A Hard Problem es la nueva película del dúo formado por Matt Stewart y Kyle Hasday, conocidos como Hazart, que llega hasta nosotros con una propuesta conceptual bastante ambiciosa.
¿Qué es la consciencia? ¿Cómo se manifiesta? ¿Pervive después de nosotros ¿A dónde vamos? ¿Es posible, de algún modo, que nuestra existencia se prolongue más allá de nuestra vida? Y si es así ¿Somos nosotros los fantasmas, o son ellos que ya no están? Son preguntas complejas, algunas de las cuales han ocupado la mente de científicos, teólogos y filósofos durante milenios. Son el origen de las religiones y de infinidad de corrientes de pensamiento. Y a pesar de ello, continúan, y continuarán siempre, sin una respuesta. Tratar de encontrar esa respuesta es, en cierto sentido, lo que quiere hacer A Hard Problem.
El dúo de directores Hazart nos plantean un escenario con el que todo el mundo puede sentirse identificado: la muerte de la madre del protagonista es una tragedia que cambia el devenir de su vida en adelante. Sin embargo, aquí es dónde todo empieza a volverse algo confuso. La película no esconde en ningún momento que durante sus primeros compases nos falta mucha, mucha información. Y no lo pretende, porque la sensación de desorientación, confusión e incluso angustia que vive Ian, el protagonista de nuestra historia, debe trasladarse al espectador. Es necesario para que nos preguntemos qué está pasando realmente, y también por qué está pasando. Para que el argumento de A Hard Problem funcione, la película debe conseguir primero que el espectador se plantee ante su visionado las preguntas anteriormente expuestas.
Enmarcada en algún momento indeterminado del futuro (aunque podemos intuir que se trata de un futuro relativamente cercano), la cinta nos plantea algunos interrogantes desde el primer momento, cuando Ian acude al hospital dónde su madre a fallecido, en busca de sus restos y de lo que debe hacer a continuación, pero se topa con una respuesta inesperada.
Voy a intentar no desvelar detalles de la trama en esta crítica, pues es crucial acudir a la película sin prejuicios ni ideas preconcebidas para poder disfrutarla con todo su potencial. Y es un gran potencial, eso seguro. La pregunta es si realmente consigue estar a la altura del mismo, y eso está menos claro: dependerá de lo que cada uno se lleve finalmente al final de esta cinta.
De forma muy sutil, Hazart consiguen presentarnos en A Hard Problem una historia que es profundamente humana, pero también una fantástica muestra de ciencia ficción, añadiendo una nueva pregunta a las anteriores ¿Dónde está el límite de la tecnología? e incluso ¿Vale la pena asumir las consecuencias?.
Cada detalle importa en el equilibrio de las dos identidades de esta película, y lo cierto es que esta historia podría haberse contado de cientos de formas diferentes, y casi todas mucho menos complicadas de realizar. Si eso es una virtud o no, quedará de nuevo a juicio de cada espectador.
Lo que sí es seguro es que A Hard Problem es una película absorbente, que consigue mantener nuestra atención en cada momento. El ritmo, primordialmente pausado y grave, se ve sometido a pequeñas modificaciones repartidas durante todo el metraje, no solo para resaltar algunos eventos, sino para mantener inteligentemente el interés y la frescura. La conexión entre el espectador y el protagonista es algo crucial en el visionado, y es algo que los directores consiguen casi desde el primer momento. No obstante, es imposible que todo el mundo conecte a través de las mismas “teclas”, por lo que si esta conexión no se produce, veo muy difícil que A Hard Problem sea un triunfo para ese público en concreto.
La narrativa, si bien puede parecer algo compleja en su forma, no lo es tanto en su fondo. De nuevo, tengo la impresión de que es necesario entender y conectar con nuestro protagonista para poder apreciar y comprender lo que sucede. Creo que podría decirse que “A Hard Problem” es una película bastante espiritual en ese sentido.
Aunque el desarrollo de la historia nos guarda algunas sorpresas, lo que no debería sorprender a nadie, dado el bagaje de Hazart, es el excelente tratamiento de la fotografía en esta película, en la que cada imagen, cada toma, cada elección de tono o colores, tiene significado y algo que decir en la narrativa visual de la cinta. “A Hard Problem” es una película muy visual y, salvo en algunos momentos muy determinados, si fuera un film sin diálogos, sus imágenes y su banda sonora serían más que suficiente para comprender casi la totalidad del film. Esto, para muchos, marca la esencia del cine como arte y posiblemente convierta esta producción en un visionado interesantísimo para aquellos que más disfruten del aspecto puramente visual del séptimo arte.
Las relaciones interpersonales, extrapolables desde el interior de una familia al global de la humanidad, son otro de los factores más presentes e importantes en la película. La relación de Ian con su hermana y con su madre, que descubrimos mediante flashbacks y durante el “presente” de la cinta, las motivaciones de cada uno y la forma en la que queramos aceptarlas o no como espectadores, tienen un impacto clave en cómo percibiremos el final: desde trascendental hasta insulso, todas las opciones pueden ser correctas o erróneas.
Y quizás ahí está el único y mayor fallo que le pongo a esta película: quizás aspirar a tanto, con un planteamiento tan apoyado en la percepción individual de cada espectador, desnuda a la película de un significado real. O puede que no, de nuevo…
Lo único que puedo decir sobre A Hard Problem con absoluta certeza es que vale la pena verla, porque es la única forma que cada uno tendréis de descubrir si realmente os ha servido de algo. A mí, me ha parecido excepcional y, en un extraño sentido, esperanzadora.
Recuerda nuestra crítica de La Liga de la Justicia de Zack Snyder