Unas semanas atrás publicamos una lista de motivos para devorar, sin pensárselo, Halt and Catch Fire aprovechando su estreno en Filmin. Hoy vamos un poco más allá con una crítica completa sobre una de las series mejor escritas, interpretadas y emocionalmente satisfactorias que puedes encontrar en cualquier servicio de streaming actual. Se trata, claro, de una crítica con (muy) leves spoilers. Sin embargo, esta una de esas series en la que lo que importa no es tanto lo que ocurre como el viaje personal de cuatro de los mejores personajes que han salido de la ficción catódica.
A veces uno se planta ante una crítica creyendo que las palabras fluirán fácilmente cuando la tarea consiste, básicamente, en transmitir las razones por las que una serie te ha volado la cabeza o, como es el caso que nos ocupa, tienes la inmensa seguridad de que te vas a acordar de ella (y probablemente volverás a verla unas cuantas veces). Y sin embargo eso no ocurre. Porque es deliciosamente difícil describir que hace de Halt and Catch Fire una serie tan sumamente especial.
Cuando uno inicia el visionado de Halt and Catch Fire se ve rápidamente abducido por ella: este drama tecnológico estadounidense ambientado en los años ochenta, con cuatro personajes cargando con casi todo el peso dramático (deberíamos añadir un quinto personaje eso sí), es una experiencia completa desde el primer momento. Una suerte de Mad Men ochentera, menos incisiva pero más emocional, que rápidamente revela su truco en lo narrativo: lo tecnológico no es más que un McGuffin temático de manual.
Con ello viajamos en cada temporada por distintos momentos de la revolución de la informática personal y las telecomunicaciones: desde el auge de los ordenadores personales portátiles, los juegos en línea, las grandes redes de datos y finalmente la implosión de la red mundial de internet y los primeros directorios previos a Google. Y en todos esos escenarios pululan Joe McMillan (Lee Pace), un visionario, Cameron Howe (Mackenzie Davis), una programadora brillante, y Gordon y Donna Clark (Scoot McNairy y Kerry Bishé), un matrimonio de ingenieros inicialmente estancados en su vida laboral.
Y durante buena parte de los 40 -excelentes- episodios de Halt and Catch Fire uno está convencido de que la gema de esta serie son los personajes. Y en cierto modo es innegable: los cuatro mencionados, así como Boz (Toby Huss), no sólo representan un monumental acierto de casting, escritura, dirección e interpretación, sino que están entrelazados de un modo abrumadoramente cohesivo: tanto con lo que se nos está contando como entre ellos. Las cuotas más altas al respecto las alcanzan las relaciones interpersonales (románticas y sobre todo amistosas) que se crean entre ellos. La forma en la que cada uno responde a su entorno, como van mutando según las experiencias que viven, culmina en relaciones tan maravillosas como las de Cameron y Boz o las de Cameron y Gordon.
Pero me equivocaba. No es sólo eso. Casi de modo meta referencial Halt and Catch Fire te convierte en uno de sus personajes y, al final, es cuando lo entiendes. Pocas veces, merced a esa escritura tan coherente con todos los elementos narrativos y protagónicos, se ha llegado a semejante estado de exhibición de la más mundana naturalidad y a la consciencia de que el fracaso conduce al siguiente nivel en la evolución personal.
Para más detalles en lo creativo y en lo artístico nos remitimos al artículo que publicamos hace unas pocas semanas aunque no me puedo resistir a mencionar al dúo femenino favorito del trillón de años que llevo viendo TV: Cameron Howe y Donna Clark. Unas Mackenzie Davis y Kerry Bishé de escándalo en lo interpretativo en una serie cuyos cinco personajes apelan a distintas sensibilidades según el espectador. Tiene su encanto ver hacia que lado solemos caer: hacia el de los ingrávidos Joe y Cameron, hacia el de los terrenales, Gordonn y Donna, o hacia el lado del tapado en esta historia, Boz.
A modo de relleno podría añadir un diseño de producción que prescinde de artificios visuales o sonoros (estamos en 1983-1994, no en un recuerdo idealizado de esos años) y un estilo narrativo y de escritura que cuenta siempre con la inteligencia del espectador: los eventos se suceden sin que te lo cuenten todo, los personaje sienten y padecen sin que a veces se lo cuenten entre ellos… La imperfección es el camino hacia ese elemento natural con el que Halt and Cath Fire se torna, y disculpen la tenaz cursilada, en un pedazo de vida.