Bumblebee, precuela y sexta entrega de acción real de la franquicia Transformers, llega a nuestros cines tras haberlo hecho, semanas anteriores, en prácticamente la totalidad del globo terráqueo.
Las opiniones, casi con total unanimidad, eran muy positivas y la calificaban como la mejor película de la saga. Yo, como aficionado desde bien pequeño a Transformers, pensé que algo fallaba, pues normalmente todas las entregas han sido vapuleadas por la mayoría de la crítica. Pues bien, lo que tenemos realmente con Bumblebee es una película de aventuras adolescente, casi infantil, sumamente predecible y con una historia que ya hemos visto en muchas otras ocasiones.
La historia comienza cuando Bumblebee, el robot más jovial de los Autobots, es enviado a la Tierra por Optimus Prime mientras se baten en retirada para no perecer a manos de los Decepticons. Ya en la Tierra, y en el año 1987 (cómo no, aterriza en EEUU), lo encuentra una joven de 18 años (cómo no, compleja, introvertida y huérfana de padre), en un desguace de coches metamorfoseado en un Volkswagen Escarabajo amarillo. En seguida se hacen amigos inseparables sin que se nos muestre proceso alguno, de forma hartamente precipitada.
El personaje de Bumblebee se nos asemeja a otros muchos ya vistos como el robot de Cortocircuito (1986) o el de Chappie (2015). Pero aún diré más. Está copiado y mucho del robot de El gigante de hierro (1999), quien además de llegar caído del cielo y mostrar un lado muy tierno, también juega al escondite tal y como se mostraba en aquella película.
Bumblebee ciertamente se comporta como un niño de papilla cuando en realidad es un androide de otro planeta con un conocimiento tecnológico infinitamente superior al humano, el cual no conoce las costumbres humanas, pero sin embargo se comunica gestualmente como si hubiera nacido entre humanos.
Por otra parte, en muchas opiniones que había leído se la calificaba como ejercicio de buen cine. Cosa que no he visto por ningún lado. Narrativamente puede ser una historia bien estructurada, pero no quita el hecho de que no arriesgue en nada y se limite a contar lo mismo que ya se ha contado mil veces antes. Eso no es buen cine señores, eso es sacar un producto plano que contente a las masas con otra típica película más en un intento de reflotar la franquicia. Para terminar con el capítulo negativo diré también que hay resoluciones chorras por doquier, aunque este aspecto ya era más esperable y que entraba en lo predecible. Todo esto tiene como resultado que Bumblebee no aporte absolutamente nada a la saga.
Los puntos que resalto son básicamente 2. El primero y más destacable, el buen hacer de una joven actriz que me tiene ganado desde que la viera en el magnífico Western de los hermanos Coen, Valor de ley (2010). Hablo de Hailee Steinfeld, que se adueña de la pantalla y nos hace un poco más placentero este anodino viaje que supone esta Bumblebee. El segundo, y más esperable, es la gran calidad de CGI o efectos especiales de la cinta, aunque se abuse como suele ser habitual de ese manido croma verde. Las escenas de acción, aunque menos efectivas que en las anteriores entregas, son aceptables y a buen seguro muy disfrutables en una sala de cine.
Así pues, Bumblebee, película más blanca que sus antecesoras, creo que gustará al público más joven y posiblemente al que reniegue de anteriores entregas. Por mi parte, siempre disfruté de esta saga, sabiendo a lo que me enfrentaba, un producto de mero entretenimiento, con efectos especiales de categoría y, como no, las mejores explosiones a cargo del rey del TNT, Michael Bay. Y es que, lo siento mucho, pero… ¡Nadie explota como explota Michael Bay! (Que nos perdone la gran Rafaela Carrá)