La danza le disputa a la música el haber sido la primera expresión artística de la humanidad. Esta responsabilidad de llevar sobre tus hombros toda la historia del ser humano la ha hecho más reacia a la innovación. No digo que no haya evolucionado, pero desde luego nada comparada con las artes plásticas. De todas las artes, fue la que más tarde sucumbió al tsunami de las vanguardias. Hubo pequeños intentos, pero siempre a nivel individual y sin llegar a ser un movimiento definido o establecido. Pintores como Dalí, Picasso o Sonia Delonay realizaron escenografías y vestuario vanguardistas para ballets, pero la danza como tal siguió siendo «la de siempre». ¿Qué nos presenta Cunnigham?
En cierto modo sigue siendo así. Vemos las ferias de arte, las galerías o los certámenes y las artes plásticas siguen inmersas en la vorágine de la modernidad, posmodernidad y transmodernidad (os juro que el término existe). En danza no. Existe la danza moderna, claro está, pero cuando vamos al ballet vamos a ver El lago de los cisnes, El cascanueces o Romeo y Julieta. Aún así, hemos dicho que existe ballet moderno y si eso es así es por coreógrafos como Merce Cunningham.
La documentalista Alla Kovgan abre esta película con la cita que encierra el significado de la obra y carrera de Cunningham: La danza no está al servicio de la música sino de la imagen. Esta ruptura de la relación que ambas artes han tenido desde el principio de los tiempos explica el devenir del norteamericano. Esta idea derivará posteriormente en la videodanza. Aunque la directora no trate este tema, sí cae en él implícitamente. Porque Cunningham son dos obras en una sola. En primer lugar, un recorrido por la obra de su protagonista. En segundo, una filmación de algunas de sus coreografías, a cargo de los componentes actuales de su compañía. Estas piezas de videoarte están bellísimamente rodadas, con una cámara en suave y continuo movimiento, como si de un bailarín más se tratara.
Ahora bien… ¿Recomiendo este documental? Pues no sabría qué decir. A nivel técnico y narrativo es impecable, pero me temo que sólo lo encontrará de interés quien de verdad entienda de danza. Kovgan se centra más que nada en los aspectos artísticos y teóricos del coreógrafo. Es un ejercicio netamente intelectual. No vemos a un Cunningham humano, no le acompañamos en su evolución como persona, no compartimos sus sentimientos, sus miedos y sus esperanzas. No hay una empatía del espectador con la obra porque no se puede sentir identificado con lo que está presenciando.
Pintores y Reyes del Prado (2019): El Prado para todos.
En un documental como McQueen, puedes involucrarte con aquello que te cuenta aunque no sepas ni dónde está el Zara de tu barrio. No importa que no te interese la moda porque eres humano y todo lo que vivió, sintió y pareció Alexander McQueen lo has conocido tú también de un modo u otro.
Cunningham es una reflexión sobre la danza y sólo a quien ya venga interesado de casa le va a atrapar el documental. ¿Es una película interesante? Por su puesto. ¿Es sólo para los muy cafeteros? Para los más cafeteros de entre los más cafeteros.