En Cinéfilos Frustrados inauguramos nueva sección dedicada a episodios concretos de series de televisión que, por diversas razones, destacan sobremanera del resto. Empezamos con el famoso San Junipero de Black Mirror. Eso sí, con spoilers.
(Nota: es recomendable leer esta review con el Heaven Is A Place On Earth de Belinda Carlisle)
No vamos a mentir: esta sección no nació como una idea general y tras ella San Junipero fue la elegida para su primera entrega. De hecho fue al revés: San Junipero inspiró la idea de una sección dedicada a episodios que, por distinto motivo, merecen una entrada a parte en nuestra web. De momento la lista abarca la mencionada Black Mirror y otras como Twin Peaks, Breaking Bad, Miami Vice, Lost, Mr Robot…
San Junipero, emitido el 21 de octubre de 2016, es el cuarto episodio de la tercera temporada de Black Mirror. Pese a ello fue el primer episodio en producirse en aquel tercer año y esto tiene su importancia: las dos primeras temporadas tuvieron producción y emisión original británica para, en 2016, convertirse parcialmente en una serie Netflix. Según su creador y guionista de todos los episodios, Charlie Brooker, fue el primer intento de abandonar el tono pesimista de las dos anteriores temporadas en las que cada episodio incidía en el uso incorrecto, abusivo y egoísta de la tecnología en un futuro cercano. San Junipero es, de entrada, único en ese punto de la serie y podríamos afirmar que es el episodio más abiertamente optimista de Black Mirror.
El plot twist, esencial en muchos de los episodios de Black Mirror, es inevitable en San Junipero pero la historia sobrevive al mismo y, debido a ello, apunta visos de transcendencia en el medio. Este episodio invita a su revisión gracias, en buena parte, a que no vuelca sus intenciones en el mencionado giro. Y es que las dos protagonistas de nuestra historia, Yorkie (una maravillosa Mackenzie Davis) y Kelly (Gugu Mbatha-Raw), a las cuales podemos ver en plenitud juvenil viviendo un romance en una población costera en 1987, son en realidad dos ancianas moribundas conectadas a un sistema de realidad virtual. El componente tecnológico, y el uso del mismo, asociado a la eutanasia como remedio para poner fin a la vida cuando uno lo desea, está ahí y merece su porción en esta review pero si San Junipero dispara nuestras emociones es porque es condenadamente hermoso.
Charlie Brooker y Owen Harris (director del episodio) utilizan distintos elementos que derivan del componente tecnológico que permite a Yorkie y Kelly vivir su historia: San Junipero es una reproducción nostálgica de la idea, del recuerdo, que nos queda de los años ochenta, los noventa, los primeros años del siglo XXI o cualquier época (en un final descartado podíamos ver ambas amantes en los años veinte, por ejemplo). La autoconsciencia con la que el guión nos deja claro, a través de las palabras de Kelly y de muchos detalles, que esa reproducción (especialmente la ochentera que domina la primera mitad del episodio) está basada en una distorsión del recuerdo (la mitificación de una época) permite al espectador disfrutar de todos los tópicos asociados a la época porque no duda de ellos: San Junipero es una aproximación bastante real, y con mucha mala leche, de lo que en realidad podría ser la recreación de épocas pasadas. Basta con ver ejemplos como el de Stranger Things o American Horror Story 1984, con la diferencia que en San Junipero, tanto Brooker como el espectador, saben que todo es mentira. Y por supuesto campo libre para la facilidad que tenemos para mentirnos a nosotros mismos precisamente cuando todo se tuerce (y nada se tuerce más que morirse, claro). Audaz.
La trama tecnológica, la realidad que subyace a la fantasía ochentera y romántica que viven Yorkie y Kelly, debe esconderse al espectador (que disfruta de ello casi con la misma devoción en futuras revisiones) durante la primera mitad del episodio pero está ahí todo el tiempo: Kelly comenta que os habitantes del lugar son tan horteras que deben haber sacado su idea de la moda de una película; las bromas de ambas chicas sobre su supuesta enfermedad terminal (de supuesta nada, claro); Yorkie (¿he dicho ya que Mackenzie Davis está maravillosa?) negándose a jugar a un videojuego en el que los coches tienen accidentes; y por supuesto la fantástica abstracción temporal (es todo 1987… Como en Stranger Things es todo 1983, 1984 ó 1985 salvo que en aquella no es irónico el asunto) y posicional de San Junipero. Ese sitio es una mentira y por ahí avanza la trama y se compromete la historia de Yorkie y Kelly.
Porque, esencialmente, San Junipero es una de las mejores historias de amor vistas en televisión (y el mevengoarribismo me invita a mencionar el cine, también, pero me voy a contener). Kelly y Yorkie tienen su primer encuentro en uno de los bares musicales de 1987 y ambas interpretan sus papeles de forma inconexa: Kelly está pasándoselo bien, de forma despreocupada, sin ataduras, viviendo una fantasía de diversión y libertad de uno de sus lados sexuales tras 49 años de matrimonio y la idea de abandonar San Junipero una vez fallezca en la vida real; mientras Yorkie vive, literalmente, por primera vez. Un accidente a los 21 años la dejó postrada en una cama y ahora, con este viaje virtual, puede por fin descubrir todo lo que jamás pudo sentir en una juventud marcada por unos padres que no aceptaron su sexualidad y cuyo rechazo, asociado a un accidente esa misma noche, marcó el fin de su vida física.
Su romance invierte los papeles: Yorkie se deleita con las nuevas experiencias (literalmente: su primera relación sexual), con la vida; Kelly ve comprometidas sus intenciones y pese a que se casa con Yorkie para que esta, en la vida real, pueda acceder a la eutanasia, inicialmente rehuye a Yorkie y a San Junipero como pasaporte a una eternidad de amor, felicidad, música y todo lo que se quiera. Un sentimiento de traición hacia su difunta familia (marido e hija) le impiden dar el paso. En ese punto parece que Charlie Brooker meditó darle a San Junipero un final triste pero, felizmente, cambió de idea. Felizmente sí: pocas veces un final feliz ha sido tan acertado y deudor de su propia narrativa. Porque esta historia de amor entre dos mujeres supone, para ambas, un paso adelante: la valentía de anteponer aquello que nos hace felices.