Cuarentena. Aislamiento. Distanciamiento social. Bueno, no. Ésto último no, gracias a la tecnología podemos estar cerca en la distancia. Aprovechando estos tiempos con nosotros mismos, os ofrecemos una interesante entrevista con Polo Menárguez, director de «El Plan», una de las últimas películas que pudimos ver antes del estado de alarma por la crisis del Coronavirus. Además, nos ha facilitado fotos en exclusiva de su rodaje, del autor Julio Vergne. Disfrutadla.



- Antes que nada, agradecerte el tiempo que te tomas con esta entrevista. ¿Como llevas la cuarentena? ¿ Como a estás viviendo?
El confinamiento se ha convertido en un estado emocional que empieza a ser normal. Tiene momentos de angustia, momentos de abatimiento, de tristeza, pero también de placer. Es como la vida, el maldito confinamiento. Mientras vivamos, todo irá bien. La verdad es que he entrado en bucle con cierta facilidad, y eso solo puede significar una cosa: que yo y mi familia estamos bien. Dentro de las frustraciones del encierro que padecemos todos y la angustia que provoca ver a la sociedad sufrir de esta manera, yo a nivel personal lo estoy viviendo bien. Me siento privilegiado. Normalmente me encanta estar solo y trabajo en casa desde hace casi un año, así que, quitando las penas y los miedos que nos corroen a todos, no me puedo quejar. Pasé el virus de una manera relativamente leve, y ahora ya estoy asintomático y curado. Estoy bien en casa, además, siempre lo he estado. Tengo muchísima suerte. Mi hermano y mi madre son sanitarios y se están matando a currar en diferentes hospitales grandes de Madrid. Me siento inútil, y espectador, pero es lo que nos toca.
- Tras «El Plan», ¿cuáles son los proyectos que tienes a futuro? Un futuro que parece incierto, pero no por ello desaparece.
Ahora mismo estoy montando un documental que rodé en diciembre sobre la compañía de teatro Club Caníbal. Es un documental basado en la amistad, en el cariño y el respeto al trabajo que hacen sus integrantes. Un relato sobre una manera de estar en el mundo. Cuando pase el confinamiento pretendo seguir rodando, así que aún queda para estrenarlo, pero estoy contento con el material que voy editando. Tengo también un par de proyectos de películas de ficción que están prácticamente escritos y en una fase primaria de financiación, pero su futuro por culpa del virus tiene pinta de ser más incierto. Maldito virus. Mientras tanto, en los ratos en que me da pereza abrir el programa de edición, sigo escribiendo. Ando liado con el guion de una película de género y una novela corta. Me divierto mucho escribiendo ambas, pero lo hago sin ninguna pretensión. Quizá por eso me divierten. La novela me la dejo para los fines de semana, así me paso todos los días esperando que llegue el sábado.



- ¿Se resiente el proceso creativo con el confinamiento, o al contrario, se ilumina y surgen nuevas ideas?
Las buenas ideas y las “iluminaciones” surgen currando. Todos los días intento sentarme delante del ordenador a las nueve de la mañana y ponerme a currar. He borrado de mi cabeza la idea de que existe algo llamado “inspiración”. Para mí es importante tener varios proyectos en desarrollo que no me permitan pararme. Cuando me atasco con un proyecto salto al otro. Para mí, el cine, o cualquier otro medio de creación o de expresión no pueden depender del estado de ánimo. Es un oficio como cualquier otro, y hay muchas maneras de encontrar la motivación para remangarse. El confinamiento nos ha dado tiempo, mucho tiempo, y eso es valioso para nuestro oficio. A veces, cuando trabajamos en casa, los recados, la socialización, o cualquier cosa que se interponga, se convierten en nuestros peores enemigos porque mucha gente da por hecho que escribir en casa no es trabajar, y requieren de ti como si estuvieras parado.
El confinamiento nos aísla en nosotros mismos y pone una barrera con el exterior. Es muy fácil concentrarse. Estos días a veces me he puesto a editar el documental a las nueve de la mañana y cuando me he querido dar cuenta ya era de noche y tocaba salir a los aplausos. Cuando uno se sumerge en un proceso creativo que es absorbente y nada del exterior le distrae, el tiempo pasa volando. Es por ello que hablando con muchos compañeros en situaciones similares, todos coinciden en que los días se hacen cortos y hay una extraña sensación de que no da tiempo a todo. Lo que más me jode es la espalda. Noto que pasar el día sentado o en el sofá hace mella. Intento hacer ejercicio dentro de casa, pero me siento como un hámster.



- ¿Estás viendo mucho cine en estas fechas? ¿Alguna película que te esté marcando o de la que te apetezca hablar?
Desde hace tiempo intento ver una película al día y en el confinamiento esto es más fácil. Estoy volviendo a ver grandes clásicos, no sé muy bien por qué. Esos que vi una y cien veces durante mi adolescencia o durante la carrera y que tenía ganas de volver a visitar. También estoy repasando la filmografía de Woody Allen, las películas que solo había visto una vez o que no había visto. Tengo ganas de hincarle el diente a su biografía con sus obras más frescas en la cabeza.
Ayer volví a ponerme El hijo, de los Dardenne, que en su día vi en el cine y no había vuelto a ver. Me fascinó, me pareció extrema, radical, no la recordaba tan atrevida en su forma. Tiene un planteamiento que hoy en día sería imposible. Es una narrativa visceral, que te agarra el alma, te marea, te atrapa… Creo que es el punto de vista más radical que he visto en mi vida, y una película cruel pero humana, un trozo de vida arrancado de algún lugar. Me encantó también Clockers, de Spike Lee, que no conocía. El primer cine de Lee es único, gamberro, es callejero en todo su planteamiento, hasta en cómo mezcla las músicas. Creo que la atmósfera es impecable, es un cine que huele, que se te mete en el alma por todos los sentidos. Los personajes son fantásticos, inmorales. Es una película que iba a hacer Scorsese y acabó dirigiendo Spike Lee, y tiene algo ambos universos en una mezcla imposible que acaba siendo ghetto en cada poro. Es un genio, Lee. Hizo ‘Do the right thing’ cuando era un crío. Me da la sensación de que para él la forma es un juego para contar cosas serias. En esas dos capas hay un punto de vista muy extremo: el de un adolescente que de pronto es consciente de la crueldad banal que le rodea.
Intento ver películas que sé que son buenas o muy buenas, la verdad. Estos días creo que el objetivo es tratar de no equivocarme y no ponerme algo que sea aburrido o prescindible. Por eso huyo de las series, aunque me está divirtiendo Tiger king. Quiero aprovechar para darle las gracias una vez más a Filmin. Es mi mejor aliado de este confinamiento.



- Entrando en un tema serio, ¿cómo ves el futuro del cine a corto / medio plazo cuando termine el estado de alarma?
Este es el gran tema de conversación con todos mis compañeros cuando nos llamamos. El problema no es solo el cine, es la sociedad que nos va a dejar este virus. Pienso en el futuro de miles de oficios y profesiones, y me preocupa una sociedad que una vez más tenga que aguantar una cruel crisis económica. El cine la va a sufrir, pero también muchos otros sectores igual o más importantes. Creo que los creadores tenemos que arrimar el hombro en la reconstrucción como sea. Y por supuesto, paralelamente, luchar por nuestros derechos. Tiene pinta de que las salas, que ya estaban sufriendo el auge de las plataformas, van a padecer mucho esta probable crisis. Y yo las quiero defender a muerte, básicamente porque una sala de cine es uno de los lugares donde más feliz he sido y soy. Me gustaría que los creadores, independientemente de que estén produciendo o no, se unan a esta defensa y no den por hecho que el virus ha terminado de consolidar el cambio de ciclo de la gran pantalla a la pequeña. Me niego a ese maldito cambio de ciclo. Me da nauseas la idea de que las salas de cine pequeñas se van a extinguir porque la gente se va a quedar en casa viendo cine en plataformas. No podemos permitir que esto ocurra. El mundo sería un lugar peor. Y ya bastante jodido es.
En el terreno personal, joder, este se supone que era mi año. Toda la vida esperando estrenar una película en salas y cuando lo consigo, las cierran. Y aún así, no debería quejarme. No soy el único, y yo por lo menos tuve la suerte de poder estrenar y de estar tres semanas en cartel. Esto ha sido duro, pero ahora el mayor miedo que tengo es que mis nuevos proyectos de ficción se paralicen o tarden más en hacerse realidad. Pero supongo que también es un miedo con el que llevo lidiando mucho tiempo, como todos. Yo soy bastante pesimista (herencia familiar), así que luego suelo llevarme gratas sorpresas. Toco madera. El cine es un oficio en el que hay que creer siempre por encima de las expectativas, que suelen ser malas, y con una fe ciega. En el terreno práctico la verdad es que, como cualquiera que esté ahora en paro, espero encontrar un trabajo a corto o medio plazo para poder vivir. Si no, habrá que inventarse algo. Os diré dentro de unos meses.



- ¿Qué nos puedes contar de tu camino hacia la dirección de cine? ¿Anécdotas?
La verdad es que siempre quise hacer cine. Es una obsesión que arrastro desde muy pequeño. Cuando tenía catorce años mi hermano me dio una videocámara que iba a tirar porque estaba estropeada; no grababa en color y no registraba sonido. Con ella, hice mi primer corto homenajeando al cine mudo que había empezado a descubrir. El protagonista era mi padre, que no era actor ni mucho menos pero se divertía con mis ocurrencias. Volví a rodar con mi padre en varios ocasiones y usando nuestra casa como set. En mis manos adolescentes, mi padre fue un escritor frustrado, un compositor de música, y hasta un cura. Son cortos terribles que espero que jamás salgan a la luz, pero les tengo mucho cariño. Después estudié Comunicación Audiovisual y siempre tuve muy claro que quería hacer cine, pero salí de la carrera en plena crisis y solo encontré trabajo en la tele. Trabajé dos años en TVE como ayudante de realización en todo tipo de programas, directos y grabados.
Aprendí a respetar el oficio y a los compañeros, a echar horas, a dejarme los cuernos currando. La tele es como la mili. Perdón por la maldad, pero se nota la gente del cine que no la ha pasado. En la tele los equipos de realización se dejan la vida en los controles y en los directos. Creo que el directo no se me daba mal y me permitía vivir, pero siempre tenía en mente poder escapar y hacer cine. Siempre. Mucha gente en la tele te dice que es imposible hacer cine, y es muy peligroso porque puedes acabar creyéndotelo. Hice varios cortos e incluso una película experimental extremadamente lowcost, pero no podía vivir de la ficción, así que fui realizador durante tres años en Deportes Cuatro. Un día decidí que había sido suficiente y dejé mi trabajo para rodar Invierno en Europa, largo documental que pude pagar con mis ahorros gracias a la enorme solidaridad de mis compañeros, que creían en la historia tanto como yo. Fue la mejor decisión que pude tomar. A partir de ahí, me convencí de que tenía que apostar fuerte por lo que siempre había querido hacer.



- Tenemos en marcha en la web el primer Festival de cine Frustrado, con películas poco conocidas y alternativas. Te animamos a echarle un ojo. ¿Cuál dirías que es tu proyecto frustrado, por llamarlo de alguna manera? En nuestro caso el término Frustrado lo vemos como algo positivo, como un reto.
Me encanta la idea de cine frustrado. La frustración en el cine es un compañero de viaje eterno con el que uno tiene que aprender a convivir en todas las fases. Yo creo que me voy acostumbrando. Sin embargo, tengo un proyecto frustrado y cada vez que pienso en él me entra ansiedad. Con mis medios (mínimos), un texto muy radical, y actores maravillosos que se lanzaron de cabeza sin pensarlo, empecé a rodar una película que se llamaba “Una pareja española”. Quería rodarla por partes, de manera intermitente, y durante un año, y escribir cada parte según terminaba la anterior. Era un ejercicio fresco y divertido, carente de ambición y pretensiones. Apenas revisaba el guion. Tenía ganas de ver qué pasa cuando ruedas una primera versión. Creo que solo llegué a rodar un cuarenta por ciento, aproximadamente, que ahora mismo tiene forma de corto inédito que está montado pero que lamentablemente jamás he terminado de postproducir. Me encanta, es disparatado y cutre en el buen sentido, pero no sé qué hacer con él. Ningún festival lo quiere. Espero terminarlo pronto y poder compartirlo en redes, aunque sea en su modo incompleto, que es casi lo más coherente con el espíritu punkie del proyecto.
- ¿Qué otros hobbies tienes aparte del cine?
Me encanta la música y no haberme dedicado a ella es otra de mis grandes frustraciones. El único instrumento que me atrevo a tocar es la guitarra. Alguna vez he hecho amagos de tener grupos, como tantos otros, supongo, pero me falta tiempo y dedicación, así que me curo yendo a conciertos y escuchando muchos discos en casa. Me encanta la literatura también, obviamente, y aparte de leer a veces me atrevo a escribir cuentos o novelas cortas que nunca termino y que de momento guardo para mí. Disfruto mucho cocinando sin pretensiones platos de toda la vida, paseando, montando en bici por Madrid, y también necesito emborracharme de vez en cuando con una buena botella de vino que me recomiendan mis amigos de “Mas que cervezas”. Me apasiona conversar. Soy un fanático de las conversaciones.
- ¿Qué es lo primero que harás cuando nos quiten las cadenas del estado de alarma? ¿O qué no harás?
Creo que lo primero que haré es juntarme con la gente a la que quiero, verles las caras, tocarles, y celebrar cosas con ellos. Hablar mirando a los ojos y no a través de una puta pantalla. Volver a la socialización. Lo siguiente es ir al cine, el acto que probablemente más echo de menos, y luego conciertos, teatros… Un buen concierto bailongo, por Dios, de esos que uno sale sucio, sudando y con pitidos en los oídos.



- Por último, es tu momento, puedes hablar de lo que te apetezca, incluso lanzar un reto o pasar la bola a otro posible entrevistado. Adelante.
En este confinamiento hay gente agobiada porque hace muchas cosas, y gente agobiada porque no consigue hacer nada. Pero si te fijas, esa frase se podría aplicar en cualquier momento. He vivido momentos de mi vida donde literalmente no podía más, y otros en los que estaba atascado, en paro, y frustrado porque no me salía nada. Ambos provocan la misma ansiedad y la mayoría de las veces la solución no siempre depende de nosotros. La espera, la paciencia, saber estar cuando no estás, creo que son ejercicios que debemos hacer siempre. Todo acaba pasando, pero casi nunca cuando más lo deseamos. Las expectativas son muy cabronas. Alguien una vez me dijo que la vida es como un tren que a veces va muy rápido y a veces se para. Y cuando se para, no nos queda otra que esperar sentados a que vuelva a arrancar. Porque bajarse del tren e intentar empujarlo, parece un mal negocio… Escuché decir a Ricardo Darín que la mayor parte del tiempo intenta no hacer nada, y me dio mucha envidia. Ese es mi reto. No hacer nada. Y lo voy a hacer ahora mismo en cuanto termine de escribir esta respuesta.
Un auténtico placer esta entrevista. Y recomendamos «El Plan».