

Hace dos años, una película protagonizada exclusivamente por asiáticos dio la campanada logrando una nominación al globo de oro en la categoría de mejor película cómica. El mundillo del cine lo celebró como un gesto de apertura de Hollywood a las minorías racializadas. Por supuesto, en ese momento a nadie en su sano juicio se le hubiera pasado por la cabeza que una cinta koreana se alzaría con el Oscar en la siguiente edición. Pues bien… mérito no tuvo absolutamente ninguno. Absolutamente ninguno. Dejad que me ponga en modo rojo peligroso y me explique.
Puedes ver aquí Crazy Rich Asians
En Crazy rich asians es cierto que todo el elenco es chino o chinodescendiente. Creo que sólo sale un caucásico, pero su rol se limita a dejar constancia de que los chinos son más inteligentes que los occidentales. Por lo demás, es una película de Meg Ryan hecha hoy en día. No es una película de chinos sino de ricos y la clase social anula cualquier tipo de discriminación. ¿No habéis oído alguna vez que un magrebí pobre es un moro, pero uno rico es un árabe? Seguramente esa frase resuma mejor que ninguna cómo a todo el mundo la da absolutamente igual cómo seas si tienes dinero. Puedes ser una mujer negra, lesbiana, transexual, musulmana, en silla de ruedas, sorda y con autismo, que como seas rica a todo el mundo se le va a olvidar todo lo anterior.
¿Recuerdas las series de La hora de Bill Cosby y El príncipe de Bail Air? Se celebra mucho que colocaran familias negras para todos los públicos y fueran éxitos de audiencia. Pero no se nos olvidemos que contaban historias de familias adineradas. Es verdad que Cosas de casa jugaba más a presentar una familia de clase media… pero vamos, que yo no conozco a nadie de clase media con esa casa, vamos a ser francos. Si cualquiera de esas tres series se hubiera rodado rebajando el status social, otro gallo hubiera cantado. Porque no eran historias de negros, eran historias de ricos y todos amamos a los ricos. Nadie lo ha expresado mejor que Marge Simpson: «Los ricos son como las personas normales pero mejores». ¿Quién necesita eufemismos?.
Por si el hecho de la clase social no fuera suficiente, hay que añadir una variable más a la ecuación: La belleza.
Comentó Hiba Abouk que a ella jamás la habían discriminado en el colegio por el origen tunecino de sus padres. Ella era descendiente de magrebíes, sí, pero también era guapa y nadie discrimina a una guapa. Eso es así. Para entenderlo, dejad que pase de rojo peligroso a cultureta gafapasta (¿todavía se dice gafapasta?). Prometo no ponerme muy petardo pero tengo que remontarme a Platón para explicarlo.
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La cultura occidental tiene uno de sus pilares en las enseñanzas del griego y su teoría de las ideas. Para él, las ideas de verdad, belleza y bondad estaban por encima de todas y, además, estaban intrínsecamente relacionadas como vasos comunicantes. Es decir, si algo era bello, automáticamente era verdadero y bueno. Si algo era bondadoso, significaba que era bonito y certero. Esta concepción ha marcado el arte y sociedad occidental durante dos milenios y medio. ¿No os ha llamado nunca la atención que el bueno de la película siempre fuera guapo y el malo, feo? He aquí la cuestión. Que ambas ideas van unidas están fijadas a nuestro ADN cultural.
Y en Crazy Rich Asians todos son asquerosamente bellos. Henry Golding se limita durante toda la película a sonreír y ser guapo. A ver, no me malinterpretéis. Ojalá yo estuviera en situación de permitirme que mi única preocupación en la vida fuera ser guapo y sonriente. A lo que me refiero es que Crazy Rich Asians no es una historia de chinos, sino de ricos y guapos. Eso es algo que, automáticamente, despierta el deseo aspiracional en el espectador. La forma de los ojos y el tono de piel es completamente irrelevante.
¿En serio alguien prefiere ser un mediterráneo pobre y feo antes que un oriental guapo y rico?