The young Pope: Un discurso de paz (1×08)

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The young Pope encara su recta final con un capítulo cargado de sensualidad, emotividad y justicia divina. Todo rayando a un gran nivel tanto en argumento como en estética.

Después de los tristes hechos acaecidos en el último episodio, el Papa Pío trata de evadirse unos días en Castel Gandolfo. En cierto modo, Lenny se siente triste por la muerte de su amigo Dussollier. Su muerte le ha afectado tanto a él como a Sor Mary. Pero parece que no se siente del todo culpable, aunque quiera estarlo en el fondo. Su oración en el fondo de la piscina va a Dios, ese al que tanto busca y del que se siente cada vez más alejado. Lenny sigue albergando dudas, aunque para la gente tiene que seguir siendo Pío XIII.

Pío trata de descubrir por qué la gente se está alejando de la Iglesia, por lo que llama a la jefa de prensa del Vaticano, Sofía, para pedirle opinión sobre cómo cambiar esa percepción de miedo que genera entre la gente. Ya se estaba echando en falta ese coqueteo encubierto entre la asesora y el Santo Padre, un juego de miradas y de diálogos muy jugosos. La propuesta es clara, tiene que acercarse a la gente.

Pío XIII tiene que buscar la manera de encontrar a Dios y volverse cercano a sus fieles.

Pío, cansado de sus vacaciones, decide volver a Roma. De por medio tiene una interesante charla con su escritor favorito y perderá a su silencioso amigo en los jardines del Vaticano. Pero no me andaré con rodeos. El joven Papa tiene una crisis enorme de fe, además de pensamientos impuros. Pero, a pesar de sus dudas, la fe que tiene en sí mismo es inquebrantable. Tiene que buscar la manera de encontrar a Dios y volverse cercano a sus fieles.

En una de sus misas en la plaza de San Pedro, cada vez más abandonada, Pío XIII anuncia que va a realizar su primer viaje papal. Irá a África, a un país no nombrado, a visitar a la madre Antonia, una monja que realiza una labor social muy importante en aquel país. Pero Pío sospecha de esta cleriga. En el viaje lo acompaña un grupo de periodista, pero no se muestra ante ellos. Una de estas periodistas lanza una pregunta que puede ser importante en los dos episodios que restan. Pero no hay que adelantar acontecimientos.

Pío XIII se escabulle del recibimiento al bajar del avión y sigue mostrándose oculto a la opinión pública. Desde su coche, ve la pobreza y los crímenes que sufren los habitantes de este país. La miseria abunda en las calles y los productos de primera necesidad escasean. Ahora toca ver como es la labor de la madre Antonia. Al parecer, las sospechas de Pío XIII se consuman, ya que la monja vive en una condiciones muy buenas, mientras los demás matan por sorber un poco de agua de las ventanas. La clériga quiere ser una santa entre todos, pero esconde terribles secretos, además de apoyar a un rey que masacra a su pueblo. La hipocresía de estas misiones es un claro símil a casos reales, mencionando a una figura bastante controvertida del pasado siglo, una mujer con más sombras que luces, que vivía a costa de dejar morir a los enfermos. Adivinen de quién hablo.

Tanto el cardenal Voiello y sor Mary, como Pío XIII y Sofía, muestran momentos de atracción mutua en este episodio.

Por otro lado, este capítulo dejó dos momento interesantes en tierras africanas. Uno de ellos fué el acercamiento más que patente entre el cardenal Voiello y Sor Mary. La atracción es más que evidente, aunque Voiello parece más lanzado y propenso a dejarse llevar. Luego está ese momento en que Sofía se adentra en la máquina potabilizadora de agua. Pío XIII la observa desde fuera, en un intercambio de miradas y sonrisas que muestra cierta atracción.

La visita termina con el discurso del Papa ante los fieles. En teoría iba a ser la primera vez que Pío se mostrara en público y se sentara al lado del monarca del país. Pero Pío no decepciona. Alejado de todos, invisible, como una voz que viene de los cielos. Así es como Pío XIII dio un discurso de paz, algo muy difícil de conseguir. Genial la parte en la que dice que los niños piden muchas cosas, pero jamás la guerra. Esa paz que el pequeño Lenny tuvo con ocho años, junto a su padre y su madre en un lago. O ese otro momento, con esa chica con la que estuvo en su juventud y de la que aún se acuerda. De mil mujeres no se recordara ninguna, sólo los fragmentos más libidinosos. Pero él solo se acuerda de su única amante. Un discurso que podría acercarlo a las masas.

Paolo Sorrentino regala una escena llena de fuerza y misticismo en el final del episodio.

Ya para terminar, en su regreso a Italia, el avión tendrá que parar en Nápoles. A mitad de camino el Papa ordena parar en la próxima estación de servicio. Preciosa escena la que nos regala Paolo Sorrentino. Los coches oficiales y varios trailers forman un circulo. En el centro del círculo el Papa Pío alumbrado por los faros de los vehículos. Habla con Dios de un asunto que hay que cumplir. A miles de kilómetros de distancia, la madre Antonia se retuerce. El Papa sigue implorando desde Italia mientras la clériga se retuerce de dolor en África. Pronto se verá con Dios.

Un episodio brillante, llenos de claroscuros. Mordaz e inteligente, para variar. Muestras de la originalidad perdida en el cine y la televisión por el éxito inmediato. Aún quedan dos episodios, espero no salir defraudado.