Fleabag es la serie de dos temporadas producida por la BBC y disponible en Amazon Prime que ha dado tanto que hablar, sobre todo tras los galardones otorgados. Aquí trataremos algunas de las claves de su éxito.
Las primeras sensaciones que te produce Fleabag no son agradables, y es que no se trata de una serie cómoda, si he de ser sincera mantuve el compromiso con la misma porque se trataba de una recomendación proveniente de alguien de confianza, con el suficiente juicio crítico como para darle una oportunidad. Así pues, cuando el desagrado ante lo grotesco de determinadas situaciones, que no obstante, eran a la par bastante cómicas, dejaron paso a la afinidad con la protagonista, supe que se trataba de una de esas series que te conectan y te reconcilian con la vida.
La mordacidad de sus diálogos y la magistral sutileza con la que se armoniza lo trágico y lo hilarante, lo profundo y lo superficial, permiten a la serie trascender los géneros de comedia o drama al uso.
Sin duda, la serie pivota sobre la genial interpretación de su también creadora Phoebe Waller-Bridge, cuyo apellido representa esa dualidad de la que hace gala la serie, pues te hace ser consciente de que la sisifeana tarea de encontrarle un sentido a la vida, hallar relaciones que superen la fugacidad actual o encontrar una estabilidad emocional es como chocar contra un muro (wall).
Pero también nos ofrece la risa, la comicidad y el humor como un puente (bridge) que nos redime y nos salva, y que sirve, a su vez, para romper esa “cuarta pared” invisible que separa al espectador de lo ofrecido en la pantalla, pues nos hace partícipes de lo allí narrado para terminar convirtiéndonos en sus cómplices y amigos.
Es cuanto menos paradójico que los apellidos de la creadora nos ofrezcan pistas sobre lo que encontraremos en la serie, sobre todo si tenemos en cuenta que el propio nombre de su personaje no se menciona en ningún momento. A pesar de esa intimidad que nos brinda con sus miradas, los comentarios off the record y la inmensa gestualidad de su rostro, no sabemos su nombre, es algo que pasa desapercibido, como si lo hubiéramos olvidado.
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Al igual que Joan Fontaine en el papel protagonista de Rebeca, de la que tampoco sabíamos su nombre, un recurso que, sin embargo en este caso, pretendía resaltar su pusilanimidad, siendo esto algo que no encontramos en Fleabag ¿cuál es el motivo entonces? La ausencia de nombre se debe quizá a que el personaje está roto, su identidad se mantiene como un misterio a resolver por ella misma, pues deberá re-hacerse, re-crearse para poder re-conocerse, un objetivo clásico y universal que hace actual una recomendación milenaria: Conócete a ti mismo.
Ahora, con el aval de su éxito en los últimos Emmy, muchos son los que han conocido y reconocido el mérito de esta producción británica para la BBC. Fleabag cuenta, además, con el valor añadido de que sus dos temporadas, a pesar de las súplicas de sus fans (entre los que me encuentro), son un producto perfecto, en los dos sentidos del término, está finiquitada y es redonda. En definitiva, una producción de dos temporadas que nos recuerda las sabias palabras de Baltasar Gracián “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.