Física o Química: El Reencuentro reúne a los exalumnos del Zurbarán para celebrar la boda de Yoli; disponible en ATRESPlayer Premium. La intensidad en sus vidas sigue estando asegurada y en estos dos capítulos se viven todas las emociones: del pasado, del presente y del futuro.
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Los alumnos del instituto más famoso de la década pasada vuelven a nuestras vidas por un ratito diez años después. Sus vidas parecen aparentemente construidas, pero la invitación de Yoli a su boda marcará un punto de inflexión para todos ellos. La entrega de los fans – e incluso de los actores- era indudable, pero acabó de confirmarse cuando el día del estreno la plataforma colapsó.
El gran riesgo de un reencuentro de estas características es no estar a la altura de las expectativas y en este caso podemos afirmar que ha sido un éxito. Si bien el primer episodio fue algo más light, el segundo está cargado de emotividad y sobre todo de mucha química. Las tramas mantienen la esencia de la serie y hacen reconocibles a todos sus personajes, que ya forman parte de la cultura popular audiovisual española.
No había nadie mejor para llevar el peso del revival que Yoli, nuestra Yoli. Yoli encarna la esencia de la serie y también la del reencuentro. Simboliza la identidad de una chica de barrio llena de verdad, determinación y entrega hacia los demás. A pesar de que al principio la vemos algo a la sombra de la nueva Yolanda, su fuerza sigue ahí, solo le hacía falta recuperar el valor, recordar de dónde viene y no dar explicaciones por ello.
En esta nueva tanda de FoQ están hasta los que no están. Los profesores siguen presentes y como en la serie original es interesante ver el contraste entre diferentes miradas generacionales. No se podía hacer un reencuentro sin contar con Fer. A veces hay que renunciar a la realidad en pro de la fantasía y esta ocasión era un gran ejemplo. Si el precio era elegir creer, pues elegimos creer.
Física o Química fue un mito en su momento, una serie de éxito indiscutible que acompañó a toda una generación en un momento tan convulso como lo es la adolescencia. Hace diez años acompañamos a sus protagonistas en sus primeras veces a la vez que vivíamos las nuestras, y en esta ocasión los hemos acompañado en la construcción de su vida adulta mientras nosotros intentamos lo mismo. Han conseguido que reconectemos con sus emociones y sintamos la química que nos conquistó.
Pocas veces se visibiliza en ficción esa etapa concreta de la juventud en la que intentamos encontrar el sentido de nuestras vidas, las dudas, inseguridades y la gestión de expectativas que se experimentan antes de los treinta. Las cosas no siempre salen según lo planeado y verlo en pantalla personificado por los personajes con los que crecimos es bonito, llena y representa la situación actual de muchos jóvenes.
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Esta miniserie simboliza una transición y el momento elegido para su emisión no podría ser mejor. Saliendo de un 2020 que ha sido lo que ha sido, con las vistas puestas en 2021 pero con la mente llena de incertidumbres, llega para recordarnos que todo pasa y que siempre se está a tiempo de cambiar de rumbo. Se hace un retrato generoso de crisis existenciales cotidianas abarrotado de guiños que relativizan y dan vidilla al espectador.
Cada uno de los personajes se encuentra en un punto diferente, pero de alguna manera comparten la sensación estar atravesando momentos de decisiones transcendentales. Cumplir años no es sinónimo de tener las cosas bajo control y las tramas lo evidencian. El hecho de que cada persona y pareja atraviese situaciones diferentes hace más fácil la empatía, ya que todos hemos podido estar en el punto de alguno de ellos y visibiliza las diferentes opciones vitales.
Estos dos episodios están cargados de lecciones de todo tipo, desde clasismo – acertadamente reflejado- a reflexiones feministas. No se pueden pasar por alto los tintes cargados de picante actualidad representados en todo lo que rodea a Oriol, el novio. Nombres cargados de intención y referencias que escuecen construyen la encarnación de la figura de lo que conocemos como un Cayetano. Cabe también mencionar la referencia a Ruth en Tokyo, que no ha pasado desapercibida.
En definitiva, Física o Química: El reencuentro es el cierre de un mito generacional, que una vez más consigue acompañar a la generación que les lanzó a la fama en sus preocupaciones actuales. Como diríamos en Twitter, es el contenido que merecíamos, incluso me atrevería a decir que el final que necesitábamos. Ha sido nuestro regalo de Reyes adelantado, nos deja con los sentimientos a flor de piel y con el importante recordatorio de que no existe un final feliz universal.