Crítica El monstruo de St. Pauli (2019) [Filmin]

Título original: Der Goldene Handschuh | Año: 2019 | Duración: 110 min. | País: Alemania | Dirección: Fatih Akin | Guion: Fatih Akin | Música: FM Einheit | Fotografía: Rainer Klausmann | Reparto: Jonas Dassler, Margarete Tiesel, Katja Studt, Martina Eitner-Acheampong, Hark Bohm | Productora: Bombero International, Warner Bros.

El monstruo de St. Pauli

El monstruo de St. Pauli es un crudo retrato sobre Fritz Honka, un asesino en serie que campó a sus anchas por las calles de Hamburgo en los años 70, y llega este 5 de marzo a nuestras casas de la mano de Filmin.

El monstruo de St. Pauli no es una película fácil de ver. Es sucia, enferma y hasta nauseabunda, pero es justo ese aspecto de la cinta, esa atmósfera que logra crear, lo que más sorprende y atrae de su visionado.
El monstruo de St. Pauli
La película comienza en 1970 tras el primer asesinato de Fritz. Un plano estático nos muestra al protagonista en su lucha por meter a una mujer muerta en una bolsa de plástico, y con cada cambio de plano los movimientos de cámara aumentan ligeramente hasta que Fritz es casi descubierto por una pequeña niña. Sin embargo, si alguien entró a esta película pensando que estaríamos frente a la típica persecución entre la policía y el asesino se va a llevar una gran decepción, ya que esa niña va a representar prácticamente la única vez que el asesino crea que le pueden pillar.
El monstruo de St. Pauli
La cinta busca retratar el perfil psicológico del monstruo de St. Pauli, alejándose de la corriente que en los últimos años parece tratar de idealizar la figura del asesino, situándolo como una persona inteligente, fría y calculadora. En esta obra, en contraste, podremos encontrar un retrato sobrio y realista de cómo se pudo haber comportado en su día a día una persona como Fritz Honka.
No podemos entender cómo piensa Honka o qué le lleva a realizar las terribles acciones que le hicieron famoso, pero sí qué percepción de sí mismo tenía o qué relaciones y temores eran relevantes para él. Fritz es una persona claramente enferma, que busca con sus fantasías sexuales y violentas reafirmarse como hombre y como ser humano. Incluso al final somos testigos de cómo él mismo tiene la voluntad necesaria para comenzar a rehabilitarse, pero no la suficiente como para evitar recaer.
El monstruo de St. Pauli
El alcohol tiene también un papel muy importante en esta cinta: la mayoría de los personajes son alcohólicos, y el propio Honka encuentra en la embriaguez la valentía para cometer sus actos así como el medio para que sus víctimas no fueran difíciles de matar. El bar donde sucede gran parte de la cinta se siente como un lugar al margen del resto del país, donde las horas pasan a un ritmo diferente y dónde las jerarquías se montan y desmontan según el alcohol que se posea. Encontramos en El monstruo de St. Pauli, por tanto, una crítica social en el hecho de que ninguna de las desapariciones causadas por Fritz fueran denunciadas a la policía, puesto que eran mujeres sin familia, trabajo ni hogar que a nadie importaban. Sin embargo, Honka no las escogía por ello, como otros asesinos inteligentes se jactan, sino que sus víctimas eran así porque así eran los lugares que frecuentaba, y eran éstas mujeres las únicas que se acercaban a Fritz en busca de algo de alcohol y compañía.
El monstruo de St. Pauli cuenta con unas actuaciones ejemplares, que con ayuda del magnífico trabajo de maquillaje (les insto a buscar cómo se ve el protagonista con y sin maquillaje) logran un resultado que encaja perfectamente con la atmósfera de la cinta.
El monstruo de St. Pauli
En cuanto al apartado técnico, creo necesario señalar tanto la edición de sonido como la banda sonora por su encomiable desempeño, y es que no es sencillo lograr un sonido que dé tanta grima como el de aquella sierra que corta el cuello de una mujer al comienzo de la película. Por último, el montaje en momentos como el de la lengua de ternera logra dar el broche de oro a esta dura pero magnífica cinta.