Seguramente a los más jóvenes del lugar no les suene demasiado este actor, pero estamos hablando de una de las figuras mediáticas más populares de finales de los ochenta y principios de los noventa. Luis Escobar ostenta el mérito de ser el único aristócrata franquista que le caía bien a todo el mundo, pero no lo vamos a reivindicar por eso. Lo que quiero es poner en valor su carrera profesional, algo desdibujada por su arrolladora personalidad.
Luis Escobar se hizo conocido gracias a Luis García Berlanga. Tras una pequeña aparición en La escopeta nacional, deslumbró tanto que lo llamó para protagonizar los dos siguientes títulos de su trilogía: Patrimonio nacional y Nacional III. El genio valenciano lo convirtió en estrella de cine con solo una escena y a los 70 años. Escobar debería utilizarse en las terapias psicológicas para demostrar que nunca es tarde para lograr aquello que deseas… aunque dudo que su sueño fuera ser estrella de cine. Tampoco lo necesitó.
La figura de Luis Escobar es lo menos políticamente incorrecto que se ha despachado y se despachará, y aún así triunfó en la España de la transición. Un fenómeno similar sería imposible que hoy se diera. Hijo de los marqueses de Valdeiglesias, fue nombrado en 1938 jefe de la Sección de teatro de la jefatura de propaganda del régimen de Franco. Ahí es nada. Escobar es carne de lo que hoy llamamos cultura de la cancelación pero que siempre se ha conocido como censura a secas. El caso es que se había dedicado toda su vida al teatro hasta que Berlanga le propuso que se parodiara a sí mismo en La escopeta Nacional.
Escobar accedió a ridicularse, a reírse de su ambiente familiar y mofarse de todo lo que significaba. Eso es ser muy grande, porque nadie puede pensar que lo hizo engañado. Sabía perfectamente quién era Berlanga, la película que estaban haciendo y lo esperpéntico de su intervención en ella. Y aún así dijo que sí, que adelante. No necesitaba trabajar porque estamos hablando de un actor jubilado y millonario de nacimiento. Berlanga le propuso cachondearse de su estatus político, social y económico. Aceptó y sus diez minutos en pantalla son historia del cine. LEYENDA.
Reivindicando a los directores «currito»
Su papel era tan anecdótico que perfectamente podría haberse caído del montaje final. Cierto, pero brilló de tal manera que fue lo más recordado de la película. Nacional III y Patrimonio nacional son películas corales en la que interviene junto a robaescenas natos como Jóse Luis López Vázquez, Mary Santpere, Chus Lampreave y Luis Ciges. Actores con una trayectoria y talento infinitamente superiores al de Escobar… y, sin embargo, es a él al que se le recuerda en esas películas.
Luis Escobar no fue nunca un gran actor y realmente se estaba interpretando a sí mismo en la trilogía de Berlanga, pero brilló más que nadie y eso no se aprende. Hay algo en este tipo de actor que es un valor innato. Se tiene o no se tiene. Esa luz, ese carisma, esa capacidad de reírte de ti mismo se tiene de serie.
Los ancianos del lugar recordarán a un abuelito simpático y entrañable que salía en Telecinco y en películas espantosas de la época (porque telita lo que hizo después de Berlanga). Pero Luis Escobar es mucho más que eso. Es la demostración de que a veces hay un «no sé qué» innato, que no se aprende. Un carisma, un halo especial que te convierte en el favorito de los dioses de ese Olimpo llamado Cine.