The Farewell es la segunda película de Lulu Wang tras la correcta Posthumous. En esta ocasión se trata de una cinta mucho más personal, basada en una historia real y propia que sin duda no dejará indiferente a nadie.
The Farewell llega a las salas como un soplo de aire fresco. Esta historia escrita y dirigida por Lulu Wang no solo nos mantiene enganchados durante sus cien minutos de duración, sino que también consigue llevarnos de forma muy sutil hacia un viaje de introspección familiar.
Mientras somos testigos de las dinámicas familiares de la protagonista de esta historia y del choque cultural entre oriente y occidente incluso hoy en día y en cosas que asumimos tan básicas como la relación médico – paciente, la cinta nos hace reflexionar sobre nuestra propia familia, sobre todas las cosas que quisimos decir y no dijimos y, también, sobre todas las que dijimos y desearíamos haber callado.
La premisa de la historia, basada en hechos reales (en “Una Mentira Real”, como indica la película en su comienzo), nos cuenta cómo una familia china repartida entre China, Japón y Estados Unidos vuelve a casa a visitar a la matriarca de la familia (abuela, madre, suegra…), que ha sido diagnosticada con un cáncer terminal. Sin embargo deciden no contarle nada sobre su enfermedad y organizan una apresurada boda como excusa para la reunión familiar.
China en Nueva York, Americana en Changchun
Nuestra protagonista, Billi, vive en Estados Unidos con sus padres, tiene treinta años y su vida no acaba de despegar del todo: una realidad para muchos jóvenes de hoy en día. Con sus padres tiene una relación cordial pero con algunos desacuerdos y su abuela, su Nai Nai, es quizás el último vínculo que le queda de su infancia, de su país natal y de un tiempo en el que fue más feliz.
Durante toda la cinta nos vemos The Farewell nos enfrenta al dilema sobre si deberían contarle a Nai Nai la verdad de su enfermedad o no. Desde una óptica occidental parece muy egoísta, e incluso ilegal, ocultarle esa información a alguien, pero la cinta consigue que nos planteemos realmente si no es lo más conveniente. Y lo hace a través de algunas escenas realmente inolvidables, a través de un uso magnífico de la música y a través de algunos diálogos que nos dejan frases para el recuerdo ocultas entre charlas que parecen intrascendentes.
La película es una delicia, y si bien no cuenta con grandes alardes técnicos ni cambiará la cara del cine, sí que nos ofrece una visión muy íntima y sincera de la mente y la vida de su directora. Es una película rabiosamente sincera, que huye del sentimentalismo sencillo y forzado y nos ofrece una historia que simplemente es como es: sin exageraciones, sin artificios, sin aditivos.
Emociona porque es emocionante, divierte porque es divertida y te hace reflexionar porque es compleja. Y aunque no reventará la taquilla ni pasará a los anales de la historia como una de esas cintas seminales “que hay que ver”, ojalá hubiera muchas más películas cómo The Farewell.