La veneno (o biografía de ciencia ficción)

Veneno

Hay que reconocerle a los Javis que hayan conseguido que cada uno de sus estrenos sea todo un acontecimiento, como lo han sido en su momento los de Almodóvar, Amenábar, Spielberg o Woody Allen. Y todo esto sin llegar ni de lejos al talento que ninguno de ellos. Unas veces se pasan de simples, otras a veces se pasan de obvios y las de más allá las dos cosas juntas. No es que una escena se les vaya la mano, es que se pueden pasar de obvios pero que cuatro pueblos. En serio, Javis, que sé que me estáis leyendo: Que ya habíamos pillado a la primera que la cabrita era una metáfora. Y eso del escenario derrumbándose… sutil, lo que se dice sutil tampoco os quedó.

Ahora bien, virtudes tampoco les faltan. La principal de sus bazas son sus aciertos de casting (a ver cómo superan la elección de las tres Venenos) y, por encima de todo, su osadía. No parece que le tengan miedo a nada y esa no es una virtud: Es LA virtud. Ya me pareció una proeza hacer una película religiosa en pleno siglo XXI como fue La llamada. Pero no religiosa en plan Dogma de Kevin Smith o Madre!, de Darren Aronofsky (jamás escribiré bien ese apellido). No, no… religiosa en plan Sor Citroen o El milagro de Lourdes. Ahora con Veneno nos traen una biografía de un personaje menor de la historia televisiva española. Porque Cristina Ortiz no ha tenido ninguna relevancia en este país, por más que ahora nos pueda parecer lo contrario. La teta de Sabrina es historia de la televisión. La Veneno no. O, al menos, no lo era hasta que los Javis crearon un personaje que nunca existió.

Veneno 01

Cristina Ortiz fue un peón televisivo de un tipo de programa que causó furor en su momento.  Pepe Navarro importó el formato del Late night norteamericano y lo sazonó de esperpento patrio hasta saturarlo. Javier Sardá (o Xavier, porque nunca me entero de cómo firma) lo hizo suyo y Buenafuente ya fue diluyendo la fórmula. Lo más parecido ahora sería lo de Broncano y no se parece absolutamente en nada. Estos programas crearon una galería de fenómenos de feria de los que La Veneno fue una más. De las más exitosas, pero no fue más que Tamara, la bruja Lola o el padre Apeles: Un producto de usar y tirar.

Veneno 02

Desde luego que no fue alguien a quien admirar. Se acabó el tipo de televisión que la lanzó a la fama, dilapidó todo el dinero que había ganado y terminó en la cárcel por estafadora. Y, sin embargo, nos la acaban de convertir en embajadora de los derechos y dignidad de las mujeres del movimiento transexual… y va a ser que no. Cristina Ortiz no fue nunca ni una Bibiana Fernández ni una Carla Antonelli, seamos serios. Pero es que jamás pretendió serlo. La Veneno es un continente vacío sobre la que los Javis han volcado la imagen que han querido, creando un símbolo de la nada. Es algo así como las reliquias de los santos. Da igual que sea objetivamente imposible que Santiago el Mayor esté enterrado en Compostela. Lo que importa es la experiencia espiritual que esa ilusión provoca en las personas. Otro ejemplo (dejadme que me ponga redicho que llevo mucho sin ponerme):

Hermenegildo fue el hijo del rey visigodo Leovigildo, allá por el siglo VI (no desconectes que tiene sentido lo que te voy a contar de él). El padre lo mandó de gobernador al sur de Hispania, donde estaban asentados los bizantinos. Pues Hermenegildo se convirtió al catolicismo para congratularse con estos y que le apoyaran en la rebelión contra su padre. Perdió, fue ejecutado y desapareció de la historia hasta que le vino bien a Felipe II. Se dio cuenta de que podía convertirlo en un mártir de la lucha contra los infieles protestantes y de repente se transformó en santo por algo que jamás había hecho. Pues Los Javis son Felipe II y Cristina Ortiz es Hermenegildo. Porque a Hermenegildo lo podían convertir en lo que quisieran porque nadie se acordaba de él. A La Veneno lo mismo.

Gran parte del público de la serie no había nacido cuando saltó a la fama o no lo recuerdan de pequeños que eran. Y los que son más mayores… tampoco se acordarían demasiado de ella, las cosas como son. Por eso, en un acto de presentismo de libro, han hecho un relato de ella. No importa la historia ni el personaje, importa la lectura actual que hagamos de ella, aunque sea inventándosela. Y lo han conseguido.

Sólo hay algo en esta serie que verdaderamente me molesta: el blanqueamiento de la prostitución. Esperaba que treinta años después de Pretty Woman hubiéramos aprendido algo, pero seguimos igual. El principal monstruo con el que tiene que luchar una persona transexual es que tiene todas las puertas laborales cerradas. La prostitución es de las pocas salidas que tiene y eso es un problema social de primer orden. Pues nada, sigamos blanqueando la esclavitud en pleno siglo XXI. Pose es otra serie que aborda a personajes trans y hace exactamente lo mismo, romantizar la prostitución como casi única salida profesional.

Siempre digo que nadie le puede decir a un director de qué hablar ni cómo. Si los Javis quieren tratar a la prostitución como un trabajo de oficina, allá ellos. Lo único que digo es que las casas que vemos en la carretera con luces rojas son mercados de esclavas legales.

Y no hay veneno que acabe con eso.