Crítica de la notable  Petite Maman, la nueva película de Celine Sciamma tras la exitosa Retrato de una mujer en llamas (2019).

Ha sido un proceso raro el de Celine Sciamma. Tras una película tan monumental como Retrato de una mujer en llamas, uno podría esperarse que diese un salto en cuanto a presupuesto, posibilidades cinematográficas, o capacidades para levantar el proyecto más grandilocuente de toda su carrera. En cambio, rueda Petite Maman, que, sin mucha duda, es la cinta más pequeña, intima, y minimalista hasta la fecha.

Lee también : Las 25 mejores películas de 2015

Con tan solo 72 minutos de duración, la cinta comparte muchos elementos con los cortometrajes. Empezando por un número muy limitado de espacios y localizaciones de rodaje, que, además, reutiliza constantemente, a través de sus dos niñas protagonistas, de idéntica apariencia, y que un buen día, entran en contacto mediante el azar, para pasar unos días de su vida jugando, y conociéndose.

Petite Maman (01)

Todo es limitado y minimalista en la película. Diálogos escasos, y tiempos de silencio, planos de larga duración, y generalmente estáticos, ausencia prácticamente total de apoyos externos musicales -salvo en dos momentos puntuales – y una dirección de actores que encuentra un milagroso camino entre la neutralidad y la naturalidad. Parece, que estamos ante uno de esos proyectos europeos que tantas veces hemos visto.

Lee también : Crítica de Retrato de una mujer en llamas 

Pero Celine Sciamma nos guarda una sorpresita. Y es que, Petite maman, se torna en una preciosa cinta sobre las relaciones familiares, especialmente, las del lado femenino de la familia. La directora vuelve a hacer equipo con la cada vez más omnipresente – y excelente – Claire Mathon, en la fotografía, construyendo juntas una bella estética visual, que, pese a no contar con florituras visuales, y centrarse constantemente en una recreación puramente “realista” a través de la luz, consigue dejar una impronta emocional muy acorde a los valores de la película.

Petite Maman (02)

Valores que nos posicionan frente a nuestra infancia, en este caso, la de una niña que juega sola, que echa de menos a su madre, o que se cuestiona todo el mundo que la rodea a través de su padre. La de sentirse incapaz de entender y comprender los problemas de los adultos, e incluso, echarse la responsabilidad de sus males a la espalda.

Lee también : Entrevista con José Luis Rebordinos 

Todo esto, filmado con la sutileza que Sciamma lleva puliendo desde su opera prima Naissance des pieuvres (2007), y que la convierte, en una de las realizadoras actuales con mayor capacidad para hablar de cuestiones emocionalmente complejas y muy escondidas en la psique de sus personajes, sin la necesidad de destriparlos o exponerlos de forma visceral.

Petite Maman (03)

Lo cierto, es que Petite Maman es de esas películas que presentan una historia, la desarrollan – con cierta incredulidad para el espectador – y posteriormente, todo lo acontecido tiene sentido. Fue presentada en la Berlinale 2021, y ganó el premio del publico en la pasada edición del festival de cine de San Sebastian. Y no es de extrañar. Es una de las películas más bellas, sensibles, y tiernas de toda la hornada de gran cine que estamos teniendo en 2021. Y eso, sinceramente, es decir mucho.