Tres amigos en paro preparando un «no sé qué». Un Esperando a Godot que se lía y se lía. Esa es la propuesta del segundo largometraje de Polo Menárguez, El Plan. Una propuesta minimalista que no está nada mal.
¿Recuerdas todas las veces que digo que con un buen guion y unos buenos actores, ya tienes media película hecha? Pues si no, te lo vuelvo a repetir: Si el director se limita a no cagarla, es imposible que la cosa salga mal. Y Menárguez desde luego que juega a favor con El Plan. Plantea una puesta en escena con sólo tres elementos en un mismo espacio, pero se las ingenia para evitar caer en la repetición y aburrir al espectador. Parte de un guion que quiere contar algo que nunca llega. Los personajes van a realizar algo que no dicen pero por varias razones van aplazándolo. Está muy bien planteado a nivel literario, pero no solo reside en ello.
No es fácil hacer una película con tres actores solamente en una misma localización, pero Polo Menárguez es bastante hábil manteniendo el pulso. Seguramente el mérito lo haya de compartir con la montadora Vanessa Marimbert, cuyo ritmo de imágenes nunca cae en la monotonía.
Los actores, perfectos, como no se podía esperar menos. Seguramente tenga Chema del Barco el personaje más goloso, pero será Antonio de la Torre quien consiga su nominación dos millones al Goya. Por El Plan o por cualquiera de las otras trescientas películas que haga este año. Por cierto… cada año que pasa es mejor actor pero a cambio se le está poniendo toda la cara de Pablo Motos. Yo no sé si le compensa. Él sabrá.
Es de recibo hacer una mención especial al sonido de esta película. Siempre se dice que una película suena bien si no notas el sonido. En el momento en el que los diálogos no se escuchan, hay exceso de ruido de fondo, los efectos son estridentes, etc… es que el trabajo del técnico de sonido no ha sido bueno. Sin embargo, cuando todo eso pasa desapercibido, es cuando ha trabajado bien. Es cierto, pero por eso mismo su labor no suele ser reconocida y no voy a ser yo quien siga sin hacerlo.
El Plan suena espectacularmente bien. No sólo por lo claro y audible que resulta todo, sino porque el sonido tiene una labor narrativa muy bien resuelta. Incluso la música se utiliza como un efecto sonoro más. De hecho, el equipo de sonido de El Plan lo ocupan nueve personas, así que puedes imaginar lo bien cuidado que se planteó este elemento desde el principio.
Por sacarle un «pero», sí que la resolución final me resultó demasiado precipitada y no le encontré del todo bien hilada la relación causa-efecto. De repente, los últimos cinco minutos me sentí como si me estuvieran contando de pronto una película diferente a la que había estado viendo. También es verdad que la subtrama de la conversación del personaje de Raúl Arévalo queda en vía muerta. Si eliminan toda esa parte, la película se cuenta igual (con quince minutos menos, eso sí)
Aún así, en general es una película muy disfrutable cuyos 80 escasos minutos ayudan bastante.