En el cine se han planteado escenarios futuristas en inmensidad de ocasiones. Esto, ha propiciado que fuese cual fuese la narrativa que aconteciera el film, estaba inexorablemente ligada a ciertas ideas preconcebidas. El esperado avance tecnológico que se espera que ocurra en los próximos siglos, la constante preocupación silenciosa por un cataclismo que acabe con la humanidad y la supervivencia de una especie, lo suficientemente contagiosa como para que no pueda sobrevivir en un único planeta huésped. En la ciencia ficción, siempre se nos ha imaginado sobreviviendo ante todo esto, pero no solos. La aparición de las máquinas y la inevitable conexión con el ser humano, casi como un deseo nostálgico de recuperar nuestra humanidad y de recordar cómo funciona la mente con la Inteligencia Artificial.
RASGO DEL PENSAMIENTO
Si nos planteamos cómo podemos entender los distintos rasgos del pensamiento, nos encontramos de frente con uno de los mayores misterios de la humanidad. Cabe preguntarse cómo se puede desarrollar un modelo artificial de inteligencia. En la realidad, podemos imitar patrones conocidos. Crear conexiones entre eventos y configurar un complejo sistema de algoritmos, que ayuden a simular el comportamiento de una persona. Pero, al haber tanta diferencia entre cada individuo, entre las formas de procesar y entender las mismas vivencias entre una persona, es prácticamente imposible, por ahora, plantearnos replicar lo que entendemos por inteligencia. Sin embargo, unos rasgos comunes en las personas están asociados a las emociones: Inteligencia Emocional.
Algunas películas tratan la inteligencia artificial haciendo especial hincapié en el rasgo emocional. Se alejan de las clásicas mentes psicópatas representadas en máquinas, como HAL 9000 en 2001: Una Odisea en el espacio(1968) de Stanley Kubrick, o la misma saga Terminator.
INTELIGENCIA EMOCIONAL
En un pequeño repaso a algunas de estas películas, tenemos a A.I: Inteligencia Artificial (2001) de Steven Spielberg. Este film nos muestra lo enfermizo y bello de la obsesión humana más extendida: el amor. Representado en el sentimiento más puro. Lo que siente un niño por su madre. Esta película arrasa con el concepto, desmitificando el sentimiento. Como parte de una fantasía que descansa en paz dentro de nuestra mente. En otro tono mucho más satírico, tenemos Guía del autoestopista galáctico (2005) de Garth Jennings. Aquí conocemos a Marvin, un robot maníaco-depresivo, que representa los trastornos mentales más extendidos. No deja de ser cómico a la par de cruel. El efecto de rechazo que produce la idea de fabricar un robot para que sufra se desvanece magistralmente con la aparición de elementos contrastantes, como las puertas automáticas de la nave en la que viajan los protagonistas.
Una película en la que la inteligencia emocional de la máquina es lo suficientemente cruda es Ex Machina (2015) de Alex Garland. La historia nos presenta de manera visceral la interacción social entre un ser humano y una máquina. Es interesante el tratamiento tan humano que se manifiesta a lo largo de la narrativa, que conduce a un nivel de complejidad emocional que trasciende hasta la supervivencia del ser. Lo que nos deja una la más razonable y humana de las conclusiones. Los sentimientos son una herramienta social que nos permite sobrevivir. Todo ser que sufre o ama anhela la salvación.