Filmin nos trae La Rusa, una nueva película en la cual analiza la opresión de muchos en manos de unos pocos, con escenario en un pequeño pueblo de la meseta española.
La ópera prima de Aritz Ortiz, La Rusa, entra muy bien como si de una bebida isotónica tras hacer ejercicio se tratara. 60 minutos de duración que pasan muy rápido, mientras se cuece en una olla a presión una trama quizás demasiado corta y sin mucho que contar.
Parking, apostando por la realidad más poética
La Rusa cuenta la historia de Tito y su despido por culpa de un ERE en la fábrica que trabajaba. A raíz de su despido decide volver a su pueblo, allí, encontrará que las cosas no son como lo eran antes, han cambiado.
En el otro lado tenemos a «la rusa«, una inmigrante ucraniana camarera del bar de un pueblo de la España vaciada. El bar es propiedad de Crespo, un cacique como los de antes, y de su hijo, un matón en toda regla.
Las relaciones entre los principales personajes y el resto del pueblo no dan lugar a extenderse mucho. No se sabe si es ello es culpa de la duración empleada en esta nueva película de Filmin o bien al desarrollo de la trama.
El foco central se desarrolla en la relación de «la rusa» y Tito, así como la ruptura con el rey del pueblo. Se podría decir que una busca su libertad,otro busca dar sentido a su vida y el tercero, consolidar su poder.
En sí misma, se puede decir que estamos ante una película entretenida que se mantiene a buen ritmo, y que logra un buen sprint final, pero tiene algún fallo que otro. No es un film denso para nada. Pese a todo lo dicho a favor y en contra, se trata de una película digna de ver, con pocas luces pero sin ninguna sombra.