Ciclo Christopher Nolan: The Dark Knight Rises

Director: Christopher Nolan | Guion: Jonathan Nolan y Christopher Nolan | Música: Hans Zimmer | Fotografía: Wally Pfister) | Reparto: Christian Bale, Anne Hathaway, Tom Hardy, Marion Cotillard, Michael Caine, Gary Oldman, Morgan Freeman, Joseph Gordon-Levitt | Productora: Warner Bros, DC Entertainment, Legendary Pictures, Syncopy Production

Ciclo Christopher Nolan

El estreno de The Dark Knight Rises en 2012 supuso el momento de mayor anticipación vivido por su director, Christopher Nolan, desde que Warner le confió a su personaje fetiche: tras el evento social que supuso la anterior entrega se esperaba otro hito de similares proporciones. Esta semana repasamos la última entrega del Caballero Oscuro y si hay motivos para considerarla la peor de la trilogía.

La historia del género de superhéroes, a nivel de impacto social, puede resumirse en cinco momentos clave: Superman (Richard Donner, 1978), Batman (Tim Burton, 1989), Spider-Man (Sam Raimi, 2002), The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008) y The Avengers (Joss Whedon, 2012). Todas ellas fueron no sólo una catapulta para todo el género sino hitos sociales, rebasando por mucho los éxitos habituales del mismo. Obtuvieron muy buenas críticas pero The Dark Knight fue algo más allá: se considera una de las mejores películas del año y la interpretación del difunto Heath Ledger aupó el film a cotas de cine de quilates, emergiendo del género para resultar buen cine sin necesidad de categorización. Así pues la espera, noticias y avances para su tercera entrega, llamada The Dark Knight Rises, crearon la mayor anticipación de la carrera de Christopher Nolan.

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En esta ocasión, tras dos entregas curtidas en buenas críticas y aceptación plena (pese al éxito contenido de Batman Begins), algo salió mal. O, mejor dicho, no tan bien. Es difícil destripar The Dark Knight Rises sin pisar el manido haterismo (del cual ninguno de los participantes en este ciclo padece ni por asomo) pero es difícil negar que existen dos claros defectos claros en este film: Batman Begins y The Dark Knight. Ciertamente no son los únicos pero la comparación directa con sus predecesoras y el síndrome del desplome en la tercera entrega (Retorno del Jedi, Regreso al Futuro III, Spider-Man 3), son suficientes para levantar una ceja y admitir que, finalmente, Nolan no pudo entregar un film de Batman redondo. No pasa nada.

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The Dark Knight Rises se siente -por supuesto- parte de esta trilogía. Mantiene todas sus señas de identidad y finaliza la historia del Caballero Oscuro en Gotham. Aunque a estas alturas era inevitable apostar por la continuidad esta se agradece en aras de un tercer acto que, como es habitual en el medio y en la narrativa clásica, vuelve al primer acto: el retorno del villano inicial, la pérdida y recuperación de las motivaciones primarias de Bruce (atajar el crimen en Gotham, el motivo por el que sus padres fueron asesinados), y proveer al héroe de un nuevo propósito (ser feliz), y una vida más allá de los hechos que acabamos de disfrutar porque, y en eso le damos a Nolan y a Warner toda bendición posible, con esta entrega se termina la historia.

Sin embargo en este film subyace un problema final que contradice las virtudes de Batman Begins: en esta ocasión el conjunto no es mejor que la suma de las partes. Hablamos, claro, de edición y de todo aquello que remata el film en un único paquete. Insistimos: Nolan repitió con un casting de lujo, Hans Zimmer repite en la banda sonora, Batman adquiere nuevo juguete (un Batmovil aéreo), se expande el universo de personajes de la mitología del superhéroe de la noche con Bane y Catwoman, y en cuanto a lo puramente nolanistico el director nos regala un final de finales a lo Inception. Pero esas partes, decíamos, pegan regular unas con otras debido al empaque final del film.

La particular narrativa de Nolan se ve afectada por una trama peor explicada que compleja en el la que todo se sucede a golpes, escena por escena, como si el director tuviera en la cabeza que quería que ocurriese pero no la forma de hacerlo. Las transiciones sin abruptas y poco ayudan las bruscas velocidades de lo contado: la motivación del cascado Bruce Wayne para regresar como Batman, que Blake haya deducido la identidad de Batman mirándolo a los ojos, la rápida recuperación de Bruce/Batman, la extraña ruina total de un millonario que parece fiarlo todo a su empresa, su tiempo en la cárcel y por encima de todo la ejecución de la trama de la revolución de Bane.

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Tampoco ayuda que, por primera vez en la saga, aparezcan algunas escenas torpes en su filmación (esa pelea entre los hombres de Bane y la policía a puñetazo limpio, la ridícula muerte de Talia, el extraño, muy extraño, plano posterior de Batman, Selina y Gordon etc) a lo que debemos añadir la habitual exposición dialogada de Nolan (en especial el momento del Clean State, o Tabula Rasa en su versión patria). Tampoco ayuda el habitual frigorífico emocional de la saga, en especial en The Dark Knight Rises, con supina incidencia en el fracaso ante las dos relaciones de Bruce Wayne: la que tiene con Miranda/Talia (Marion Cotillard) tiene tan poco peso que la escena de la revelación o su muerte constituyen una oportunidad perdida en retorno emocional; y lo mismo con Selina/Catwoman. Se supone que debemos creernos que esta chica es con la que un retirado Bruce (a modo de turista playboy relajado), huye de Gotham.

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El tratamiento de personajes nos trae aciertos y grises a partes iguales. Selina Kyle/Catwoman, con una Anne Hathaway espectacular, es de lo mejor del film, aportando frescura en lo interpretativo (con una mezcla de peligro, acción, vulnerabilidad y sensualidad de las que se llevan toda escena en la que aparece), porque la idiosincrasia, la propia actriz y Nolan aciertan plenamente en, por primera vez en la saga, introducir un elemento sexual -y con ello la mar de realista, esto sí, del todo- en el que Selina y Bruce se buscan y se retro alimentan desde el primer encuentro. Los límites del propio autor, o de la propuesta, nos alejan de las cotas vistas en las dos entregas de Batman de Tim Burton, pero se agradece esa cuota de fisicidad y bajas pasiones: ambos personajes se esconden bajo sexys armaduras e identidades con las que pretenden proteger sus emociones. Contra todo pronóstico, tras tres entregas, Nolan logra su mayor cota de humanidad, en lo plausible o relatable para el espectador, con la entrada de Anne Hathaway y su Catwoman (por cierto, ¿han reparado en su melena? Impresionante).

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Por contra Bane adolece como falso villano (Talia apenas tiene tiempo de ello antes de su nominación a peor muerte del año 2012) pese al encomiable trabajo de Tom Hardy: su amenaza no reside en su cerebro (como en el caso del Espantapájaros), o en su anarquía (Joker), sino en la fuerza bruta, por lo que sabemos de antemano que será batido sin apenas consecuencias. Tal vez Bane metaforiza lo que ocurrió con este film: una cierta desgana consciente o inconsciente, por parte de su autor, con un villano de poco interés y un plan, de nuevo, terreno habitual del género, como es la destrucción total por nuestro bien. Lo que Christopher Nolan no pudo lograr, suponemos que porque es incapaz de ello, fue destruir la saga con esta entrega. Está lejos de ser un mal film, sin duda, pero ese conjunto irregular se deja sentir más de lo deseado y, por ello, sus dos entregas precedentes adquieren, si cabe, más relevancia.