AÑO: 2017 | TÍTULO ORIGINAL: Rückkehr nach Montauk | DIRECCIÓN: Volker Schlöndorff | PRODUCCIÓN: Film and Music Entertainment (F&ME), Gaumont, Pyramide Productions, Savage Productions / Volksfilm / Ziegler Film | GUIÓN: Volker Schlöndorff, Colm Tóibín | FOTOGRAFÍA: Jérôme Alméras | MÚSICA: Max Richter, Thomas Bartlett, Caoimhin O’Raghallaigh | REPARTO: Stellan Skarsgård, Nina Hoss, Niels Arestrup, Robert Seeliger, Susanne Wolff, Ray Wiederhold, Olga Lezhneva | GÉNERO: Drama | DURACIÓN: 106 minutos.
No es casualidad que Volter Schlöndorff comience la historia con un escritor hablando directamente al espectador, porque esa es la esencia de Regreso a Montauk: invitar al espectador a cerrar capítulos abiertos. Todos, en un momento determinado, tenemos algo con alguien cuya resolución se quedó en el aire. Eso hace que no podamos pasar página y lo que debería estar muerto, nos persigue como un fantasma. Por eso es fácil conectar con la historia que nos cuenta el cineasta alemán. Para el protagonista Max se trata de Rebecca, pero el espectador pone su propio nombre y cara a esa persona.
Para que nos sea más fácil empatizar, Schlöndorff no nos termina de contar por qué se separaron Rebecca y Max, a quienes ponen vida Stellan Skarsgård y Nina Hoss. El director baraja las cartas para que no juzgues a Max. Para eso tira del carisma de Skarsgård y nos muestra a su actual pareja como una mujer muy despegada y con la sombra de la duda de una infidelidad. Pero las deudas por pagar de nuestra vida ni se continúan ni se reescriben. Es imposible. Cuando retomamos un episodio de nuestra vida que aún nos lleva pesando, ha de ser para ponerle punto final y por fin descansar. No podemos retomar nuestra vida allí donde la habíamos dejado. No, porque todos llevamos algún cadáver en el maletero. Ya no somos aquella persona ni podemos exigir que la otra persona lo sea. La mayor parte de las veces ni siquiera nunca fue así del todo, es nuestro recuerdo el que se empeña en que lo fuera. Y por querer cerrar un periodo de nuestra vida podemos dejar otra herida abierta que puede sangrar todavía más.
Por último, no puedo cerrar esta crítica sin acodarme del script de la película. Y desde luego que Schlöndorff se ha acordado mucho más que yo, y no para bien. En un rodaje sólo hay dos personas imprescindibles y cuyo trabajo ha de ser impecable. Pese a lo que se pueda pensar, no se trata de los actores, ni del director de fotografía, ni del de arte. Ni siquiera del director (que para qué negarlo, todos hemos visto películas en las que nos ha quedado la duda de si de verdad había uno). Esos dos puestos de máxima responsabilidad son sonido y script (el encargado de la continuidad). La película puede no ser redonda visualmente, pero como falle el sonido va entera a la basura. Si el script no ha hecho bien su trabajo, cuando el material llega a la sala de montaje, puede que un personaje mira a un lado en un plano y en el siguiente en el contrario. Todo director es a lo que más pánico tiene, a comprobar en postproducción que el trabajo de sonido y del script ha sido bueno. Pues en lo que respecta al sonidista de Regreso a Montauk, mis felicitaciones, pero la continuidad… me estoy imaginando a Schlöndorff buscando al scritp para matarlo y a éste escondido en el fin del mundo, como si fuera una viñeta final de Mortadelo y Filemón. El montador se las ha tenido que ver y desear para crear una línea continua con unos personajes que tienen posturas y posiciones distintas plano sí, plano no. Llega a abusar del Jump Cut (Montaje que supone un salto visible en la continuidad de la acción) no por estilo, sino porque no le quedaba otra. Así que mis felicitaciones al montador y a la úlcera que esta película le habrá provocado.