Crítica de En cuerpo y alma (2017): El amor se compone de una sola alma

Año: 2017 | Títulos original: A teströl és a lélekröl | Dirección: Ildikó Enyedi | Producción: Inforg-M&M Film Kft | Guion: Ildikó Enyedi | Fotografía: Máté Herbai | Reparto: Géza Morcsányi, Alexandra Borbély, Zsuzsa Járó | Género: Romance | Duración: 116 min

Moral, muerte, amor, son algunos de los temas de siempre, de nuestra condición de animales pensantes, hablantes y soñadores. ¿Por qué seguimos buscando historias que hablan de lo mismo? ¿Es En cuerpo y alma más de lo mismo? Sí, pero lo importante: lo nuevo que sobre lo mismo tiene que decirnos la directora húngara Ildikó Enyedi.

 

El amor se compone de una sola alma que habita en dos cuerpos.

—Aristóteles.

En un paisaje de invierno, donde hasta la nieve luce perezosa y el frío se transmite por la gama de colores empleados, vemos un ciervo macho que se mueve elegante mientras busca y come lo que puede cerca de un pozo, y luego aparece una hembra que hace lo propio. Los dos animales se observan a lo lejos, a pesar de ser dos bestias enormes sus movimientos no los delatan como tales. Las siguientes escenas son dedicadas al sacrifico de animales para el consumo humano en una fábrica de carne. Los matarifes son mostrados en acción sin ningún pudor. Aunque pretendida, la inteligencia no es sinónimo de bondad ni de mesura ni de ecuanimidad. Es verano y cualquier poética del principio parece irse como el aguasangre por el desagüe.

En cuerpo y alma
Endre y Maria en una escena de En cuerpo y alma

Sin embargo, la vida tiene sabor por las oposiciones. Y en ellas se enclava la historia la ganadora de la Camare d’Or en 1989—Az én XX. Századom AKA Mi siglo XX;— Ildikó Enyedi. Endre (Géza Morcsányi) es el gerente de este matadero. Un tipo con un sentido del humor bastante fuera de lo común; asunto por el cual solo tiene compañero, Jenö (Zoltán Schneider), el director de recursos humanos, con el cual habla, si así se le pude decir. Su otra particularidad tiene que ver con su brazo izquierdo inútil. A ese sitio ha llegado una nueva y atractiva joven inspectora de sanidad, Maria (Alexandra Borbély). Su belleza viene acompañada de una capacidad imposible por el detalle y la ineptitud de no olvidar lo hablado. No soy experto, pero su comportamiento podría definirse dentro del patrón del síndrome de Asperger por cuanto su discapacidad social llega al extremo de hacerse vecina del humor. Para los que le sufren, los comentarios sobre su forma de ser pasan por su falta de hombre: el desabrido chiste que relaciona el carácter de la mujer con la falta de sexo.

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En cuerpo y alma se mueve como en un duermevelas sin sobresaltos en esos dos mundos, y no por ello significa que es aburrida cuando por el contario su propuesta narrativa está bien amarrada, me explico. Rápidamente la película da razón de que el ambiente frío y desértico donde los animales se cortejan con delicadeza y sin afán es onírico, y se complementa por contraste con el desapacible y caluroso ambiente del matadero y la vida algo aciaga de los que en él se desenvuelven. Cuando hablo del complemento por contraste me refiero a la forma de negativo fotográfico que logra el guión escrito por la misma directora. Así vemos que el frío no es solo una cuestión climática, y que los humanos nos hemos desanimalizado también para mal. Y porque seguimos siendo animales, como la canción del verano: pasito a pasito, suave suavecito, Maria y Endre se enamoran. Porque como dijo Aristóteles arriba, ellos comparten para bien, y el placer de este servidor, lo inimaginable en tanto en la fábrica alguien ha robado un potenciador sexual para vacunos, y las tetas de la sexy investigadora distraen a propios y extraños. ¡Cómo no!

En cuerpo y alma

Las antítesis en la que se sustenta el arco narrativo son dadas a cuenta por la fotografía de Máté Herbai. El fotógrafo presenta una paleta de colores para cada ocasión que transmite, como bien estudiado filtro de Instagram, las sensaciones sean de frío o de calor que estamos viendo, y de esta forma ayuda a ir entendiendo a estos dos protagonistas tan ariscos, y con los cuales de buenas a primeras no se llega a empatizar. Y el complemento sonoro: este trabajo viene matizado por la poderosa voz de Laura Marling las guitarras dulces pero frías de What he Wrote, y la música incidental mesurada realizada por Adam Balazs. Los sentidos serán recompensados tanto como la cabeza. Que tendrá el trabajo, después de verla, de dilucidar hoy en medio de escándalos sexuales hollywoodezcos, cuando parece que se desata una cacería de brujas, cuando todo podría ser tomado como acoso, y dar respuesta a preguntas elementales: ¿cómo se le habla a un chico o a una chica que me gusta? Debemos empezar a buscar palabras diferentes para definir los acercamientos entre unos y otros que no sean inmanentes a la dominación como conquistar.

En cuerpo y alma
Ildiko Enyedi recibe el Oso de Oro de Berlín en su versión 67 de 2017

En cuerpo y alma ganó el Oso de Berlín en la pasada Berlinale 67 y es la vuelta al ruedo de la directora húngara que se hizo promesa allá en Cannes 1989. Un trabajo que podría entenderse como lo bello de lo que imaginamos, ese amor romántico, bello y onírico, el amor de la vida y para toda la vida que nos han inculcado desde siempre. Esa promesa por la que todos en algún momento nos hemos movido, y el chequeo con la realidad, el peso de la vida misma y su desgastante cotidianidad. Una película romántica en todo sentido.

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