Review de Runaways, 1º Temporada (2017): Calma, aquí no ha pasado (casi) nada

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Marvel expande su universo televisivo con una adaptación poco convincente del cómic Runaways

Desde que en 2013 Marvel, ABC y Joss Whedon presentaron Agents of SHIELD, la Casa de las Ideas ha replicado su universo cinematográfico con otro televisivo basado en personajes y cómics menos conocidos pero igualmente amplios en intenciones. Netflix se ha llevado buena parte de los estrenos (Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage, Iron Fist, The Defenders, The Punisher), mientras que la ABC, Fox y Hulu se han repartido el resto. Runaways, estrenada en esta última plataforma, supone la adaptación del cómic original de Brian K.Vaughan (Runaways, 2003), y cuyo segundo volumen contó, precisamente, con Joss Whedon (Runaways Vol. 2, 2007-2008).

La premisa, a priori, era interesante: un grupo de amigos adolescentes -y muy ricos- presencian un ritual de sacrificio de una joven a manos de sus padres. Tras el suceso, convencidos de que son hijos de una panda de villanos, deciden escapar e iniciar una lucha contra sus familias usando sus propias armas y sobre todo las habilidades ocultas que han heredado y que, a la postre, identifican al cómic con el género de los superhéroes. El primer episodio de Runaways, adaptada al medio catódico por Josh Schwartz y Stephanie Savage, promete justicia con dicha premisa, con una estética colorista (casi pastel), múltiples incógnitas y sobre todo un grupo de amigos reunidos tras dos años de separación debido a la muerte de uno de ellos: Amy Minoru. La misma noche en la que, por fin, consiguen reunirse, presencian un extraño ritual, en cuyo shock posterior empezarán a cavilar que, tal vez, sus padres -además de inmensamente ricos- son unos villanos.

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En lo narrativo, Runaways funciona a dos niveles: el de los padres, unidos bajo la misteriosa organización “Pride”, y el de los hijos, lidiando con el conocimiento y aceptación de la maldad de los primeros. El problema es que la serie confunde la intriga con contar apenas nada; y lo poco que cuenta ofrece una alarmante falta de intensidad dramática. En algunas ocasiones lo que debería ser un gran momento, una revelación, o un giro, queda reducido a casi nada por la inoperancia casi estructural en la producción de la serie. Y digo esto porque el problema no sólo atañe a los guiones, o a la dirección, sino hacia algunas decisiones de casting poco convincentes, especialmente en el caso de Rhenzy Feliz como Alex, el líder de facto del grupo. Son 10 episodios en los que Feliz afronta cualquier línea de diálogo con la intensidad y convicción propia de una estatua. Sorprendente.

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¿Podemos rescatar algo? Tal vez, sin pasarnos. Por el lado juvenil destacan los personajes de Karolina Dean (Virginia Gardner), que abandona pronto su rol de princesa prototipo, la pequeña y creíble Molly Hernandez (Allegra Acosta) y sobre todo Gert Yorkes (Ariela Barer), posiblemente el personaje más sólido en desarrollo e interpretación. Por el lado adulto, complicado, casi que me quedo con Victor Stein (James Marsters), pese a su escaso papel y sobre todo a ser protagonista de otro de esos momentos desprovistos de alma de Runaways: la invención más cutre, casual y random de los viajes en el tiempo. Fabuloso. Lamentablemente todo lo suscrito queda a merced de unos diálogos insuficientes salvo en muy contadas (y curiosamente, muy acertadas) ocasiones. Runaways pedía, a gritos, elevarse a través de unos diálogos ágiles, en especial para marcar el choque moral y generacional.

Bueno, tratemos de terminar esto con algo positivo. En lo formal, Runaways sí sabe ofrecer algo certero, con una estética que podría -mínimos narrativos y dramáticos mediante- ser un buen complemento: colores vivos con la manida California brillando al son de la ominosa vida de lujo de sus protagonistas. Los créditos iniciales, así como la banda sonora (la propia, pues la ajena es comercial y predecible), descansan en soledad ante este despropósito televisivo en que ha resultado la primera temporada de Runaways.