Cerramos la cobertura de Roskilde 2019 con otra jornada magistral para el recuerdo. En nuestra memoria, Lizzo, Janelle Monáe, y The Cure.
Como ya sabréis, si habéis leído las crónicas anteriores, me hice un esguince en el concierto de Brockhampton, a lo que había que añadir ampollas en los pies, dormir 3 horas diarias, que se me inundara la tienda de campaña, y un resfriado importante a causa de la lluvia. El cuarto día en Roskilde 2019 día amaneció negro, y dudaba en poder asistir a algún concierto. Le eché un poco de valor, fui a la enfermería, me vendaron las ampollas y el tobillo, y hasta arriba de cafeína, entré en el recinto, como si no hubiese pasado nada.
Zeitkratzer



Es una lastima, porque a estas alturas, ya me había perdido nombres como Catfish and the Bottlemen, Scarlet Pleasure o The Armed, pero mejor entrar a las 17:00 que no entrar. Zeitkratzer es una formación alemana que trabaja en base a la experimentación e incluso se atreve a versionar composiciones operisticas o mas poperas, como la obra de Lou Reed. He de decir, que tuve la inmensa suerte de acudir a un escenario Avalon medio vació, en el que pude tumbarme sobre el mullido cesped, cerrar los ojos, y dejarme llevar. Zeitkratzer es toda una experiencia, la banda más especial que pude ver en el festival. Desafían cualquier regla armónica, las melodías se rompen sin ningún tipo de misericordia, y encontrar muchas veces en el ruido, la belleza, era la forma mas rápida de entrar en un concierto no apto para todos los públicos, pero realmente estimulante y único.
Janelle Monáe



Ya me habían avisado. «Janelle está en un momento de gracia, no te la pierdas». Y así hice, bien cerquita, y con unas ganas locas de dejarme llevar por sus dirty computers, nos regaló uno de los conciertos más reivindicativos, divertidos, profundos, y emocionantes de todo el festival. Como un icono de libertad sexual, racial y emocional, la norteamericana dio el espectáculo definitivo. Bailes a lo Michael Jackson, coreografías grupales con narrativa visual, virguerías vocales de quedarte tonto, e incluso, un dominio impresionante con algún que otro solo de guitarra. Espectacular es poco. Al igual que varios artistas durante estos días, añadió que Roskilde era su festival favorito, y no nos extraña, ya que el clima de comunidad es en esencia, el mensaje que intenta transmitir con canciones como Crazy, Classic Life, Q.U.E.E.N, o Make Me Feel.
No fueron pocos los momentazos irrepetibles, como cuando salio vestida de vagina a cantar Pynk, o cuando seleccionó a tres personas al azar para subir al escenario y bailar I Got The Juice ante la emoción descontrolada de una de esas chicas. Aunque el momento perfecto, a nivel de timing terrenal, creo que seria cuando empezó a versionar Purple Rain y cayeron algunas tímidas gotas sobre mi cabeza. Un concierto de Rap, de R&B, de Pop, y de reivindicación, absolutamente maravilloso.
Lizzo



Después de este buen rollo, era difícil encontrar un concierto a la altura, pero Lizzo, fue exactamente lo que necesitaba. Si Janelle hacia referencia a la libertad como individuo, lo de Lizzo era una oda a la aceptación de uno mismo, con nuestras sombras, mierda y taras que traigamos de serie. El público coreaba cada tema de tal manera, que la propia Lizzo estaba emocionada, y nos confesó, que jamas había tenido una reacción así del público en su vida.
Roskilde tiene algo especial, y artistas que promueven la interacción entre el público, la fraternidad, e incluso el amor, siempre son recibidos con un cariño extra. A estas alturas, ni me acordaba del dolor de pie, ni de las ampollas, ni de la caraja mental del catarro, que posteriormente derivaría en fiebre. Lo de Lizzo fue hit tras hit, como si Queen Latifah y Whoopi Goldberg se fusionasen en una persona perdida en un universo escandinavo, que la adoraba como a una diosa. Otro concierto para reconciliarte con la especie humana.
The Cure



Antes estuve cenando, y viendo un poquito de Converge, pero tocaba cerrar el festival por todo lo alto con el gran cabeza de cartel de esta edición. Tuve la oportunidad de verles en 2012 cuando giraban haciendo conciertos de 3 horas y pico, y la verdad, no aguanté a verles enteros. Desconozco si el cansancio, mi falta de madurez musical, o una mala noche de ellos, fue la razón, pero desde luego, no hubo feeling entre ellos y yo. Pero esto cambio radicalmente en Roskilde.
El videoclip de la semana : Salvatore Ganacci – Horse
No se si fue el Orange Stage, la sensación de supervivencia extrema, la cafeína haciendo efecto, o que Robert tuvo una noche inspirada, pero la única forma que se me ocurre de definir este concierto es como precioso. Y dentro de esa belleza, había alegría, pero sobre todo, tristeza. La historia de The Cure – y por ende, de Robert – está llena de sombras, y en temas como From The Edge of the Deep Green Sea, Burn, Lullaby, One Hundred Years, o Pictures of You, podías palparlo claramente. Fueron dos horas y 15 de bailes en temas miticos como Just Like Heaven, Close to Me, Friday I’m in Love, o Boys Don’t Cry, pero tambien de New Wave pseudo teenager con Push o In Between Days. Realmente era como asistir a un recital de sonidos que marcaron y cambiaron la historia de la música contemporánea durante los años 80, y una forma maravillosamente perfecta de cerrar uno de los mejores festivales de mi vida. Larga vida a Roskilde. Larga vida a The Cure.