La Gallina Turuleca es la nueva película de Víctor Monigote, al que ya conocemos por su labor como actor y productor en la película Mortadelo y Filemón Contra Jimmy el Cachondo. Esta es su primera aventura en la dirección.
La hayamos pronunciado con C o con T, la realidad es que pocas personas en España y América Latina habrá que no hayan escuchado, cantado o tarareado la canción de La Gallina Turuleca, convirtiéndose en un personaje de la cultura popular que a día de hoy puede abarcar hasta 3 o incluso cuatro generaciones.
Esa es una de las bazas más importantes de la película: presentar una renovada versión, y por primera vez visual, de un personaje que, en un momento u otro, ha estado presente en la vida de nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros y, quizás, de nuestros hijos. De este modo, La Gallina Turuleca nos llega como un estreno familiar en el más extenso sentido de la palabra.
Debo reconocer que fui a verla esperando más bien poco y me encontré una película divertida, muy bien hecha en términos de animación (aunque es inevitable que se note la diferencia de presupuesto con las grandes producciones de este campo) y capaz de cautivar a un target de audiencia muy amplio. Es evidente que el público infantil es el principal objetivo de la cinta, pero algunos dobles sentidos (muy bien disimulados) y algunas pequeñas referencias (el momento ET es la más evidente) están claramente ahí para que los padres que vayan a verla con sus hijos puedan salir igual de entretenidos.
El casting de la película es, a todas luces, un gran reclamo y también todo un acierto: Eva Hache como Turuleca y José Mota como el malvado Armando Tramas son la guinda en un casting muy completo, que nos presenta algunos personajes entrañables, una historia divertida, fácil de seguir y con mensajes muy potentes acerca de la amistad, el amor y el aceptarse a uno mismo.
El diseño de personajes es fantástico, con un estilo claramente deudor y que busca el homenaje a la animación patria tradicional, sin perder la identidad propia. El resultado final es el de una película muy entretenida, capaz de divertir, emocionar e inspirar a sus jóvenes espectadores y, también, a sus no tan jóvenes acompañantes. Evidentemente habría cosas a mejorar y el guión no deja de ser un ejercicio sencillo y sin excesiva profundidad, pero tampoco necesita mucho más La Gallina Turuleca para funcionar como quiere.