Durante muchos años compadecimos a Marvel por no poder controlar cinematográficamente sus creaciones comerciales: Sony se forraba con Spider-Man y la Fox ha exprimido el universo mutante hasta un total de 10 películas (o 12, según se mire). Con la compra de Fox por parte de Disney el futuro de la saga mutante actual queda tocada de muerte. ¿Es Fénix Oscura un digno cierre?
La saga cinematográfica de X-Men, cual Fénix, ha renacido más de una vez a costa de una cronología que requiere cierta adaptación. Pero tenían derecho a intentarlo: no en vano la original X-Men (Bryan Singer, 2000) fue el film que abrió una nueva era en las adaptaciones del género de superhéroes. Tras dos décadas de dominio (y desplome) de DC y Warner, la Fox (y en parte Marvel) triunfaba con X-Men, y junto a Spider-Man (Sam Raimi, 2002) inauguraban un festín que llegaría hasta la siguiente hecatombe del medio ya en 2012 (Los Vengadores, Joss Whedon).
Ese complejo de Fénix apareció varias veces a los largo de hasta 10 entregas pero fue especialmente notable en la sorprendente X-Men: Primera Generación (Mathew Vaughn, 2011), una suerte de falso reinicio, que lograba adaptar la saga a un tono mucho más moderno y juvenil, sin perder la esencia y garantizando unas cuantas secuelas. Hasta la fecha, claro. La compra de Fox por parte de Disney nos lleva a un futuro con los mutantes haciendo su aparición en el Universo Compartido de Marvel.
En esta cuarta entrega nos centramos en el conocido arco de Fénix Oscura, de Chris Claremont y John Byrne, publicado en 1980 y basado en el personaje de Jane Grey (Sophie Turner en la película). Esto nos lleva a un callejón de doble salida: los fans del cómic, y de los X-Men en general, saben que supone ese arco, y lo que va a suceder. Los que no conocen el material previo verían destripada parte de la trama (aunque se intuye, ¿verdad?) así que no diremos más.
Fénix Oscura, escrita y dirigida por Simon Kinberg, definitivamente palidece al lado de la segunda entrega (Días de futuro pasado), y tal vez se acerca algo más a la última entrega (Apocalipsis), en buena parte porque lo que cuenta fracasa notoriamente en la intensidad necesaria. Especialmente debido a una Sophie Turner que si bien mejora respecto a Apocalipsis (damos ahí parte del mérito a Kinberg) se muestra incapaz de ofrecer la empatía necesaria y, aún menos, el registro dramático que requiere la situación.
Tal vez no sea una mala película (los malos seremos nosotros ahora: Fénix Oscura NO es peor que algunas películas del vecino universo marvelita) pero el fracaso duele más de lo debido porque esta saga siempre supo conectar con las motivaciones de sus personajes, sin miedo a pisar terreno grisáceo, con arcos bien trazados, en beneficio de unos casting espectaculares. En Fénix Oscura apenas podemos recrear algunos de esos momentos (James McAvoy y Michael Fassbender siguen siendo lo mejor que le ha ocurrido al universo mutante cinematográfico en mucho tiempo) pese a que, al contrario que en Apocalipsis, regresamos a una trama impulsada por el efecto -nocivo- que la condición mutante genera en algunos de los superhéroes.
Tampoco mejora en lo que se ha establecido como una constante en la saga: villanos poco perfilados (a excepción de aquel Shaw de Primera Generación), ejemplificado en el insuficiente y gélido personaje de Jessica Chastain, así como diálogos que sin ser en absoluto mediocres sí que carecen del dinamismo necesario (llegando a veces a la sobre explicación).
El tiempo (y las necesidades comerciales) nos dirán cuando veremos a los mutantes de la mano de Disney pero viendo el tono del Universo Cinematográfico de Marvel deberíamos temer por esa intensidad dramática que arrastran estos personajes ya desde su material de origen. En cualquier caso, siempre nos quedarán los cómics.