarse a ese misterio que plantea la Iglesia. Un misterio que va a aumentar ante su negativa de mostrarse al mundo.

Pero poco a poco, sobre todo en el último tramo, el Papa va asumiendo otra orfandad. Esta vez se trata de la soledad del poder. Ha tenido tantas ganas de alcanzarlo que ahora no sabe lo que hacer. El deseo de poder ha sucumbido al saber hacer y para ello tendrá que asumir que le aconsejen. El Papa madura y comprende que el perdón tiene que entrar en su diccionario personal.

Por otro lado tenemos al cardenal Voiello, un hombre de estado más que de Dios (todo lo contrario que que el divino Pío XIII). Su visión del Vaticano como ciudad estado es muy distinta a la visión celestial del Papa, cosa que ya le advierte Pío: »Se da aires de político y no acaba de ver que se enfrenta a un político mucho más astuto que usted: yo». Voiello trama, en varias ocasiones, como terminar con el papado de Pío XIII, pero tiene sus dudas.  Un quiero y no puedo que también parece estar en consonancia con sus propias dudas, aquellas que salen a la luz cada vez que habla con su protegido Girolamo. Además, es hincha del Nápoles y Maradona es su dios del futbol.

Quizás uno de los personajes más influyentes en el nuevo papado es el de Sofía (Cécile de France), la publicista. Sus diálogos y coqueteos dan mucha a vida a la serie. También hay que decir que es la única persona que, poco a poco, hace ver al Papa que necesita mostrarse en público: »Hay que mostrar el palo y la zanahoria. Hasta ahora solo hemos mostrado el palo.»

El coqueteo de Pío XIII no es solo con Sofía, sino con cualquier mujer que se le acerque, ya sean monjas o hasta la ministra de Groenlandia. Pero los momentos de más tensión sexual los vive con Esther (Cécile de France). Aunque le gusta el coqueteo, el Papa tiene claro que no debe romper su voto de castidad, aunque no se yo si lo tendrá tan claro en un futuro.

Los milagros de Pío XIII son caprichos suyos, exigencias a Dios. Eso le hace dudar si es más fuerte su voluntad o todo es por mediación de Dios.

Toda la serie se mueve en torno a la idea del humanismo, si hay un Dios o si es el mismo hombre el que tiene el poder de su vida. Esos milagros que vemos de Pío XIII son exigencias a Dios, son caprichos suyos. Es por lo que creo que Pío duda de esa existencia, ya que a veces deja caer que es la fe en sí mismo la que consigue obrar esos hechos. Rezar para que se cure la madre de un amigo, para ser Papa, para hacer fértil a una yerma o incluso para matar. Esa es la duda, la línea de la vida bifurcando entre creer o no creer, llevar una vida u otra.

Recomendaría esta serie a aquellos que no tengan prejuicios, a los que les guste un ritmo pausado y a todo aquél que no le importe que un canguro sea libre y corretee por los jardines del Vaticano.