Sin señas particulares llega a los cines este 27 de noviembre para hacernos conscientes de la situación actual que vive México respecto a las mafias de la inmigración, y lo logra de forma muy eficaz.
Sin señas particulares no es una película entretenida ni divertida, pero sí necesaria. La cinta trata un tema peliagudo, pero lo hace con respeto, sabiendo de lo que habla. Se nota que para Fernanda Valadez, su directora, éste es un tema que le preocupa, no sé si porque le toca de cerca o porque ha querido informarse, pero está claro que la película se ha hecho con un gran conocimiento del tema. La misma directora trabajó ya en 2014 en un corto llamado 400 maletas que narra la misma historia que vemos ahora en esta cinta, por lo que Fernanda sabe qué quiere contar y cómo hacerlo.
La cinta nos sitúa en México para narrarnos tres historias en paralelo: una principal, donde el hijo de Madgalena, nuestra protagonista, desaparece en su viaje para cruzar la frontera con Estados Unidos, y dos secundarias, donde los protagonistas son personajes que se cruzarán con Magdalena y tratarán de ayudarla en el viaje que emprende para encontrar a su hijo.
Al principio de la película tuve un problema con ella: detestaba las actuaciones. Me sacaban completamente de la película, las notaba toscas, como si los atores estuvieran leyendo tarjetas en lugar de actuando. Sin embargo, no sé si me acostumbré, si cobró sentido o si mejoraron, pero tras el primer cuarto de hora fueron esas mismas actuaciones las que hicieron que entrara en la película y me implicara con ella. No soy capaz de explicar a qué se debe esto, ya que los actores son todos profesionales y solo afectó a los primeros compases de la película, pero aún no sabría decir si estoy contento o no con las actuaciones de la cinta.
Una película con mucho a su favor:
Afortunadamente, esa es la única pega que le puedo poner a la película. La banda sonora me parece que casa perfectamente con lo que la cinta quiere transmitir y los pocos efectos especiales que utiliza cumplen perfectamente su labor. Incluso la duración, que es un factor que puede llegar a perjudicar a otros dramas, es la adecuada en este caso, apenas sobrepasando los 90 minutos. Por último, si algo hay que destacar está claro que es su fotografía. Todos los aspectos de ésta son atrayentes, con preciosos paisajes, encuadres prefectos, planos invertidos, buen montaje…
La cinta quiere transmitir, y lo logra. Un ejemplo de esto está en la decisión de no mostrar los rostros de aquellos quienes ayudan a Magdalena. La cámara solo enfoca a la protagonista, el resto son simplemente personas anónimas que no tendrán más apariciones, personas que hay que proteger y cuyo rostro no puede ser mostrado porque corren el riesgo de ser asesinadas por las mafias.
Para concluir, y tratando de no hacer spoiler, llegamos al final, un magnífico final que nos muestra que la violencia y el miedo son dos caras de la misma moneda, que lo que más queremos puede ser también lo que más tememos y que a veces es mejor la ignorancia que el conocimiento. Sin señas particulares tiene un final que da sentido a toda la película y que hace de ella una experiencia aún si cabe mejor.