Crítica de Life (2020): Pura vida (estreno en Filmin)

Creada y escrita por Mike Bartlett | Dirección: Ben Gosling-Fuller, Kate Hewitt | Reparto: Alison Steadman, Peter Davison, Adrian Lester, Rachael Stirling, Saira Choudhry, Victoria Hamilton, Erin Kellyman, Melissa Johns, Calvin Demba, Joshua James, Susannah Fielding, Adam James, Elaine Page | Año: 2020 (BBC One)

Life, mini serie de la BBC, escrita por Mike Bartlett, debuta este martes 6 de abril en la plataforma Filmin. Estrenada originalmente en 2020, con seis episodios de una hora de duración cada uno, Life alcanza cotas emocionales de considerable envergadura ya desde su excelente primer episodio. En Cinefilos Frustrados hemos podido disfrutar, de forma anticipada, de los seis episodios de Life: un viaje vital, a mayor gloria de un reparto superlativo y un estudio de personajes enarbolados en un guión que tiende a la pura empatía, del que damos fe en este artículo.

En los últimos años las mini series (formato en el que la productora de Life, la BBC, y en general el audiovisual británico, siempre anduvo en terreno conocido) han encontrado su sitio gracias al formato Netflix impuesto desde su explosión allá por 2013 con House of Cards: esa idea de llevar el serializado un paso más allá hasta convertir las temporadas en una película seccionada en fragmentos de 40 a 60 minutos tuvo sus consecuencias. Dicho formato se adaptaba erráticamente a duraciones mayores de diez, incluso ocho episodios. La reducción, buscando que el espectador no se aburra más de la cuenta, ha llegado hasta el extremo que se han borrado las líneas divisorias entre lo que siempre fueron las mini series y lo que ahora viene a ser una temporada de seis episodios.

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Life se presenta como un leve spin off de la serie Doctor Foster (BBC, 2015-2017) al recuperar a uno de sus personajes, Anna Baker (Victoria Hamilton) pero la mini serie puede seguirse sin haber visto aquella. Siquiera sin conocer su existencia. El personaje es el mismo pero la premisa y la trama son completamente independientes. Life sigue la vida de cuatro vecinos en una casa victoriana de Manchester reconvertida en distintos apartamentos. En el mayor, pues son los caseros, habita el matrimonio Gail y Henry Reynolds, cuya convivencia sufre un severo golpe cuando a Henry le confirman un mal pronóstico médico; arriba vive el matrimonio Kelly y David Aston, de cuya mera mención no podemos pasar pues es terreno spoiler ya desde el primer episodio; abajo viven por un lado Belle Stone, una profesora de pilates alcohólica, cuya vida da un vuelco cuando debe encargarse de su sobrina Maya, y por otro Hannah Taylor, embarazada de su primera hija mientras su pareja y el padre biológico de la niña tratan de normalizar la situación.

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Nuestra crítica, ya avanzamos que enormemente positiva, de Life debería terminar aquí en cuanto a cualquier comentario sobre la trama. No tanto por el asunto spoiler (aunque hay un giro, inesperado, en una de las tramas), pues no es una serie de lo que ocurre, sino del como. Debemos pues orientar nuestra reflexión hacia el como aborda el guión y los diálogos de Mike Bartlett una serie que se beneficia de un casting absolutamente excepcional en cuanto a dirección (Ben Gosling-Fuller y Kate Hewitt) e interpretaciones. De hecho se nos antoja casi imposible destacar a alguien en concreto. Life fluye, en sus cuatro tramas, con sincronizada armonía. Las cuatro nos importan. En las cuatro encontramos algo a lo que aferrarnos.

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Alison Steadman (Gail), está en ese nivel interpretativo que incluso sin decir nada se te encoge el corazón porque sabes por lo que está pasando (y servidor, en teoría, no debería empatizar con una inglesa de setenta años; ¿o sí? Lo logran, doy fe); Victoria Hamilton (Belle), posiblemente el personaje más complejo de la serie, lleva a su personaje hacia un terreno incómodo, hasta el punto que personaje y espectador pueden compartir esa horrible sensación de insatisfacción vital; Melissa Johns (Hannah), actriz que ha luchado por la visibilidad de la discapacidad física en televisión y en el teatro, se encuentra en una encrucijada sentimental desde su primera aparición. Nosotros lo sabemos. Ella también. La resolución de su arco, que a la vez supone de catalizador del resto de tramas, culmina en un último episodio cuya emotividad ya roza el abuso lacrimógeno. En el buen sentido. La llorera en Life sienta de maravilla. Revitaliza.

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En cierto punto de esta producción de la BBC dos de los personajes comentan como la vida es, básicamente, esperar al próximo golpe y levantarse de nuevo. Las cuatro tramas comparte la misma desilusión que aparece de golpe: aceptar, repentinamente, un cambio radical en nuestras vidas. Cada uno lidia con ello utilizando más sus debilidades que sus habilidades. Por eso Life se inserta tan fácilmente en la médula: en una época repleta de superhéroes, y grandes gestas, superar toda la mierda que nos echa la vida (así como que muy a menudo) aceptando, en el proceso, que no podemos con todo ni vamos a solucionarlo todo. Life, en sus escenas finales, nos regala leves sonrisas. No son extraordinarios momentos de felicidad (esa que dura poco) sino ese punto, óptimo, en el que uno se da cuenta que no necesita tanto para seguir adelante. Nunca una serie tuvo un título tan acertado.