El estreno de The Irishman se acerca y nuestro ciclo Scorsese continúa, hoy, con Infiltrados. Cinta del director norteamericano que pasados los años, y como el buen vino, ha terminado por vencerse del lado de sus obras maestras.
Infiltrados nos llegaba más de una década después de su anterior película de gánsgters, Casino, y es la última hasta llegar a la cinta que nos ocupa y que motiva estos artículos repasando la legendaria figura de Marty. Remake de la trilogía Infernal Affairs; supone además la última gran cinta de Jack Nicholson.
Resumiendo; 2 infiltrados, uno en la policía y otro en la mafia; ambos tratando de encontrar su lugar, por otro lado un capo y un comisario honorable, dos jugadores de ajedrez que mueven sus fichas como si de peones se tratase, dejando sangre y un puñado de cadáveres por el camino, y también el espirítu inquebrantable de dos muchachos que estaban en el lugar menos indicado en el momento más inoportuno.
Relato shakesperiano, Scorsese vuelve a terrenos conocidos y a momentos visitados en su filmografía, personajes negrísimos y moralmente reprobables que acompañamos a los bajos fondos del ser humano durante 2 horas y 20 de progresión dramática que acaban por poner delante de nuestras narices una evidencia, nada importa si no tienes un código.
El código de Billy, un policia incorruptible cuyos valores le llevan a la tumba; el código de Colin, cuyos actos condenan su alma; y el código de Martin Scorsese, que trae una cinta asiática a su juego, a su cine, a su código norteamericano de los 70 y eleva un remake -que, por cierto, hace whitewashing y todas esas gilipolleces que tanto molestan a algunos- por encima del original; respeta todo a nivel temático y casi todo a nivel narrativo, pero amigos, Marty tiene algo que muy pocos tienen, un talento único para contarnos esto, las bajezas morales de sus maravillos personajes.
UNA ESCENA PARA EL RECUERDO
Los personajes de Dicaprio y Sheen se reúnen en un edificio, en una posición moral eleveda, con reglas, deciden jugar atrapados en un lugar sin normas, donde es mucho más sencillo destruir que construir, y en el que si quieres seguir adelante tienes que sacrificar todo; la vida, o a la única persona que sabe quién eres de verdad; y es entonces cuando todo se destapa y donde nadie responde por ti, solo tú mismo y lo que has hecho hasta ese momento para llegar ahí, en nombre de un bien mayor. Pero, ¿quién eres realmente, el que subió a ese edificio o el que bajó; el que dices ser o el que eres? Porque, al fin y al cabo, con motivaciones similares, fines distintos, ambos acaban siguiendo la misma senda y Scorsese nos plantea si el fin justifica los medios.
A nivel técnico la secuencia es perfecta, en términos de planificación es abolutamente Scorsesiana, y el trabajo en conjunto con Thelma Schoonmaker propone una atmósfera y una violencia contenida en la que, por unos segundos, estamos en esa azotea asustados por si vienen a por nosotros.
En definitiva, una película decididamente setentera en su concepción más esencial -con ese cine porno al que una vez fue Travis, por comentar también uno de los tantos homenajes-, pero completamente moderna, Infiltrados es un prueba más de por qué Martin Scorsese debería ser patrimonio de la humanidad.